Los brazos de Saúl de la Fuente permanecen erguidos, formando ángulos de noventa grados. Su cuerpo dibuja una cruz en el aire que le permite estar suspendido a dos metros del suelo. El temblor de sus muñecas evidencia el colosal esfuerzo que está realizando ... para mantener la posición. Las extremidades le 'atornillan' a una de las largas telas aéreas que cuelgan del techo y lamen el pavimento acolchado de esta nave de la calle Santa Fe. Ese ejercicio, al que denomina 'El Cristo', es uno de sus favoritos. «Es para flipar», espeta.
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Lo ha practicado «mil veces». Pero esta vez, a diferencia de las novecientas noventa y nueve anteriores, cuesta un poco más. No lo practica tanto como le «gustaría». Desde que se decretara el estado de alarma, los entrenamientos son diferentes. «Más 'light'». El confinamiento cortó de raíz la actividad en Nuevo Fielato, una escuela de arte circense de la capital que enseña acrobacias, malabares y equilibrios aéreos a cerca de 180 personas de diferentes edades, «desde críos hasta adultos, de los que lo hacen por diversión y lo toman como un gimnasio a aquellos que verdaderamente quieren dedicarse a ello». Ahora, De la Fuente, director del espacio, entrena cómo y cuándo puede. Lo hace desde el improvisado gimnasio que ha habilitado en su domicilio. «Puedes ejercitarte y hacer ciertas cosas, pero la actividad propia de arcos o aéreos es muy complicada de hacer», reconoce.
Más allá de mantener a punto su forma física, De la Fuente, profesor de acrobacias aéreas con telas, aros, cuerdas y trapecios, se fijó el «objetivo» de que la llama de Fielato permaneciera viva ante este enemigo invisible. Así, «varias» veces a la semana imparte clases 'on-line' a través de las redes sociales de la escuela. «Trabajamos diferentes aspectos para tratar de mantenerlos, pero ejercicios que no podemos hacer porque habría que venir a la nave, por lo que en ese sentido estamos más limitados», apostilla este vallisoletano.
La emergencia sanitaria no pasará de puntillas por Nuevo Fielato. Traerá «consecuencias». Por el momento, su director ya da por perdida la gira de este año, aunque «confía» en que la crisis «no frene el crecimiento», pues es ahora, tres años después de que esta antigua nave de los Almacenes Generales de Castilla se reconvirtiera en espacio para acróbatas, malabaristas y equilibristas, cuando el proyecto está comenzando a rodar. «Este año empezaba el proyecto a repuntar y a estar saneado y ahora llega esto. El parón nos ha venido fatal», lamenta. «Quiero creer que no afectará en exceso; de momento hemos suspendido las clases hasta el curso que viene porque es un sinvivir estar pendientes de si podremos abrir o no y los espectáculos que teníamos programados para este verano les están aplazando. Veremos a ver si podemos actuar o no», añade.
Sus pies se despegan de la colchoneta para coger impulso y amarrarse al trapecio. En cuestión de segundos, la posición inicial se ha revertido; ahora son sus pies los que cuelgan del columpio. «Ostras, tú. Quieras que no se pierde un poco, ¿eh?», se cuestiona Saúl de la Fuente.
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Junto a él, el hombre de las posturas imposibles sobre un aro, está Isaac Posac, malabarista y verticalista, además de profesor en la escuela. Sin despegar la mirada de las cuatro pelotas que giran en el aire antes de aterrizar sobre sus manos, parapetado bajo una mascarilla que contribuye a que las gotas de sudor arrecien con mayor asiduidad sobre su frente y manteniendo la distancia de seguridad. Lo hace de tal forma que parece fácil. Pero no lo es. «Lleva muchas horas de trabajo y mucha paciencia. Y ahora, que no es fácil para nadie, pues más aún; trabajo la flexibilidad y la fuerza como puedo, pero muchos días es imposible hacer algo», señala.
Especiales coronavirus
Él, como el resto de profesores de Nuevo Fielato, 'sobrevive' dando clases a través de Internet de acrobacia para «reforzar y no perder». «No está siendo algo regular, más o menos una vez por semana, y hacemos sobre todo trabajo de equilibrio y ejercicios de apoyo;estamos muy limitados», asevera. Reconocen que la vida de este «circo contemporáneo», como se refieren –no llevan a cuestas la típica carpa–, no es sencilla. «No siempre valorada». Pero ahora solo piensan en que sus colchonetas vuelvan a 'sufrir', cuanto antes, los saltos de aprendices.
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