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Alberto Gómez, entre los alumnos del José Zorrilla. RODRIGO JIMÉNEZ

El adiós del conserje del colegio José Zorrilla

Alberto Gómez Lubeiro se jubila después de 28 años como portero del colegio de la calle Pinzones, un centro que llegó a tener más de 600 alumnos en sus aulas

Víctor Vela

VALLADOLID

Lunes, 11 de marzo 2019, 07:55

Las voces de los ochenta escolares del colegio José Zorrilla (en la calle Pinzones) entonan una canción infantil a la que le han cambiado la letra. «Adiós, don Alberto, adiós. Hoy es el último día, ya te tienes que marchar, muy contento, satisfecho, tienes que descansar». Y Alberto Gómez Lubeiro (Valladolid, 1954) sonríe en el salón de actos, abrumado por la sorpresa, consciente de que ha llegado el momento de la despedida, de cerrar por última vez las persianas del cole, apagar las luces de los pasillos, cerrar las puertas de aulas y clases para no volverlas a abrir. Alberto se jubila y con él queda aún más huérfano el cuerpo de 'porteros de colegio', una figura de los funcionarios municipales condenada a desaparecer por la externalización de los servicios en una empresa de celaduría.

«Cada vez quedamos menos», dice Alberto, quien llegó al José Zorrilla antes que los ordenadores y las pizarras digitales. Comenzó su trabajo en el Ayuntamiento en el Servicio de Limpieza, como uno de los «pioneros» de los carros a pie de calle.«Antes, la recogida se hacía con una DKV, un conductor y dos barrenderos que iban recogiendo la basura. Luego nos pusieron esos carros, que arrastrábamos por las aceras».

Alberto estuvo destinado en Pajarillos Altos, en la carretera de Villabáñez y también el antiguo poblado de la Esperanza, que visitaba a primera hora de la mañana, sobre las siete, cuando apenas había movimiento en la calle, para «evitar jaleos». Hasta que a principios de los años 90 decidió presentarse a las pruebas de promoción interna en el Ayuntamiento y aspirar a una plaza de portero de colegio. «Ni siquiera conserje, que es algo que peleé durante muchos años, que reclamé a los sindicatos», asegura.

«Recuerdo que cuando me hicieron la entrevista, una de las preguntas del tribunal era que si nos veíamos trabajando con niños». Respondió que sí. Y Alberto, que de pequeño pisó las clases del colegio Felipe II (hoy Vicente Aleixandre) volvió a las aulas. Primero en el Gutiérrez del Castillo (hoy Entre Ríos). Un curso después, en el 25 Años de Paz (hoy José Zorrilla). «Era un destino que casi nadie quería porque la caldera era todavía de carbón. Y no era nada cómodo alimentarla, como ahora, que va a gas».

Cuando llegó Alberto era un centro con mayoría de alumnas. Hasta hacía apenas unos años, el colegio había sido exclusivamente femenino (los niños iban a unas instalaciones en la cercana avenida de Palencia). Pero, poco a poco, ellos también se incorporaban al centro. «Este era un barrio con muchísima población. El colegio tenía cerca de 600 alumnos.Estaba lleno.Y ahora, cuando piensas que apenas son 80». Ha influido el envejecimiento de la zona. El entorno de Hospital-La Rondilla-Santa Clara es uno de los focos que presenta mayor envejecimiento de la población. Además, el centro ha ganado progresivamente alumnado inmigrante y ahora, casi la totalidad de los escolares procede de familias que han llegado de otros países. Hay trece nacionalidades en sus aulas. «Con tan poquitos estudiantes es normal que te sepas el nombre de todos y los cojas tanto cariño. Y eso es importante.Ahora, con los contratos externos, hay conserjes que no terminan ni siquiera un curso», afirma.

Reconoce la dirección del centro, el cuerpo docente, que todo será más difícil sin Alberto. El correo, el mantenimiento, la apertura de clases a primera hora y el último repaso antes de cerrar, el envío de partes («antes era por fax»), si hace falta cambiar ventanas, solventar humedades, si hay un problema con la calefacción. Y además, los ordenadores. «Soy un apasionado de la informática y no se me dan mal», asegura. Y eso que los portátiles le depararon uno de los peores momentos de su carrera: unos desconocidos entraron en el colegio por el salón de actos y robaron dos ordenadores.

Este viernes, Alberto dijo adiós a sus compañeros, se despidió de los chavales, cerró por última vez del cole en el que ha trabajado 28 años.

Los orígenes del colegio José Zorrilla se encuentran en el curso 1966-1967, hace más de medio siglo, cuando en un patio interior de la avenida de Palencia se abrió un centro para niños, con clase desde párvulos a octavo de EGB y aulas en las que había más de cuarenta alumnos (algunas con hasta cincuenta, recuerdan hoy desde el centro). De forma paralela, en la calle Pinzones había un colegio solo de niñas llamado como el barrio, XXV Años de Paz. En el curso 90-91 se fusionaron los dos centros en un único colegio mixto (32 unidades) . Desde 1995-96, con la desaparición de séptimo y octavo de EGB, las instalaciones pasaron a ser exclusivamente las de la calle Pinzones, su actual ubicación.

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