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«Es un mazazo después de tanta lucha. Son unos incrementos inaceptables». La concejala de Educación del Ayuntamiento de Valladolid, Victoria Soto, no puede ser más contundente al analizar la evolución del absentismo escolar en las aulas de educación obligatoria en Valladolid. Al cierre ... del curso 2020-2021, la cifra casi se ha más que duplicado en los tres niveles (Infantil, Primaria y Secundaria) y alcanza el 4,03% de los niños en edad escolar. Un porcentaje que el curso pasado no superó el 1,68%.
La Memoria de Absentismo Escolar de Valladolid refleja que 1.593 niños figuran en los partes con ausencias en las aulas. Superan el 20% de faltas no justificadas durante dos meses lectivos. Son 913 alumnos más que el año pasado (679 en el curso 2019/2020).
Pero la fuga escolar es más grave en las edades tempranas. Así, las ausencias en Educación Infantil se han cuadruplicado (del 1,21% al 4,77%), mientras en Primaria pasan del 1,57% al 4,36%. La tendencia solo se mitiga un poco en Secundaria, nivel en el que las 'pellas' aumentan del 2,06% al 3,29%.
En este segundo 'curso pandémico', el miedo a los contagios en las aulas ha sido la principal razón que aducen los padres para no enviar a sus hijos a clase. «Se han mostrado muy reticentes a que pudieran ir a clase, no acudiendo de manera continuada. En unas ocasiones, motivadas por miedo a un posible contagio y, en otras, porque debían guardar periodos de cuarentena», resume la Memoria estas causas.
La evolución al alza del abandono escolar en Valladolid se produce en un contexto de caída de la natalidad. Se acabaron las sinergias del 'baby boom' de los 80. Los hijos de aquella realidad expansiva son hoy adultos que han dado un paso atrás y un giro de 180 grados a la realidad demográfica del país. Y, de forma mucho más agudizada, de la Meseta.
Por eso, los datos de la Memoria de Absentismo Escolar de Valladolid se agudizan más si se tiene en cuenta que la población escolarizada en la ciudad (39.520 menores) perdió 848 matrículas el curso pasado, con una caída superior al 2%. Una evolución que sigue el ritmo del fracaso escolar.
Si este es mucho más evidente en Inntil y Primaria, es también en estos ciclos donde se registran las mayores caídas de matrículas. El año pasado hubo 421 niños menos en Infantil y 318 en Primaria. En la última etapa oblitatoria, la Secundaria, el desplome se atenúa y se queda en los 109 alumnos.
Hay más matriculados en centros concertados (55%) pero la caída de las matrículas se ceba en la pública (532 menos, casi el 63% del total). De la caída general, solo se libra la ESO en la concertada, que registró el curso pasado un ligero aumento gracias a la llegada de alumnado del alfoz de la ciudad.
La concejala de Educación lamenta que «en este año y pico que llevamos de situación excepcional se ha perdido todo lo que habíamos adelantado» y admite su desazón por el continuo juego «al gato y al ratón» tratando de contener las ausencias. «Lo difícil viene ahora. ¿Cómo recuperar los hábitos y mantener las rutinas? Solo queda seguir trabajando para luchar contra la cronificación del problema», reflexiona Soto.
De las cuatro áreas educativas en las que se divide la ciudad, la zona Este (Pajarillos, Delicias, Canterac) concentra la mitad de los casos. Solo estos barrios duplican la media general y superan entre las tres etapas educativas el 8%, con picos por encima del 10% en Infantil. «Por eso el curso que viene vamos a intentar reforzar los programas de apoyo, pero con especial incidencia en la zona Este», se comprometen desde Educación municipal.
El resto se reparte de una forma más equitativa aunque el área Esgueva también alcanza un preocupante 7%, mientras la de Pisuerga (de la Victoria a Huerta del Rey) se queda en el 3% y la de Campo Grande (centro) no pasa del 2%. En todo caso resulta llamativo el que solo 15 de los 105 centros de educación obligatoria (tanto públicos como concertados) se libran de sufrir algún caso de absentismo.
El 'atasco' mayor se concentra en el nivel de Primaria. En especial entre los 8 y 10 años. El 77% de los casos se ceba con estas edades clave para la consolidación de las rutinas escolares, con especial incidencia en 4º curso.
En su detección juegan también un papel importante los Servicios de Acción Social (CEAS) y las patrullas de la Policía Local, que en el curso recién acabado levantaron 112 actas a 93 chicos a los que localizaron vagando por parques o rondando por sus barrios en horario lectivo.
En esta intermitente huida de la obligación legal de llevar a los niños a la escuela también hay escalas. Los equipos de intervención realizan una gran labor de seguimiento de casos moderados (1% a 19% faltas al mes), medios (20% a 50% faltas) y severos (51% a 100%).
Y es aquí donde echan el resto con los casos más recalcitrantes en 36 colegios donde se ha hecho un estrecho 'marcaje' a la situación de 130 niños de 84 familias. Un programa en el que una gran parte (99 menores) son reincidentes. Entre los centros con más expedientes destacan el San Viator (19), Jorge Guillén (13), Miguel Hernández (10) y Nuestra Señora del Carmen (8).
El perfil de estas realidades familiares permite radiografiar el 'caldo de cultivo' del abandono escolar temprano. Con mayoría de familias de minorías étnicas (sobre todo gitana) y sin estudios o muy básicos. Realidades de fondo y de difícil reversión que hacen que más de la mitad de estos niños (54%) sean repetidores de curso y que poco más de una tercera parte se matriculen en el curso que les corresponde por su edad.
Enfrentarse a esto exige algo más. Desde el Secretariado Gitano y desde el Ayuntamiento consideran que «hace falta que haya más coordinación con todas las Administraciones».
Aun así, hay motivos para la esperanza, como el hecho de que el 31% de las familias del programa «evolucionó favorablemente». Al otro lado de la balanza, se han enviado a la Fiscalía de Menores los informes de 17 menores cuyos padres «no facilitan su asistencia a clase».
Una coordinación que va más allá de aspectos educativos. La crisis global por la covid vino acompañada de un cambio profundo de las ayudas a familias con carencias. La anterior Renta de Garantía Ciudadana exigía a los beneficiarios con hijos que cumplieran con la ley escolar para poder cobrarla. El Ingreso Mínimo Vital, en vigor desde el 1 de junio de 2020, no establece todavía ninguna exigencia en este sentido, lo que ha liberado a las familias del compromiso con la escuela de sus hijos.
El 92% de las familias incluidas en los expedientes de lucha contra el absentismo son de etnia gitana. Sus perfiles hablan de familias numerosas (65% de los casos) y con escasa formación de los padres (casi el 90% sin estudios o, como mucho, primarios). Esto hace aún más complicados los planes que desde la Fundación Secretariado Gitano tratan de inculcar los hábitos educativos y donde tienen claro que «la pobreza social se transmite de generación en generación», resume su directora, Mar Fresno.
«La pandemia ha multiplicado el miedo y retraído a los padres -explica-. Por eso trabajamos con las familias para disipar esos temores. En el primer trimestre del curso que ahora ha finalizado hicimos un esfuerzo para que las familias conocieran la realidad de los colegios».
Fresno admite que se ven más los fracasos que los avances que, año a año, se van logrando en materia de instrucción. Y recuerda el todavía modesto, «pero creciente», número de estudiantes gitanos que acaban sus estudios y se enfrentan a la EBAU.
Considera que en el fuerte incremento del abandono escolar ha jugado en contra el cambio de la Renta de Garantía Ciudadana (RGC) para dar paso a la prestación del Ingreso Mínimo Vital (IMV). «Entre las medidas incentivadoras para cobrar la RGC estaba la escolarización. En cambio el IMV, que lleva más de un año en vigor, no está desarrollado y no hay exigencia». Los datos le dan la razón. El 30% de las familias absentistas de Valladolid cobra el Ingreso Mínimo Vital.
Desde el Secretariado Gitano reclaman también «más medidas de carácter equilibrador y compensatorio en el sistema educativo» para ayudar a las familias con dificultades.
Alberto Rodríguez reúne una historia de éxito en la lucha cuerpo a cuerpo con el absentismo en el centro que dirige, el Cristóbal Colón, situado en el barrio de Pajarillos, 'zona cero' del abandono escolar. «Empecé el curso con 30 o 40 alumnos (tenía 203 matriculados) y llegué a trabajar con 170 en el segundo semestre. Fue el 'pico' mayor del año», asegura.
Sabía que el curso empezaba con la lucha contra «el desconocimiento de tantos padres, asustados por las noticias de la covid que les transmitían desde sus colectivos». Su receta se apoyó en tres patas: una seguridad muy estricta en el centro, el boca a boca para que llegara el mensaje y, la guinda: «el desarrollo de programas de innovación educativa que hicieran que los propios niños se sintieran atraídos por sus clases».
Surgieron así aulas centradas en actividades al aire libre, como un taller de arreglo y manejo de bicicletas u otro de cosmética natural que incluía salidas para conocer las plantas y sus usos. «Los niños se fueron enterando y pedían a los padres que los llevaran a clase», recuerda con orgullo Rodríguez.
Sabe que sus alumnos que se quedan en casa no hacen nada. «Cuando conoces las condiciones de sus viviendas entiendes que es imposible que estudien en ellas. No es operativo».
Tiene claro que el nuevo curso que arrancará en septiembre «tiene pinta de que va a empezar todo igual». Y que la clave es que «nos dejen incorporar nuevas tendencias innovadoras, sobre todo en el exterior».
El director del Cristóbal Colón lamenta el frenazo que ha supuesto la implantación del Ingreso Mínimo Vital. «Nos está destrozando. Es barra libre para los padres. Nos ha aflojado las 'tuercas' que estábamos 'apretando' en el sistema».
Toda esta realidad de carencias educativas se engloba en el debate regional sobre el riesgo de que crezcan los colegios gueto. En Valladolid está la tercera parte de los 31 centros incluidos en ese mapa. Situados en barrios en riesgo de segregación urbanística y racial, antesala del fracaso educativo.
Precisamente, los gestores y entidades de barrio de la zona Este se han unido en Pajarillos Educa, un proyecto que pretende revertir la realidad de la zona con planes inclusivos y atractivos para las familias.
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