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El Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA) ubicado en la Calle Muro ha culminado este miércoles 12 de febrero de 2020 su doble jornada de celebración con motivo de los cien años transcurridos desde la inauguración del edificio. Los profesores y alumnos se reunieron ... para recordar las dos facetas significativas de este enclave: como dispensario antituberculoso desde 1919 hasta 1987, y como centro de educación de personas adultas desde esta última fecha hasta la actualidad. Un siglo de dedicación con alma de sanar e instruir.
«Estamos con las miras puestas en seguir impulsando la enseñanza», declaró ayer el director del CEPA Muro, Ernesto Gamayo. «Queremos seguir creciendo e implementando educaciones no formales, como la informática o el inglés, y seguir dándonos a conocer participando en proyectos europeos». El centro acogió una serie de actos que comenzaron el martes con una sesión de club de lectura junto al escritor vallisoletano César Pérez Gellida, a tenor de su libro 'Memento mori', y culminaron en la mañana del miércoles con dos conferencias; una charla del profesor de Ciencias Jesús Fuentes sobre el centro como dispensario antituberculoso, y una segunda ponencia firmada por el docente Belisario Alonso y leída por su colega Rosa Ozores, a propósito de la historia reciente del CEPA desde finales de los años ochenta hasta 2020.
Si bien el dispensario antituberculoso se inauguró el 21 de septiembre de 1919 a cargo de la reina Victoria Eugenia, de quien tomó su denominación tal y como aún refleja una de las placas del patio, cambia el centro su nombre en los años cuarenta y toma el del doctor Durán. Será en 1987 cuando asuma su condición de centro de educación de personas adultas, tal y como recordó con emoción visible la profesora Ozores, al evocar profesores, estudiantes y trabajadores que ya no estaban en el centro: «Si algo nos ha caracterizado ha sido la heterogeneidad y diversidad de intereses», manifestó la docente.
Gamayo estimó en «500 estudiantes» a las personas de la presente promoción, que suman así un total de «cerca de 9000 expedientes» que recordó haber manejado desde 1987. Las enseñanzas de este centro, cuya titularidad corresponde a la Junta de Castilla y León, se dividen en formales y no formales; las primeras comprenden un nivel inicial, «casi de alfabetización para neolectores», conocimientos básicos «a nivel primaria» y la ESO, «tanto presencial como a distancia», en sesiones cuatrimestrales flexibles para compatibilizar con el horario laboral.
Las enseñanzas no formales abarcan español para extranjeros, competencias básicas en idiomas, lengua y matemáticas; pruebas libres para la obtención de un graduado en Secundaria o preparación para celadores sanitarios: «El año que viene esperamos incorporar la informática en estas enseñanzas», aseveró el director del centro.
Isabel Carnicero se quedó viuda en el año 2008. Parecía que no le quedaba otra que estar sola para lo que le restase de vida. Y sin embargo, un día de ese mismo año, mientras paseaba por la calle Muro, reparó en el edificio del CEPA. Puso allí el pie entonces y no ha dejado de acudir en doce años: «Para mí, esta es mi segunda familia», afirmó.
Más que la formación que recibe en enseñanza básica, cultura general, idiomas o conocimientos para sacarse el graduado; Carrasco, que hoy cuenta con 72 años, destacó sobre todo el calor humano que allí se desprende y lo realizada que se siente al poder habido disfrutar de una oportunidad de la que la vida parecía haberle privado: «Me quedé huérfana a los catorce años y no tuve ocasión de formarme», señaló.
En líneas similares se manifestó Pedro Ortega, uno de los docentes más veteranos y que se ha dedicado a instruir entre 2014 y 2017: «Sin duda, lo más gratificante de todo esto es el alumnado», afirmó.
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