Vista general del edificio abandonado por la quiebra de la constructora.

Indigentes y vándalos se apoderan del inacabado edificio del antiguo Rancho Grande

La quiebra de la constructora dejó el edificio de 48 viviendas a medio hacer hace seis años

J. Sanz

Sábado, 24 de septiembre 2016, 09:53

La decadencia del histórico restaurante Rancho Grande, aquel mesón nacido en los años sesenta al calor del cuartel de San Isidro, llevó a su cierre en 2004 y a la posterior venta de los terrenos en pleno auge del ladrillo. Una constructora decidió levantar allí una flamante urbanización de 48 viviendas, bautizada como Residencial Rancho Grande, en pleno Páramo San Isidro. Pero llegó la crisis y los bloques fueron abandonados a su suerte en 2010, cuando «solo faltaban por colocar las ventanas y algunos remates del interior», recuerdan los vecinos de las viviendas colindantes, testigos involuntarios del imparable deterioro de la urbanización fruto del saqueo, el vandalismo y los incendios al que ha sido sometida en los últimos seis años. «Solo pedimos que lo tapien o que lo derriben, ya que a estas alturas parece difícil que alguien retome la construcción», reclaman los afectados.

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Pero la solución «no es sencilla», según reconocen fuentes municipales. La constructora que levantó las viviendas quebró en su día y sufrió un embargo que hizo que los terrenos pasaran parcialmente a una entidad bancaria. «La situación legal es compleja y no hemos conseguido que asuman el cierre de este inmueble», añaden las fuentes consultadas.

De manera que el Residencial Rancho Grande, que ocupa una amplia parcela en la célebre curva de la garita modificada en 2005 por su peligrosidad, entre la calle Páramo de San Isidro y el camino de Fuente Amarga, continúa abierto de par en par desde que los obreros abandonaron su construcción en 2010. «Al principio fueron llevándose los ladrillos y el material que dejaron en el exterior, pero poco a poco fue entrando más gente y en los últimos dos años estamos sufriendo un infierno», lamentan los vecinos antes de destacar que «se han llevado hasta las chimeneas». Al margen, claro, del cableado, los marcos y todo lo que había de valor en el interior.

Sofás y colchones

La acción de los ladrones dio paso al vandalismo y a la ocupación temporal de algunas estancias por parte de indigentes. «En los últimos meses hemos visto, incluso, cómo metían algunos muebles sofás, colchones..., además de provocar un par de incendios en los que han tenido que intervenir los Bomberos». Pero es que hace cuatro años, incluso, un grupo de jóvenes que entraron en las viviendas se encontraron con el cuerpo sin vida de un hombre. «Era un inmigrante que dormía en uno de los trasteros del sótano».

Aquello pasó y los dos bloques gemelos de dos alturas, con bajos, garaje y trasteros, continuaron abiertos de par en par. Las pintadas que decoran su interior, además de una más que descomunal que ocupa la fachada completa que mira al camino de Fuente Amarga, dan fe de la presencia casi diaria de jóvenes. «Aquí se mete todo el mundo a tirar tabiques por diversión, robar lo poco que queda y hacer pintadas y botellones», confirmaron los testigos de las casas cercanas, quienes advierten del peligro de que «algún día puede producirse algún accidente en el interior».

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Y no les falta razón. Un paseo por las maltrechas estancias del Residencial Campo Grande permiten descubrir peligros más que evidentes para los visitantes, como los huecos del ascensor abiertos sin protecciones, con una caída libre de diez metros hasta el sótano; puertas que dan a plataformas de hormigón de las terrazas sin construir en las fachadas; tabiques destrozados y cascotes a punto de caer en los techos, o escaleras en el chasis. Todo ello acompañado de sótanos un tanto siniestros en los que se suceden los trasteros en la penumbra con colchones quemados en algunos de ellos y un patio interior también con boquetes hacia la planta del garaje.

Entre casas de los sesenta

«La verdad es que es una pena, porque se llegaron a vender algunas viviendas y las obras estaban a punto de acabar cuando las abandonaron», señalan los residentes del entorno, el núcleo histórico del barrio de San Isidro, en el que se intercalan las casas construidas a partir de los años cincuenta con algunos pequeños bloques residenciales. El mayor de todos ellos iba a ser el levantado entre los años 2008 y 2010 sobre los terrenos del restaurante Rancho Grande. La crisis se lo llevó por delante y allí sigue, abandonado a su suerte.

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