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Que estos no toman el vermú. Que los del bocho se echan unos potes. Tampoco comen. Se van de jamada. Siempre con esa alegría vital, algo bruta y espirituosa, todo hay que decirlo, que transmiten allá donde aparcan. 'Jatorra', le dicen allí. El centro de ... Valladolid ha vivido este domingo una nueva invasión bilbaína llena de buen rollo, que se ha transmitido a un aperitivo que en esta Castilla mesetaria suele ser más recio y ordenado.
Se han desplegado los de la ría del Nervión en su ambiente. Con un sirimiri intermitente que para nada ha chafado los ánimos. 'Cagüenensos', pero si son dos gotas. Dice Asier que si se llevan los tres puntos, «cojonudo», pero todos coinciden en un deseo: que el Pucela se quede en Primera. Porque a la afición del Athletic le gusta Valladolid. De siempre.
Lo recalcan José Ángel y cuadrilla en una mesa del restaurante La Viña de Patxi mientras se apuran unos tragos previos a calzarse unos cuartos de lechazo en La Parrilla de San Lorenzo. «Eso es espectacular», resume antes de encaminarse a unos de los templos del asado del casco histórico. «Aquí se come y se bebe de lujo, la gente es muy acogedora y el ambiente es estupendo, es un viaje cómodo de tres horas y la ciudad es preciosa», enumeran mientras rebañan unas raciones antes de lo que es la comida fuerte.
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Santos Garrido Butrón, portavoz de una peña que agrupa a aficionados de Gallarta, Ortuella o Begoña, entre otros pueblos y barrios de la Villa, tampoco falta nunca a esta cita e insiste en que es importante que el Real Valladolid siga arriba. «Venimos siempre y queremos seguir haciéndolo, nos encanta todo», subraya en una mesa del Continental mientras rematan unas copas de verdejo y Ribera. Raquel, por su parte, ya tiene a los goleadores de la tarde, «nuestros negritos, los Williams», bromea. Cerca, una cuadrilla de leones ataviada con sus bufandas y txapelas han puesto a toda marcha un altavoz portátil para darse banda sonora a las rondas. Porque lo de cantar y tirarse un medio baile también ayuda para calentar motores antes llegar a la grada.
Llevan dándose caña algunos vizcaínos desde el viernes o el sábado. «Ya hemos aprovechado para hacer un completo: turismo, un poco de chufla nocturna y victoria esta tarde en el Zorrilla», dice Teo, que ha venido con sus amigos de Abadiño y Durango. La vez anterior fue antes de la pandemia y lo echaban de menos. «Nos da igual el resultado, pero lo suyo es ganar; ahora, ya les dijimos ayer a un matrimonio de aquí, que queremos el Pucela siga en Primera, que esta salida es las buenas», resume.
En La Sepia, Pedro y sus compañeros tras la barra, no dan abasto. Una triple fila de sedientos hinchas aguardan a que les despachen unas cañas y unos cortos (aquí lo del zurito como que no). «Es una afición maravillosa, no fallan y gastan pasta», describe el veterano barman, quien a la una y media de la tarde aún esperaba «el golpe fuerte». En La Tasquita, más de lo mismo. «No tienes más que ver la camisetas de los clientes», certificaba Vidal, el encargado del establecimiento.
Hay además en este aperitivo futbolero un punto de confraternización importante, porque en varios grupos se alternan el rojiblanco y el blanquivioleta. Es el caso de una cuadrilla de jóvenes que disfrutan de una croquetas a las puertas de El corcho. «Están buenísimas», confirman las vascas. Una, del Pucela, ya da por perdido el partido. Sus amigas del Athletic no quieren desanimarla, aunque, oye, volver a Bilbao con la victoria sería el broche a un fin de semana redondo. A las cuatro, la marea amaina. Últimos pinchos en barra, pacharán en las mesas de los comedores tras dar buena cuenta del lechal y con ánimo renovado para el estadio. ¿Qué más se puede pedir, pues? Pues poco.
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