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El vallisoletano que inspiró el personaje de Benito Guerrero en 'Amar es para siempre'

Antonio Molero interpreta en la serie de televisión a un 'topo' cuya historia recuerda a la de Eulogio de Vega, quien pasó 28 años escondido en su casa de La Rubia por «miedo» a que lo fusilaran

Sonia Quintana

Sábado, 18 de marzo 2017, 11:08

Benito Guerrero, personaje de la serie de televisión 'Amar es para siempre' al que da vida el actor Antonio Molero, ha vivido, tras el fin de la guerra, casi treinta años escondido en un zulo en la pared de la casa de su hermano Camilo. El que fuera alcalde republicano de Castejón de la Sierra (pueblo ficticio), donde vivía desde pequeño con su familia y del que tuvo que huir, ve como una carta de desahucio del casero a su hermano va a obligarle a salir de su 'agujero'. «Aquí llevo encerrado treinta años y aquí me voy a morir», dice el personaje al conocer el contenido de la misiva.

La historia de Benito (salvando licencias poéticas) no ha salido de la imaginación de ninguno de los guionistas de la serie de televisión. Este es uno de esos casos en los que 'la realidad supera (con creces) la ficción'. Benito podría haberse llamado Eulogio y, en vez de haber sido alcalde en Castejón de la Sierra, bien podría haber nacido en Rueda y haber sido alcalde de este municipio vallisoletano durante la Segunda República. Esta historia, tan real como impactante, protagonizó la portada de El Norte de Castilla el 3 de octubre de 1964 y, como escribió el redactor Santiago José Saiz hace más de medio siglo, «la noticia, nuestra noticia, tiene esta vez un profundo interés humano. Surge en torno a un hecho sin precedentes en Valladolid. Diremos, nada más, que nos parece sorprendente y emotiva». Juzguen ustedes mismos.

«Yo tenía miedo, el miedo es libre. Mientras no estuviera totalmente convencido de que no podía pasar nada, decidí no salir. Estaba dispuesto a esperar toda la vida y cuando me muriera, ya nada podía ocurrir». Con estas palabras explicó Eulogio de Vega Colodrón su voluntario cautiverio durante 28 años en su casa del barrio de La Rubia «para evitar ser juzgado por actividades políticas». Escondido por decisión propia desde 1936 hasta 1964, primero en un huerto de Arcas Reales; después en un pozo junto a otros dos refugiados; más tarde en la finca de un amigo, próxima a las márgenes de la Esgueva; y, finalmente, tres años después, en el número 50 de la calle de Rueda en Valladolid, la casa donde vivía su mujer, Julia de la Mota, junto a sus cuatro hijos Eustaquio, Paula, Julio y Josefa (ésta última nacida cuando Eulogio llevaba ya ocho años dado por desaparecido).

Si en 'Amar es para siempre' una carta de desahucio obliga a Benito a abandonar su escodite (un hueco en la pared tapado con un mueble), en el caso de Eulogio la causa fue otra. «Al descubrir que yo vivía cuando se hicieron los documentos para el matrimonio de mi hija (Josefa) comenzaron las indagaciones», aseguraba el mismo el día que su historia salió a la luz. Su hija Josefa desmintió años más tarde esta declaración de su padre y aseguró que fueron unos familiares cercanos los que delataron a Eulogio. Sea como fuere, este vallisoletano nacido en Rueda, alcalde de este municipio y secretario provincial de Trabajadores de la Tierra en tiempos de la República, volvió a nacer el 30 de septiembre de 1965 a las doce del mediodía, cuando la Policía acudió a su casa y le dijo: «Venimos a liberarte». 24 horas después era un hombre «totalmente libre». Tenía 63 años. Atras quedaban 28 de «miedo».

«Si encendía lumbre no estando ella (Julia, su mujer), para impedir que los vecinos se dieran cuenta de que salía humo por la chimenea, tenía que aguantar que el humo quedase en la cocina». «Al principio ni siquiera salía al patio. Cuando ya empecé a salir, siempre miraba por la ventana para comprobar si había alguien por los alrededores, si no veía nada, salía». «Como no podía llamar al médico, me curaba yo mismo recordando pequeñas cosas que había aprendido en la 'mili' como cabo del botiquín». En 'Amar es para siempre' es el hermano de Benito, Camilo (Fernando Soto), el que conseguía los viales de insulina para Benito; en Valladolid era Julia la que la que compraba el bicarbonato o la magnesa para Eulogio. «Incluso a veces le pedía al médico que la recetase algo, haciéndole creer que estaba enferma», contaba Eulogio el día de su 'liberación'. Eulogio murió en Valladolid el 8 de julio de 1995. Tenía 94 años, 28 de ellos vividos como un auténtico 'topo'.

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