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Antonio G. Encinas
Jueves, 4 de mayo 2017, 19:08
Estorba. En mitad del vestíbulo, dividiendo en dos lo que habitualmente es un espacio diáfano, de paso obligado para casi todos los que pisan Filosofía y Letras. «Estorba», admite María José Martínez Ruiz, ideóloga del asunto. «Pero es lógico que estorbe. Es un muro».
Sus veinte bloques, sin embargo, encierran la paradoja de configurar un antimuro. Porque su levantamiento brotó como respuesta a la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y a su idea de hormigonar la frontera con México. «La iniciativa surgió en una charla entre un pequeño de profesores por la realidad que estábamos viviendo. Y pensamos que por qué no llevar este tema de debate al aula». Y del aula al vestíbulo de la facultad, donde permanecerá hasta el 24 de mayo.
Así, este artefacto edificado con paneles de cartón y pósteres explica a lo largo de sus paredes ficticias de qué modo lo hispano ha configurado en gran modo lo que es hoy Estados Unidos. En todos los ámbitos. Porque otro de los valores añadidos de esta iniciativa docente es que se ha realizado de forma transversal entre los profesores y alumnos de veinte departamentos de los grados de Historia del Arte, Historia, Lengua y Literatura y Filosofía. Sin contar con que han colaborado otros departamentos como Geografía o Periodismo, por ejemplo.
«Creo que es la primera vez que nos implicamos desde distintas disciplinas y grados y de diferentes cursos. Normalmente cada grado trabaja dentro de sus materias, pero en este caso nos parecía importante la reflexión y además exhibirla», explica María José Martínez Ruiz.
Una reflexión que aporta conocimiento. Y ese es el único modo de derribar la intransigencia, la intolerancia y otras formas más o menos rotundas de incultura e incivismo. El ilustrador del póster, Jesús Redondo, abuelo de uno de los alumnos involucrados, colocó al pensador de Rodin ante una tapia que se desmoronaba. «Pensé razón, muros, impedimentos... Y lo plasmé en un muro que se rompe porque la razón lo tira abajo».
Y la razón impera en esta frontera de cartón y papel couché.
Tanto que los propios docentes han ejercido de alumnos ante los trabajos de otros departamentos y asignaturas. «Ha sido muy enriquecedor porque el hecho de estar trabajando profesionales de disciplinas distintas, como Filosofía, Historia, Lengua, nos ha brindado una perspectiva muy variada. Son solo pinceladas en un lienzo, porque podríamos poner muchos más temas, pero durante el proceso hay que reconocer que todos hemos aprendido sobre aspectos sobre los que a lo mejor no habíamos reflexionado», señala Martínez Ruiz.
Y aporta algunos curiosos.
«¿Por qué hay mansiones de magnates norteamericanos que tienen ese gusto tan hispano que recuerda al Renacimiento o al Barroco español?», dice.
«O los caballos en América. Todo el mundo tiene en la cabeza la imagen del cowboy, sin pararse a pensar que si fue así fue a causa del legado hispano», dice.
«Las propias fronteras de Estados Unidos, el nombre de las ciudades, el diseño de esas urbes, que tiene una herencia hispana, el coleccionismo de arte...», dice.
En uno de los pósteres explican que 1.356 palabras de origen español se utilizan en inglés, especialmente en el inglés norteamericano. Fiesta, piñata, lobo, amigo, nutria, barrio, cantina, paseo, rodeo, vaquero, bonanza...
Y podrían continuar. Más allá de los veinte bloques de argumentos. Hasta llenar el vestíbulo.
Nunca un muro fue tan festivo. Porque la inauguración oficial de la exposición estuvo presidida por una gran afluencia de alumnos, pero también porque ha supuesto lo que los docentes de la facultad calificaban ayer como «un punto de inflexión». «Hemos visto cómo un hecho conflictivo puede golpear conciencias y generar conocimiento», explicaba la profesora Martínez Ruiz, orgullosa de haber aglutinado bajo un mismo proyecto a tantas áreas diferentes. Y es que Humanidades, esa hermana pobre en los tiempos en los que se prima la investigación aplicada y el emprendimiento, en los que se arrinconan la Literatura y la Filosofía en la ESO y en Bachillerato, reclama su hueco. Porque son una facultad numerosa. Porque son los segundos, aducen, en sexenios de investigación reconocidos. Y porque, claro, el conocimiento humanístico es la base para derribar los muros.
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