Artemisa, la diosa griega de la caza, la naturaleza y los animales salvajes se asoma desde esta semana al revitalizado anfiteatro de Parquesol. El auditorio al aire libre, abandonado durante años a su suerte, pasto del desamparo y los grafittis, con varias intentonas previas de recuperación ... , revive ahora gracias al trabajo artístico de Nano Lázaro y al proyecto de rehabilitación impulsado desde la Concejalía de Participación Ciudadana.
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Una inversión de 140.389 euros permitirá recuperar un espacio histórico del barrio, de 1.280 metros de cuadrados de superficie y gradas con diez pisos de altura. El proyecto, adjudicado a la empresa Haral12, contempla la limpieza de la vegetación del entorno, la reparación del pavimento y adoquines, el mantenimiento del graderío, la mejora de la iluminación, la construcción de una rampa de acceso y la adaptación de las salas posteriores, donde se habilitarán camerinos con el objetivo de que el anfiteatro tenga de nuevo vida cultural. Los artistas compartirán ese espacio con grupos scouts y de restauración de muebles que también utilizan esas dependencias.
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Pero la parte más llamativa e importante de la rehabilitación es el mural que durante estos días prepara el artista Nano Lázaro, quien ha elegido la naturaleza y el cuidado del medio ambiente como motivo para su trabajo. «Me he informado sobre la flora y la fauna más comunes en el parque y los he incluido en el mural», explica. Así, en una superficie de 220 metros cuadrados, pueden verse flores de almendros, moras, gorriones, herrerillos, lagartijas… y a esa diosa Artemisa.
«Entiendo los murales como una obra de teatro en la que hay protagonistas, secundarios y muchos extras. Es importante que haya una figura que centre la atención del que mira, porque, si no, todo el conjunto a la vez puede ser apabullante». Que haya motivos a los que asirse.
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«Por ejemplo, los ojos. Me gusta darles protagonismo porque, instintivamente, la mirada se nos va a los ojos, a los rostros. Y no solo de las personas, también de los animales», cuenta Nano, cuyo trabajo despierta estos días la curiosidad de los paseantes del parque. «Se acercan y dicen que ya hora de que se recuperara». Porque, entiende el artista, el mural es una buena vía para revitalizar «espacios anodinos, degradados o, como era este caso, machacados».
«Además, el arte al aire libre cambia el paseo de la gente. Cuando caminas por espacios en los que se ha intervenido, lo haces con otro ánimo. Lo he percibo por ejemplo, en Pajarillos». Allí, Nano ha elaborado varias pinturas para colectivos como Pajarillos Educa. Muchos muros y paredes del barrio visten ahora una segunda piel. «Le das otro rollo a la zona y también influyes en cómo los vecinos ven su barrio», cuenta un artista que comenzó con la pintura de coches (el tuning) y que ahora utiliza las pistolas aerográficas para los murales (con pintura plástica y barniz posterior).
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Trabaja, sobre todo, entre Aranda de Duero y Valladolid. En la zona de la ribera. Aunque ahora tiene previsto un viaje a Alemania. Sus lienzos son paredes abandonadas, viejos silos, los numerosos frontones del medio rural. «Muchos pueblos se han dado cuenta de que los murales se han convertido en un fenómeno viral. Este tipo de pinturas son muy compartidas en redes sociales y así se gana visibilidad para el pueblo que los acoge», asegura, mientras traza con las pistola el verde de unas hojas, en el lado derecho del mural.
Su trabajo comienza siempre en una hoja de papel, donde con lápices y boli diseña el dibujo que luego trasladará a la pared. Traducirlo al gran tamaño (al tamaño enorme) requiere técnicas especiales, como utilizar proyectores o cuadricular la superficie. Después de tantos años, Nano trabaja cada vez más con la intuición y la experiencia. «Eso sí, hay que separarse mucho de la pared para ver cómo avanzas, porque cuando estás cerca solo ves borrones». En este caso concreto del anfiteatro de Parquesol ha propuesto además un diseño que se comprende y disfruta mejor desde la distancia, para ser contemplado desde las gradas de público. Falta por rematar la parte superior, donde habrá muestras de vegetación, pero menos carga de dibujo, ya que está prevista la instalación de toldos.
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La parte trasera, de momento, conserva grafitis y firmas desordenadas acumuladas durante años, con mensajes como 'te quiero' o 'hate racism'.
El anfiteatro Luis Zarzuela se inauguró durante las fiestas de Parquesol de 1989, con la actuación del cantante Emilio José y después de una inversión de 12,5 millones de pesetas (75.125 euros). Recibió el nombre en recuerdo del gerente de la empresa de Hormigones Zarzuela, uno de los impulsores de Parquesol, y durante los primeros años albergó verbenas, conciertos o monólogos, por ejemplo, de Marianico el Corto en septiembre de 1991. En 2014, varios colectivos del barrio lo intentaron recuperar, pero en los últimos años cayó de nuevo en el olvido.
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En su día, el parque del Mediodía se presentó, con sus 23 hectáreas, como el más grande de Valladolid. Costó 350 millones de pesetas (2,1 millones de euros) y se tardó más de cinco años en rematar (entre otras cuestiones, porque hubo que replantar muchos árboles, afectados en su día por la grafiosis).
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