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Su estreno en sociedad fue el 18 de junio de 1965. Aquella jornada, apenas unos días antes de su inauguración, se presentaba en las páginas de El Norte como «el centro comercial más importante de la región». Aires de modernidad para el Valladolid ... de la época. Más de 40 tiendas: «Alimentación, confección, joyería, bolsos, calefacción, restaurante, boutique, papelería y librería, calzados, discos, perfumería, autoescuela, deportes, tintorería». Diversas firmas, varios locales, en los bajos de los números 6 y 8 del paseo de Zorrilla. Fueron las galerías Campo Grande. Un éxito en su momento, una agonía ya entrado el siglo XXI, historia desde hace tan solo unas semanas.
El recuerdo de aquellos comercios, los ecos de unas tiendas que cada vez fueron más escasas, han quedado reducidos a 180 contenedores de escombros, varios camiones de hierro y chatarra, otro más solo del vidrio de unos escaparates que llevaban años sin mostrar mercancía. La última tienda abierta fue un 'compra-venta' de oro. Hoy, después de varios meses de obra, después de retirar de sus entrañas todo ese material inservible, las galerías Campo Grande se han transformado en un aparcamiento para residentes (con la entrada de vehículos por Paulina Harriet).
La empresa Crolec, con sede en Zaratán, se ha encargado de convertir aquella promesa comercial en un 'parking' de dos plantas, con 37 plazas (17 en la superior, 20 en la de abajo;de ellas, 17 con cierre privado), siete trasteros y dos estacionamientos para motos. Un trabajo «complejo», como destaca Fernando Ruiz, jefe de obra, por ese «gran volumen de demoliciones» que ha sido necesario. Se ha cambiado por completo la solera del sótano («la capa de hormigón que había era muy pobre»), se ha adaptado toda la superficie a las nuevas normativas de incendios, de ventilación y extracción, de aislamiento térmico. No ha sido fácil, reconocen desde la empresa, mudar la piel de aquellas galerías históricas.
Su estreno en 1965 vino acompañado por los numerosos reclamos que hacían en prensa los negocios allí instalados, en las tripas de un bloque de diez plantas, en los primeros portales del paseo de Zorrilla, a un paso de cebra de la Academia de Caballería. Entre los inquilinos estaba Deportes Blasco, que en aquel 1965 se promocionaba con Fisic, «la bicicleta eléctrica americana para el mantenimiento de la forma física» o Bulworker 2, «el tensor alemán para el rápido desarrollo físico y de la fuerza».
La agencia inmobiliaria Vilma buscaba clientes con ofertas de locales comerciales en Farnesio, casas de 200 metros cuadrados en la calle Asunción, naves industriales cerca del mercado de abastos, en la carretera de Soria, o pisos en Ferrari y en esa zona de nueva urbanización frente al estadio (entonces en lo que era prolongación del paseo de Zorrilla).
Unos meses después, en octubre de 1965, abrió sucursal el Banco Ibérico y también allí estuvieron las oficinas del Real Valladolid Deportivo (donde los socios debían acudir a retirar entradas para los partidos del equipo).
Publicidad que, en junio de 1965, anunciaba la próxima apertura de las galerías Campo Grande.
A principios de los años 70 allí había un local que vendría soluciones «mágicas» para los dolores.
Anuncio publicado en prensa en las navidades de 1967.
Así se anunciaba en prensa, a mediados de los años 80, uno de los ocupantes de las gelerías.
Desde las galerías se accedía al mesón restaurante La Fragua, con «gran barra y cocina selecta», como se anunciaba en la prensa. Y vecinos eran también la joyería relojería Galicia o Sol Thermic, una distribuidora de sistemas solares de calefacción que en 1967 se presentaba como el modelo término que usaban «las naves espaciales».
Por aquella época, las galerías Campo Grande presumían de ser «el centro más importante del Valladolid moderno» y organizaban por Navidad encuentros de los niños con los Reyes Magos.
Eran años de gran afluencia. Allí se podían conseguir los uniformes deportivos del Centro Cultural, de La Inmaculada, el San José, Carmelitas del Museo, el instituto Zorrilla o el Mixto de Pajarillos. En su historia figuran también la sastrería Gómez Duro, la peletería Toripiel, la academia de corte y confección Telares o los almacenes Herla, que en 1970 anunciaban remate total de existencias (pijama de caballero a 159 pesetas, vestido de señora en lana estampado por 290, más de mil abrigos a elegir por 575), ya que se mudaba al número 16 de la calle Santiago.
Y atención, porque allí, en 1971, en un local exclusivo, se podía comprar la «cruz magnética», una recomendación del doctor Mesmer para obtener «vitalidad y fuerza», gracias a «una piedra de magnetita y a la reacción de su imán vitalizado». «Millares de personas disfrutan de los beneficios de esta joya», que se vendía (chapada en oro de 18 quilates, decía) por 550 pesetas (3,30 euros). Durante los años 80, hubo academias de informática (enseñaban Basic, Cobol y Ms-Dos), estudios fotográficos y el videoclub Óscar (con anuncios que recomendaban 'El profesional', 'Aullidos' o 'Conocimiento carnal').
Las galerías vivieron una rehabilitación en 1997. Albergaban el taller de arte Tanagra, el estudio de Armando Records o Charly Blues, un paraíso del vinilo que sobrevivió en las galerías hasta que se mudó a San Isidro. Fue uno de los últimos en marcharse. Uno de los locales que más resistió abierto antes de que el olvido invadiera unas galerías ahora convertidas en estacionamiento. Porque allí, en aquel espacio que antes fueron tiendas y hoy son historia, aparcan ya los primeros coches.
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