Acuarela que pintó a mediados del siglo XIX de la plaza de San Pablo.

Descubre cómo pintó Valladolid en el siglo XIX el artista Carderera en sus viajes por la ciudad

La Academia de San Fernando le encomendó la catalogación de los bienes de iglesias desamortizadas

Víctor Vela

Sábado, 31 de diciembre 2016, 12:30

Valentín Cardedera y Solano (1796-1880) se levantó aquel domingo 26 de septiembre de 1847 a las siete de la mañana y desayunó, como era su costumbre, un buen chocolate. Marchó después con su amigo Pedro a dar una vuelta por Valladolid, ciudad a la que había llegado desde Burgos ese viernes en uno de sus múltiples viajes por España. El paseo de aquella mañana dominical de hace casi 170 años les llevó por varias iglesias («las descalzas, Santa Clara, Las Huelgas, La Magdalena») hasta escuchar misa de doce en la del Salvador.

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Eran los suyos recorridos culturales que aprovechaba para documentar el patrimonio a través de una serie de grabados y dibujos que permiten recordar (de una etapa anterior a la fotografía) cómo eran los tesoros de las principales ciudades. Es así su trabajo testigo de una riqueza en ocasiones desaparecida o maltratada. «Coleccionista, comisionado de monumentos, muñidor de museos», lo definen Santiago García y Fernando Regueras en el prólogo de un libro que el jueves por la tarde presentó Domvs Pvcelae, asociación sin ánimo de lucro con diez años de vida que reúne a 400 vallisoletanos y quejunto con la Fundación Lázaro Galdiano custodia del legado de Cardedera ha reunido por primera vez en una publicación las 200 láminas, grabados y dibujos que hizo durante sus viajes a Castilla y León, con parada importante en Valladolid.

El origen de estos viajes (porque visitó la región en varios momentos de su vida) quizá se encuentre en el año 1832, cuando ingresó como miembro de número en la Academia de San Fernando, con sede en Madrid. Esta institución, a través de la reina María Cristina, le encomendó el inventariado de los objetos de pintura y escultura de aquellos conventos y monasterios que habían sido desamortizados. «El objetivo de esta comisión consistía en aconsejar a los jefes políticos en la selección de obras para el establecimiento de los futuros museos provinciales con objetos procedentes de las casas religiosas extinguidas», cuentan Itziar Arana y Rocío Calvo en el libro.

Pero esta no era la única misión de sus viajes. También debía «elegir aquellas obras que, a su juicio, tenían que ser trasladadas a Madrid con destino al Museo Nacional y tomar nota de aquellos monumentos que mereciesen ser conservados». Este punto es importante porque, gracias al trabajo artístico que desempeñó (con dibujos, estampas...), ahora se pueden documentar algunas pérdidas patrimoniales sufridas en Valladolid.

El riquísimo legado que administra la FundaciónLázaro Galdiano incluye láminas como las que ilustran estas páginas. Destaca, por el apuradísimo detalle de las filigranas, la acuarela sobre papel (con lápiz) que reproduce el Palacio Real y el convento de San Pablo, aún con la arcada sobre la actual calle San Quirce. Hay además escenas que ilustran el palacio de Pimentel, La Antigua (con la Esgueva a sus pies), el monasterio de San Benito visto desde el Pisuerga o su fachada principal (con más alturas de las que se han conservado). Hay también dibujos de las Huelgas Reales, de Santa Clara, de la biblioteca del colegio de San Gregorio o de varios rincones de la provincia:la iglesia de Santa María del Temple en Ceinos de Campos, el castillo de Fuensaldaña y el de La Mota en Medina del Campo, la fortaleza de Simancas, la puerta de la villa de Olmedo o la portada del palacio de los Almirantes de Medina de Rioseco.

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Una colección impresionante que luce en un libro que también incluye los diarios que Carderera escribió en sus visitas castellanas. Porque la publicación que ahora se edita no solo recopila los dibujos y acuarelas, sino que los acompaña y enriquece con el testimonio directo de su autor, que relató en cuadernillos su vida cotidiana en el viaje y también sus lamentos por la pérdida del patrimonio.

Así, se lamentó «de que el altar de la capilla del colegio de San Gregorio hubiese acabado convertido en planchas para pulir mesas y también de que se hubiese desmontado una fuente renacentista del Campo Grande para hacer con sus piedras una noria en las Moreras", recoge el estudio introductorio de la publicación.

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Cardedera hizo un nuevo viaje a Valladolid en 1850. Se hospedó en la plaza de la Rinconada y el 14 de mayo se acercó por Santa Clara, para dibujar el monasterio, y despúes por San Pablo, «cuya fachada siguen bárbaramente apedreando», y cuyo interior encontró en mal estado de conservación. Su mirada es hoy, tantos años después, un fantástico viaje por el Valladolid del siglo XIX.

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