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Fundador, compositor y guitarrista de La Oreja de Van Gogh, Pablo Benegas Uribayen (San Sebastián, 1976) compagina estos días la gira del grupo por distintos festivales de la geografía española -«Es la primera vez que La Oreja actúa en festivales»- con la presentación de su libro, 'Memoria', en el que el donostiarra habla del valor de la amistad, de la música y también de los años en los que su padre, el socialista Txiki Benegas, fue objetivo de ETA. En estas páginas habla también de la formación del grupo musical que forma junto a Leire Martínez, Álvaro Fuentes, Xabi San Martín y Haritz Garde. En las entrevistas que está concediendo a los distintos medios, el músico ha abierto su cajón de los recuerdos: «Ha sido un ejercicio de echar la mirada atrás, de reflexión», confesaba en la presentación de su libro en San Sebastián.
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Entre esos recuerdos ha confesado que conoció a Amaia Montero en una cena de tunos. Y es que Pablo Benegas fue tuno en sus años universitarios, igual que antes lo había sido su abuelo materno, Vicente Uribayen. «Mi abuelo tocaba la pandereta en la tuna de Valladolid», le contó a Ángel Expósito en 'La Linterna'. Él tocaba la guitarra clásica, heredada de su abuelo, con la que aprendió a sacar el sonido de sus grupos favoritos en la intimidad de su cuarto. Las amigas de Amaia la animaron a cantar en aquella cena y «yo me enamoré de su voz». «Ella se negó en un primer momento porque le daba mucha vergüenza, pero insistieron tanto que acabó aceptando con la condición de que apagaran la luz. Empezó a cantar, a oscuras, 'Nothing compares to you'. En la intimidad del silencio y la penumbra, con nuestras emociones navegando en el agua de Valencia, la voz de Amaia nos acarició uno por uno. Fue realmente mágico. Nunca había oído cantar así y menos a treinta centímetros de mí». «Le propuse formar la banda, pero nos costó convencerla. Tuvimos que llamarle a casa varias veces y a la tercera nos dijo que sí», compartió en la presentación del libro.
Sobre el regreso de Amaia a La Oreja de Van Gogh también ha sido claro: «no, no tiene ningún sentido».
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