Madrileño de nacimiento y salmantino de adopción, Manuel Antonio Mora (Madrid, 1966), meteorólogo y delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Castilla y León desde la pasada primavera, ve con «preocupación» las consecuencias directas del calentamiento global, que se traducen en olas ... de calor históricas como la recién concluida y, en cierto modo, en incendios como los que estos días arrasan los montes de la región.
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–¿Qué papel juega la Aemet ante los incendios de estos días?
–Estamos elaborando predicciones específicas para ayudar a poder controlarlos. Se hacen predicciones de temperatura, humedad o viento que se trasladan puntualmente a las administraciones que están sobre el terreno.
–¿Cómo ayuda su trabajo en las labores de extinción?
–La meteorología es fundamental a la hora de ver la evolución de un incendio o los frentes activos. Hay que conocer la dirección del viento, las rachas y los posibles cambios o si hay humedad. Son factores que influyen mucho en las extinciones. También advertirmos de formación de pirocúmulos, que ya son incendios que pueden ser potencialmente muy peligrosos porque generan su propia meteorología.
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–¿Ha ocurrido en Zamora?
–Sí, se han observado en el radar. Estos incendios han dado lugar a pirocúmulos y probablemente han alterado las condiciones. Es un efecto chimenea para alimentar el fuego, que adquiere gran desarrollo y necesita aporte de vientos y modifican los vientos que deberían ocurrir si no existieran.
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–¿Por qué se han producido estos incendios desde el punto de vista meteorológico?
–Es una combinación de factores. Por un lado hay un déficit hídrico y tanto el invierno como la primavera han sido cálidas o muy cálidas y eso influye en el desarrollo de la vegetación en esas condiciones de temperatura y humedad. Y, por otro lado, también han intervenido estos últimos episodio de ola de calor, que han agravado esa sequedad del combustible de la masa forestal con aportes de aire muy seco y cálido y tormentas secas y vientos intensos. Ese modelo de la ola de calor de junio se ha repetido en esta ola de calor.
–¿Hay que acostumbrarse a unos veranos que parecen interminables?
–Evidentemente hay una tendencia global al calentamiento, y está constatado que este calentamiento también se observa en España con un incremento de las temperaturas de 0,22 grados por década. Y en cuanto a los veranos pues también se observa que ese calentamiento es ligeramente mayor y que ese calor se está adelantando y también retrasando.
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–¿Les consta en qué medida?
–Es más notorio el adelantamiento del verano. En Valladolid, por ejemplo, hay estudios que reflejan que los veranos se adelantan en torno a siete días por década y se retrasa dos días por década, es decir, que tenemos veranos más largos de nueve días por década.
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–A la larga es mucho...
–En efecto. Y se va notando.
–¿Las olas de calor van a ser cada vez más frecuentes?
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–Se está observando que el número de días de olas de calor –en Valladolid se considera como tal a partir de tres días en los que se superan los 34 grados de máxima– está aumentando también. En la década de los años setenta había una media de tres días de ola de calor y ahora estamos en torno a doce. Es un incremento notable. Creo que la media de ese incremento es de dos días por década. La tendencia es notoria e indica que los episodios de ola de calor cada vez son y van a ser más frecuentes y más duraderos
–¿Desde hace cuánto?
–En el siglo XXI ha habido olas de calor todos los años salvo cuatro, 2000, 2002, 2010 y 2014, es decir, que las olas de calor comienzan a entrar dentro de la normalidad de todos los veranos.
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–Y esta última ha batido todos los récords...
–Este último episodio ha sido excepcional y preocupante, y serían las dos cuestiones a destacar. Por un lado, las noches tropicales (más de veinte grados) en Valladolid se producen dos de media al año.
–¿Solo?
–Es una media, pero sí. En el episodio de 2003, por ejemplo, hubo ocho. Pero es que en este hemos tenido siete y en la ola de calor de junio ya tuvimos tres. Así que por ahí ya tenemos un récord en este sentido. Es significativo que ahora los récord se han superado no por décimas sino casi por un grado, y eso es mucho y algo a tener en cuenta. En el caso de Valladolid se alcanzaron 41,1 grados el día 15, cuando el anterior récord de la serie (desde 1974), era de 40,2 en 1995. Y hubo cuatro días consecutivos en los que se batió ese registro. Y el día 16 hubo una mínima de 22,8, que fue el récord para un mes de julio.
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–¿Se atisban ya nuevas olas de calor en el horizonte?
–Bueno. Estamos en el periodo de la canícula, que se considera del 15 de julio al 15 de agosto. Este episodio ha remitido ya, pero en los próximos días van a subir con avisos amarillos desde el jueves hasta el domingo, con 38 o 39 grados, aunque con mínimas más livianas, que se acercarán a las noches tropicales el fin de semana, aunque sin alcanzar los picos de esta pasada ola de calor. Y en la primera semana de agosto parece que vuelven a repuntar las temperaturas, aunque aún es pronto....
–¿La tendencia es que a estas olas se sucedan con más frecuencia entonces?
–El IPCC, que es el panel gubernamental de expertos en cambio climático, que empezó en 1988, ya en sus informes avanzaba que se preveía un incremento de días cálidos y de episodios de ola de calor. El último informe de 2013 ya estaba constatado y preveía con casi total certeza que en el futuro iba a ser una constante el aumento de días calurosos y olas de calor. No es algo que nos sorprenda porque es algo que ya vienen advirtiendo los expertos. La previsión para España es que ese calentamiento sea de 0,4 grados por década en invierno y de 0,7 grados en verano. Eso depende de los escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero.
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–¿Está constatado que el ser humano contribuye a este cambio climático?
–Sí. En ese sentido el calentamiento global es una evidencia y las causas de ese calentamiento global indica que casi con certeza, con un pequeñísimos margen a la incertidumbre, se debe a la acción antropogénica, es decir, a la acción humana en la emisión de gases de efecto invernadero.
–¿Y va a llover menos?
–La tendencia en España no está muy clara, pero las proyecciones apuntan a que va a disminuir la precipitación.
–La predicción del tiempo ha mejorado mucho o siguen con muchas incertidumbres a más de tres días vista...
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–Los modelos numéricos han evolucionado mucho gracias a lo ordenadores. Creo recordar que la precisión a tres días de los años ochenta es la que ahora tenemos para cinco. Donde nos estamos centrando es en la vigilancia, la previsión para las próximas horas, y ahí estamos centrando los esfuerzos. Ya no nos sorprende nunca, o es muy difícil que lo haga, un episodio extremo de precipitación. Nos puede sorprender en qué sitio concreto ocurre. A día de hoy podemos anticiparnos a fenómenos extremos, pero siempre existirá esa incertidumbre del lugar exacto.
–¿No es tan fácil concretar ese punto exacto?
–Recientemente tuvimos un caso en Matacán, con un observador a un kilómetro de la estación automática, que recogió 15 litros y el observatorio no llegó a 2. Y la estación funcionaba perfectamente. Me refiero que a veces es muy difícil precisar, aunque tengamos una idea general de que va a haber chubascos intensos. Es la vigilancia con el radar la que nos permite anticiparnos.
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–¿Se invierte lo suficiente en la Aemet para lo que puede aportar al tráfico, cultivos, incendios...?
–Va a haber una inversión muy importante y en Castilla y León se espera que sean siete millones de euros para instalar un nuevo radar en Salamanca para dar cobertura al oeste y al sur de la comunidad y se van a modernizar las estaciones automáticas gracias a los fondos europeos. También hay planes estatales que nos darán un impulso importante.
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