Los periódicos en papel mantienen su atractivo. Siempre es buen momento para bajar al kiosco, comprar un ejemplar y volver al planeta tintado, pero quizá agosto invite más que nunca a recuperar (¡y mantener!) el viejo rito del diario impreso.
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El tiempo parece ralentizarse ... en este mes de chapuzones y chiringuitos. En medio del canto eléctrico de las chicharras, la vida del veraneante fluye a un ritmo más apacible. Amaneceres sin despertador, jornadas acuáticas, baños de sol, siestas contundentes, cenas bajo las estrellas… Sobre el césped de la piscina, en la arena de la playa o junto a una luminosa ventana, el periódico en papel encaja a la perfección en la rutina estival.
No se trata de abjurar del atractivo del teléfono móvil ni de la necesaria información inmediata que proporciona internet. La idea pasa por compatibilizar el consumo web con la lectura reposada de la celulosa. En las pantallas nos desplazamos verticalmente a golpe de pulgar con una visión algo estrechada. En los diarios prensados basta con una rápida ojeada para obtener una perspectiva panorámica. Un mínimo movimiento de pupila nos traslada velozmente de un lugar a otro de la página. En centésimas de segundo, podemos volver a un párrafo anterior, repasar el titular, analizar la ilustrativa foto o comprobar la firma del autor.
La diversidad tipográfica también impulsa al papel. La maquetación de las páginas, la jerarquía informativa, el orden de las secciones… Todo guarda una gratificante armonía. Como un atractivo plato, muchas páginas entran por los ojos y la lectura no se ve interrumpida por publicidad que tengamos que sortear. Cuando comenzamos a leer ya conocemos la extensión del artículo y podemos anticipar su final.
El inflexible sol veraniego le sienta bien al papel. Leemos tumbados en la toalla sin preocuparnos del sobrecalentamiento del soporte, ni del agua que aún nos chorrea tras el baño reciente, doblando las páginas a conveniencia, sin temor a que los granos de arena se cuelen entre los pliegues. Nos dejamos mecer por los textos bien escritos, por los hallazgos semánticos, por la información estructurada que alimenta nuestro cerebro con la misma técnica que inventó Gutenberg hace casi seis siglos. Nos asalta un buen reportaje, un atinado artículo de opinión, la pirotecnia de una crónica deportiva, el rigor de una noticia bien contada y rica en detalles.
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Cuando acabamos de leer un periódico bien hecho disponemos de una visión más completa de lo que sucedió ayer. Nos sentimos más sabios. Conocemos mejor el mundo que nos rodea. El texto que tiene usted la deferencia de leer ahora mismo pertenece al mundo del ciberespacio. Pero haga la prueba: vaya al kiosco, compre el periódico (¡incluso más de una cabecera distinta!) y sumérjase en la lectura reposada del verano. Y, luego, vuelva a nuestra web para empaparse también de la actualidad de última hora. Todo es complementario. Feliz agosto impreso… y digital.
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