Los achaques del Museo de Valladolid: columnas precintadas, humedades y una ampliación que no llega
Una recogida de firmas recibe 8.000 apoyos para reclamar la mejora en las instalaciones del palacio de Fabio Nelli
Unas gigantescas tiritas blancas sirven de precinto de seguridad para varias columnas en el patio del palacio de Fabio Nelli. Si el visitante se ... fija, verá cómo hay al menos seis con los capiteles desgastados, cómo una de ellas tiene unos cinchos de hierro en la parte superior del fuste y cómo hay otra más con abrazaderas para evitar que se desprenda parte de la piedra. Es tan solo uno de los achaques que sufren las instalaciones del Museo de Valladolid, una institución de titularidad estatal, gestión de la Junta de Castilla y León, y una sensación de olvido que se arrastra desde hace más de veinte años.
Noticia relacionada
El edificio que quería hacer sombra al Palacio Real
Un libro de firmas a la entrada del museo invita a los visitantes a solidarizarse con su situación. «Desde 2004, el Museo de Valladolid está esperando llevar a cabo un proyecto de ampliación, restauración y reforma integral que le permitirá modernizarse y prestar mejores servicios. Ante los problemas surgidos para la autorización de las obras y para reiterar la necesidad de las mismas, el Museo tendría en gran estima el apoyo de sus visitantes». Esto dice el documento, que ya ha conseguido la adhesión de 7.876 personas. Durante el año pasado, el Museo de Valladolid recibió cerca de 17.000 visitas. Solo el pasado sábado 18 de mayo, Día de los Museos, por allí se acercaron 2.800. Y pudieron comprobar no solo la riqueza arqueológica y patrimonial que atesora el Palacio de Fabio Nelli, sino también los problemas que sufren las instalaciones.

Columnas precintadas en el patio del Museo de Valladolid.

Uno de los capiteles reforzados.



1 / 5
El más evidente a simple vista es el de estas columnas precintadas, pero basta con fijarse un poco para descubrir otros problemas. En la cubierta (hace diez años se tuvo que intervenir en ella) hay varias tejas movidas, por las que se filtra el agua, lo que provoca goteras y humedades en varias salas. Las más preocupantes están en la sala XIV y en la XIII, justo encima de dos óleos del siglo XVI ( 'La flagelación', de Juan Correa de Vivar, e 'Imposición de la casulla a San Ildefonso', atribuido a Sergio Martínez). La filtración de lluvias ha provocado también daños en el artesonado de la primera planta (justo frente a las escaleras), donde también se sufren los desperfectos que ocasionan los pájaros que allí intentan hacer sus nidos. El tejado acumula vegetación y suciedad, que cuando llueve provocan atascos en los canalones. Y todo esto, ante la inacción de la Junta y del Ministerio de Cultura, que no acometen obras de calado en el edificio al no ponerse de acuerdo sin son daños estructurales o derivados de su mantenimiento.

Los 17 trabajadores del museo (que desde hace dos años espera el nombramiento de un director) tienen que lidiar además con una preocupante falta de espacio para exponer sus numerosos y ricos fondos. Los visitantes se tienen que conformar con menos del 20% de las piezas que forman parte de su colección. El resto está escondido en naves y almacenes, lo que impide que vallisoletanos y turistas puedan conocer de cerca reliquias y objetos relevantes en la historia de la provincia. La mayor parte de estas piezas está depositada en la nave de un pueblo cercano a la capital, alquilada en el año 2002 y que ya está llena a rebosar. Además, el sotáno de Fabio Nelli está lleno de compactos, unas enormes estanterías que se mueven con ruedas donde se depositan cajas con sarcófagos o cerámicas llegadas de yacimientos de Padilla de Duero, Olmedo, Villalón o Cogeces. También en el sótano hay restos arqueológicos en sus pasillos y anaqueles llenos de libros que deberían estar depositados en la biblioteca, si es que esta no padeciera también un claro déficit de espacio. «Y el problema es que los fondos de este museo no dejan de crecer», como explica Fernando Pérez Rodríguez-Aragón, conservador del museo. Aquí no solo está depositada la colección histórica, sino que hasta aquí llegan los resultados de todos los descubrimientos arqueológicos destapados en las intervenciones urbanísticas.



Esto hace que la preocupación por el problema de espacio se haya convertido en una reivindicación histórica. Hace justo 30 años, en 1994, la entonces directora Eloísa Wattenberg ya alertaba de las estrecheces del museo. «Necesitamos crecer. Los almacenes están a rebosar y la falta de galerías no nos permite mostrar algunos objetos». En aquel momento no había un proyecto formal de ampliación, pero sí que se apuntaba ya a la ocupación del solar colindante, con fachada hacia la calle Expósitos.
Este espacio es la mejor opción para el crecimiento de un museo que en este 2024 cumple 145 años de vida. El 21 de noviembre de 1879, el Ministerio de Fomento creaba el Museo Provincial de Antigüedades, que incluía la colección de la Galería Arqueológica, el germen del museo en 1875, organizada por la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, en colaboración con la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos. La sede del museo estuvo en el Colegio de Santa Cruz (ocupaba la planta superior), pero la colección creció también de forma importante, lo que llevó a la Universidad a solicitar la cesión del Palacio de Fabio Nelli, que el Estado había adquirido en 1942 con la intención de que acogiera un instituto femenino de enseñanza media. En 1954, se hizo oficial la cesión, pero hubo que desalojar el edificio, ocupado por viviendas particulares hasta diciembre de 1961. Las obras para adaptar el palacio comenzaron en 1962 y el museo se inauguró el 7 de diciembre de 1968, con Socorro González de Madrid como directora. Eso sí, el museo ocupaba solo el cuerpo principal del palacio. El resto estaba tan deteriorado que en 1978 se derrumbaron las dependencias contiguas, lo que dio lugar al solar actual, del que solo queda una parte de la fachada en la calle Expósitos.

Solar anexo al Palacio de Fabio Nelli donde estaba prevista la ampliación.
Alberto Mingueza
El solar, con las viviendas del Viejo Coso a la derecha.
Alberto Mingueza
Pared lateral a la calle Expósitos.
Alberto Mingueza1 / 3
En este solar están puestas todas las miradas para la ampliación del museo. Hubo un momento en el que parecía que el deseo se haría realidad. En 1999 se ponía en marcha este proceso para que el Museo de Valladolid creciera y en el 2000 se incluyó la propuesta en el Plan Integral de Museos Estatales. El 6 de marzo de 2002, la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, anunció en el Congreso de los Diputados que el Gobierno tenía previsto invertir 3,4 millones de euros para acometer la obra, que se adjudicaría en 2004. Después de la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en 2003, el Museo solicitó información para que el proyecto se adecuara a la normativa urbanística. «Con esta información se acabó dando forma a la propuesta de mejora del museo y se elaboró el correspondiente estudio de detalle, que tras ser sometido al periodo de información pública (no se presentaron alegaciones), el Ayuntamiento aprobó en pleno», explicaba Eloísa Wattenberg, en un artículo publicado por El Norte de Castilla en 2009.
Ese proyecto, firmado por Horacio Fernández de Castillo, permitiría sumar 7.000 metros cuadrados al espacio museístico. Preveía una construcción de cuatro plantas (se recuperaban los volúmenes originales de esas edificaciones derruidas a finales de los 70), que permitiría renovar el programa de exposiciones, con una gran sección dedicada a la historia de Valladolid. También contemplaba un salón polivalente, biblioteca, almacenes, salas para investigadores, así como una mejora para el taller de restauración. Para preparar el terreno, se realizaron dos campañas de excavación que dejaron al descubierto un gran tramo de la primera cerca medieval de la ciudad (quedaría integrada en la planta baja del nuevo edificio). En 2008, el Ayuntamiento concedió la licencia para arrancar los trabajos de ampliación, pero un grupo de trece vecinos denunció el proyecto por entender que la edificabilidad permitida por el Ayuntamiento excedía la legalidad, al tiempo que se tapaba su visibilidad al levantar los nuevos muros del bloque de ampliación. En 2009, el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) respaldó la petición vecinal y anuló el estudio de detalle. Y entonces, el sueño de la ampliación entró en un dique seco del que todavía no ha salido. El 2 de abril de 2014, el Ayuntamiento modificaba el Plan General de Ordenación Urbana para facilitar la ampliación, al reducir el cómputo de edificabilidad. Pero las administraciones no han vuelto a manifestar su interés por retomar el proyecto. Los presupuestos generales del Estado incluyeron durante años varias partidas testimoniales (de 120.000 o 240.000 euros), pero desde 2020 no han vuelto a aparecer entre los intereses del Ministerio de Cultura.

«Ahora habría que empezar de nuevo», reconocen fuentes del Museo de Valladolid, al entender que el proyecto anterior respondía a las necesidades de principios del siglo XXI y no a una nueva realidad que privilegia el consumo eficiente y los edificios prácticos frente a los monumentales.
A la espera de una voluntad política que desatasque la necesaria ampliación, el Museo de Valladolid tiene que lidiar con una dura realidad que se escribe con columnas precintadas, humedades, un tejado herido y un muro en mal estado (el que comunicaría con el nuevo edificio) que precisamente estaría llamado a desaparecer con la ampliación de un museo que acoge la memoria arqueológica e histórica de Valladolid.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.