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Víctor Vela
Sábado, 19 de noviembre 2016, 21:14
Chumi, 17 años, su camiseta larga y la gorra a contrapelo, retuerce entre las manos un cubo de rubik mientras cuenta que su vida ya no es la que fue.
¿Puedo preguntarte cómo era?
La interrogación hurga en un pasado que todavía duele. Así que Chumi hace un par de giros con el juego, trueca las pegatinas azul oscuro por otras verde esperanza, y contesta con otra interrogación.
¿Sabes lo que es un bala perdida?
Los dedos siguen su camino para poner en orden un cubo que fue caos, cuando, a su lado, Jean, 18 años, comienza a hablar.
Yo pasaba de todo. Me metía en jaleos, con los amigos.Ahora lo piensas y... Siento tanto lo mal que lo pasó mi madre, lo mucho que le hice sufrir. Si no hubiera venido aquí...
Coge aire en los puntos suspensivos, como si antes de seguir colocara los pensamientos después de ordenar su vida.
...si no hubiera venido aquí, hubiera ido a peor.
Y lo peor puede ser lo peor.
Cuando dicen aquí, Jean y Chumi se refieren a la Fundación JuanSoñador (lo escriben todo junto), una entidad que este jueves ha celebrado sus 15 años de trabajo como guía para jóvenes con problemas, en riesgo de exclusión, que un día estuvieron a punto de naufragar y ahora retoman su rumbo con firmeza. Chumi dice que quiere ser diseñador gráfico, que le gusta el rap, que se ha formado como soldador, que busca trabajo. Jean cuenta que ha terminado un curso de hostelería, que empezó otro de mecánica que tal vez ahora pueda terminar. Hablan delante de Auri Sanz y de Sara Lorenzo. Fueron sus educadoras cuando hace casi tres años, obligados por una medida judicial, llegaron al centro de día Alalba que gestiona JuanSoñador.
Este es un recurso que atiende a cerca de 90 jóvenes al año, menores que acuden aquí enviados por los centros de acción social o, en el 90% de los casos, derivados por medidas judiciales. ¿Por qué motivos? Sanz enumera: «Peleas, hurtos, pequeños robos, reventa de teléfonos móviles, infracciones de tráfico, casos de agresividad sexual, cada vez más incidencias vinculadas con las nuevas tecnologías, como reenviar fotografías de compañeras desnudas». Aquí cumplen con la sentencia: formación en el centro de día enfocada al delito que han cometido. Varias horas a la semana, de seis a ocho meses. Al final, casi siempre, la satisfacción de que algo ha cambiado. De que, como dice Chumi: «Mi vida ya no es lo que fue».
Le cogemos prestada una imagen a Marta García, educadora:«Son los chicos quienes deciden su propio camino. Nosotros somos como las balizas que están a los lados de la carretera». Los quitamiedos. Las barreras de seguridad para no descarrilar. El GPS de la buena dirección. Eso son los 26 trabajadores y los voluntarios de JuanSoñador, entidad que, en sus distintos programas, interviene con trabajo directo e individualizado en el futuro de 101 menores de 18 años, de 306 jóvenes, de diez familias con problemas (datos de 2015).
Óscar Castro, coordinador territorial de JuanSoñador, desgrana los flancos en los que actúa esta fundación nacida al amparo salesiano y que cumple ahora 15 años. Está ese centro de día Alalba que abrió en abril de 2001 y recibió a los primeros chavales en noviembre de ese año. Está el programa Despega, un proyecto de formación (en hostelería, por ejemplo), orientación e inserción laboral. Está la vivienda El Desván, con siete plazas para menores de 14 a 18 años del sistema de protección a la infancia. Está Gritando al mundo, iniciativa educativa surgida para prevenir las relaciones sexuales de riesgo y las conductas machistas. Está Tierra Viva, una empresa social de cátering que emplea a los chavales que se han formado en la fundación. Está Emancipa, una iniciativa (con vivienda) para acompañar a mayores de 18 años que han pertenecido al sistema de protección (o derivados de otros servicios sociales) y que tienen que vivir solos en su nueva vida adulta.
Sueños y objetivos
Gianni (18 años) es uno de los chavales que reside en ese piso de Emancipa. Habla enfundado en el uniforme de Tierra Viva (mandil, pantalón, camisa negra), justo antes servir un ágape a los participantes en un encuentro organizado por la Fundación Santa María la Real. El dinero que aquí consigue le sirve para sufragar sus gastos. Compagina este trabajo con sus estudios de segundo de Bachillerato. ¿En el futuro? «Me gustaría estudiar Matemáticas, Física, pero está complicado. La carrera militar también me atrae». Lo dice con una seguridad que, asegura, antes no tenía. Antes son aquellos años que quedan tan lejos. Cuando pasaba tanto tiempo en la calle porque su casa no era un hogar. «Y en la calle, ya se sabe...». «Yo antes no tenía objetivos, no tenía sueños. He tenido la suerte de encontrarme a gente que me ayuda a cumplirlos, que buscan lo mejor de ti, cuando ni siquiera tú sabías que lo tenías». Dice Gianni que está preparado para vivir solo, tal vez en marzo, ojalá si consigue un empleo.
Fanny, 17 años, le escucha mientras terminan de preparar la mesa con tortillas, bocaditos, embutido, canapés. «A mí me dan la vida. Si no llega a ser por ellos...». Yotra vez la temible incertidumbre de lo que pudo haber sido. En vez de concluir la frase, Fanny se sacude unas dudas que nacieron antes de llegar al centro de menores y que hace tiempo quedaron atrás. «Me han ayudado a conocerme, a darme cuenta de que valgo más de lo que pensaba».
Valen más de lo que pensaban.
El futuro que tienen por delante tal vez sea el que ahora cuenta Vero, 20 años, exusuaria de Emancipa, «un bloqueo enorme» ya superado por la situación que sufrió en su vida anterior. Ahora reside con su pareja, su bebé, el curso de administración. ¿Una vida feliz? «Sí, ahora sí». Y da las gracias. Unas gracias que reiteró el jueves en la fiesta por los 15 años de la Fundación JuanSoñador, entidad que nació en 2001 a iniciativa de Óscar Castro, Natalia Sanz (coordinadora del equipo y responsable de intervención psicológica) y Jesús Rueda, con el apoyo de Chema Blanco, salesiano que impulsó la idea.
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