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Catalina Soto, de la Facultad de Comercio, lanza una apuesta al aire:«De aquí a diez años los semestres internacionales se van a implantar en más facultades». Lo dice con el convencimiento que da toparse con el problema de tener que ampliar el número ... de plazas disponibles porque se empiezan a quedar cortas. «Ya tenemos 21 matriculados para el curso próximo solo con los alumnos del programa K107, con lo que cuando se sumen los erasmus necesitaremos romper el límite de 30 que se fijó», cuenta.
En Ingenierías Industriales, que fue la pionera en implantar este sistema de enseñanza en lengua extranjera en la Universidad de Valladolid, también han experimentado ese crecimiento. Y en la Facultad de Educación y Trabajo Social confían en que su nuevo semestre internacional, recién aprobado, se convierta pronto en una referencia de calidad. Tiene a su favor, nada más empezar, que es la única experiencia de ese tipo entre todas las facultades de Educación que existen en España.
Los semestres internacionales surgen como un modo de atraer alumnado extranjero que busca formación de calidad. El requisito imprescindible, por supuesto, es que la docencia debe impartirse en inglés. Y eso, explica Luis Carro, vicedecano de Relaciones Internacionales de la UVA, obliga a un esfuerzo a los profesores. «Exigimos un nivel de inglés de B2 para todos los que lo cursen. Y los profesores nos estamos exigiendo acreditar el nivel de idioma», señala, «para dar ejemplo». Es cierto que muchos investigadores y profesores de la UVA cuentan con un nivel de inglés bastante elevado, puesto que están acostumbrados a participar en proyectos europeos, enviar publicaciones a revistas científicas, etcétera, otra cosa es que esos conocimientos idiomáticos se acrediten conforme al marco europeo (en orden decreciente, C2, C1, B2, B1, A2, A1). Por debajo de B2, impartir docencia en inglés se antoja una quimera. «Ocho de los doce profesores que participamos no tenemos la acreditación, pero vamos a examinarnos a riesgo de que no pasemos la prueba», se ríe Carro. «Llevo en Relaciones Internacionales desde 1995 y mi lenguaje habitual es el inglés, pero nunca me he planteado acreditarlo».
En la Facultad de Comercio, ese requisito lingüístico puede volverse un problema a corto plazo. «Hay erasmus que piden exclusivamente el semestre internacional o que mezclan, cogen dos asignaturas y el resto en español. También hay alumnos que no vienen a Comercio pero que nos piden permiso para acceder a asignaturas», señala Catalina Soto. Y eso, si se decide ampliar el número de matriculados, obliga a un esfuerzo adicional a los profesores. «Vamos a tener que estudiar cómo lo hacemos, porque no hay tanto docente formado», admite Soto.
Porque no vale solo con saber inglés. Y a un nivel alto, además. Se trata de impartir docencia en un idioma extranjero, y eso obliga a tener en cuenta algunas cosas. «Hay un curso a través del Centro Buendía sobre una metodología específica para cuando se imparte una clase en un idioma que no es el tuyo. Te da estrategias para que, usando el inglés como segunda lengua, sea la vehicular de la enseñanza, que no es lo mismo que ser bilingüe o hablar inglés», cuenta Luis Carro. Aunque las experiencias comenzaron con cierta cautela, incluso con algún recelo –el semestre de Industriales se paró cuando parecía listo para aprobarse en el mandato de Marcos Sacristán, y se hizo realidad con Daniel Miguel al frente de la UVA–, lo cierto es que son casos de éxito. «El primero costó mucho arrancarlo», confiesa Soto, vicedecana de Relaciones Internacionales en Comercio, «pero una vez incorporado, con la plantilla de profesorado necesaria y las asignaturas definidas, hemos triplicado los estudiantes respecto a los que tuvimos el primer curso».
Esperanza Alarcia, de Ingeniería Industriales, recuerda que fue Isabel Sánchez Báscones quien apostó por estos estudios que ya han cumplido cuatro ediciones en la Escuela. «En el primer curso, 2014-15, tuvimos 10 alumnos. Este año hemos tenido 15, pero ya hemos evaluado unas 38-40 solicitudes de distintos países para el curso próximo y la oferta es de 25 plazas», explica Alarcia. La consecuencia más relevante, sin embargo, no es el mero número de alumnos, sino las posibilidades que se abren. «El primer año se crearon ocho convenios diferentes con países distintos atraídos por la oferta. Ahora mismo tenemos convenios abiertos nuevos para hacer intercabio de erasmus con Alemania, Francia,Italia, Papúa Nueva Guinea, Sudáfrica, Brasil...».
El inglés es la clave para abrir mercados. Aunque en la Universidad de Valladolid se trata siempre de mirar hacia Hispanoamérica, lo cierto es que la internacionalización, sin docencia en inglés, se queda coja. «Hay países muy interesantes que están empezando a mirarnos por tener docencia en inglés, como los Países Bajos», confiesa Catalina Soto. «Con Estados Unidos, estas navidades podíamos enviar estudiantes a seis universidades, una de ellas Florida, que nos ha pedido hacer un acuerdo específico para mandar alumnos hasta aquí», explica la profesora de Comercio.
El modelo en el que se basó Ingenierías Industriales para dar su primer paso fue el de los llamados EPS (European Period Semester), aunque adaptado al sistema universitario español. «Es interdisciplinar, con equipos de cuatro ó cinco alumnos que desarrollan proyectos de ingeniería en colaboración con empresas, pero nosotros no tenemos ese tipo de empresas aquí», lamenta Alarcia. «Como además teníamos titulaciones en dos edificios –Mendizábal y Paseo del Cauce– era difícil dirigirlo a una sola titulación y planteamos algo compacta, que no está dentro de ningún programa específico sino que está formado por asignaturas transversales a todos ellos».
El siguiente paso es crear un segundo semestre internacional que se impartiría entre septiembre y febrero. «No sabemos si exactamente igual o con algunos matices en el primer cuatrimestre. Porque algunos estudiantes se han interesado por la posibilidad de hacer un curso de mayor duración», señala. De ese modo, podrían optar por hacer solo uno de los dos semestres o por combinarlos para cursar el año entero, con la docencia en inglés, en la Universidad de Valladolid.
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