Antonio G. Encinas
Viernes, 17 de marzo 2017, 09:18
Lille es una ciudad hermanada con Valladolid. Un hermanamiento que data de 1987, cuando David Fuertes (1986) y Benjamín Torres (1983) eran unos peques. Cuando llegaron allí, después de formar parte del Grupo de Óptica Atmosférica de la Universidad de Valladolid, se hicieron una foto en la Place de Valladolid. Una plaza gris, quizá en consonancia con la escondida calle de Lille de aquí. Han pasado cuatro años de aquella foto y hoy, 17 de marzo, ambos acudirán a París para intentar ganar un certamen nacional de empresas innovadoras. Eran ochenta participantes. Solo quedan ocho. En una de las competidoras, como socio, acude un premio Nobel, cuenta David. Así, como dato.
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El concurso iba dirigido a start-ups relacionadas con el CNRS francés, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, equivalente al CSIC español. Ahora presentarán su empresa en tres minutos a un público cuajado de inversores potenciales en busca de talento.
Y no resulta fácil hacerlo.
Tienen que explicar que poseen un algoritmo capaz de extraer múltiples datos de la atmósfera de la Tierra a partir de las imágenes obtenidas por satélite. Quizá con la segunda parte de la explicación quede más claro que es un proyecto con potencial. O mejor dicho, con una capacidad real. Porque entonces podrán contar que su algoritmo es la referencia a partir de la cual se mide la validez de otros algoritmos similares. Que tienen contratos con la Agencia Espacial Europea (ESA) y con la agencia meteorológica europea (EUMETSAT). Que en su primer año de vida la empresa facturó ya medio millón de euros. Y que uno de sus socios es una multinacional austriaca de software, inteligencia artificial, Internet de las cosas... En este proceso hay un nombre clave para David y Benjamín. Es el de Oleg Dubovik.«Oleg trabajó diez años en la NASA y creó el algoritmo «un conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema», según lo define la RAE con el que se procesan medidas que se toman en tierra de las partículas en suspensión en el aire», explica David Fuertes durante la entrevista, en el campus Miguel Delibes. Su socio, Benjamín Torres, acaba de volver a Lille.
Benjamín acudió a Lille dentro de un postdoctorado Oleg se encuentra en el Laboratorio de Óptica Atmosférica de la Universidad de Lille para intentar aplicar el algoritmo a las medidas de satélite. David acude como ingeniero informático y los resultados son muy buenos. «Nadie aplica nuestra metodología. Eso hace único nuestro producto», explica Fuertes.
«Cuando desarrollamos el proceso decidimos crear la empresa y entonces apareció Catalysts, que aporta su experiencia en los negocios, los contactos, el músculo financiero... Es una empresa de software y nosotros necesitamos grandes granjas de computación para poder procesar imágenes de satélite. Y ellos tienen esos recursos», señala. Se forma el equipo perfecto. Todo encaja y de ahí surgeGRASP (Generalized Retrieval of Atmosphere and Surface Propierties), la empresa cuyo día a día llevan Benjamín y David, con Catalysts como socio y Oleg como consultor, socio y alma primigenia del proyecto.
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«Conseguimos un contrato de la ESA y otro de EUMESAT. Procesamos imágenes de satélite ofreciendo productos sobre la superficie y la atmósfera, y en concreto los aerosoles dentro de la atmósfera», cuenta David. Los aerosoles son todas aquellas partículas que flotan en la atmósfera y que pueden provenir de fuentes como la contaminación industrial, un incendio forestal, una erupción volcánica o, como se ha vivido en Valladolid muy recientemente, una nube de polvo procedente del Sáhara. Todos estos aerosoles afectan a la salud, al clima y a las actividades humanas. El pasado 23 de febrero, el cielo de Valladolid se engriseció por el polvo sahariano. El Ayuntamiento tuvo que lanzar algunas recomendaciones sanitarias, especialmente para las personas que sufren problemas respiratorios crónicos. «Nuestros productos son aplicables a la agricultura, podemos utilizarlo sobre suelo para medir índices de vegetación. Para estudiar la desertificación, controlar la deforestación, el cambio climático, la calidad del aire...».
Así, su mercado de potenciales clientes es más amplio de lo que podría pensarse en un principio, puesto que es global. «El mercado son las agencias espaciales de todo el mundo y gente que estudia la atmósfera con medidas en tierra. En el primer año financiero conseguimos contratos por quinientos mil euros, lo que significa que existe un interés claro», confía David Fuertes.
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Lo curioso del caso es que desde el principio el algoritmo que utilizan ha sido de código libre. Eso permite que otros desarrolladores lo modifiquen, lo corrijan, contribuyan a su mejora y evolución continua. De ese modo han logrado conformarlo como la referencia mundial en el sector. «Los científicos lo pueden descargar y crear sus propios estudios y artículos, con lo que cada vez es más popular y se ha convertido en la referencia». Si alguien quiere comprobar a qué nivel está su algoritmo, debe compararlo con GRASP.
¿Dónde está el negocio futuro, por tanto, de algo que está a disposición de todo el mundo?Pues para empezar en la interpretación que ellos realizan de los datos que obtienen, apoyados en una experiencia que a día de hoy es una ventaja competitiva. Después, en lo que consideran la evolución natural que deben seguir. «Un satélite es muy caro de lanzar y mide pocas cosas. Si aplicas nuestro algoritmo y puedes medir diez cosas, reduces el coste. A futuro, pretendemos procesar satélites y vender algoritmo y producto».
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El hecho de presentarse al concurso Startup-Conexion tenía, así, un doble objetivo. Primero, conseguir conectar con inversores que puedan estar interesados en aportar capital. Segundo, darse a conocer un poco más allá, para publicitarse con todos esos clientes que aún no saben que podría interesarles lo que GRASP les puede ofrecer.
La prueba es complicada. Tendrán que presentar su proyecto en tres minutos ante un auditorio variopinto y, desde luego, en absoluto especializado en temas de observación atmosférica. Competirán con empresas que aportan novedades, por ejemplo, en la reparación del cartílago (ACSBiotech). O con Daumet y su nuevo oro blanco de 18 quilates dedicado a joyería, un proyecto en el que está involucrado Albert Fert, premio Nobel de Física en 2007. Biotecnología e innovación son los puntos fuertes de los rivales que se encontrarán Benjamín Torres y David Fuertes en París en el Palacio de Congresos.
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Después seguirán con su atividad en Lille, ciudad hermana, a 1.370 kilómetros de Valladolid. Donde, a día de hoy, se han construido un presente con aroma a futuro brillante.
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