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La Antigua, lugar en el que se sitúa una 'pokeparada'

Las 'pokeparadas' de Valladolid están en el centro

El casco urbano está bien surtido, justo lo contrario que los barrio periféricos

silvia lópez carpizo

Martes, 16 de agosto 2016, 21:28

Pokémon Go también discrimina. Sí, Pokémon Go. Esa aplicación que ha copado todos los espacios: el público, el privado y hasta los medios de comunicación. Ese juego de moda que tiene enganchados al móvil a gente de todas la edades. Niños, adolescentes, padres, madres, abuelos... Incluso todos a la vez: familias enteras que condicionan el itinerario y las pausas del viaje de acuerdo a las pokeparadas puntos de aprovisionamiento del juego, donde obtienes los dispositivos de captura de pokémon de manera gratuita o gimnasios que encuentren en su viaje por la autopista.

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Pokémon Go discrimina. Aunque no en el sentido habitual de la palabra.

Da igual la edad que tengas, el peso de tu cartera, tu sexo o el grosor de tu historial formativo. La discriminación se realiza de acuerdo a tu lugar de residencia. Una vez más, el mundo virtual se contagia de un mal que asola la realidad y vuelve a poner sobre la palestra el binomio ciudad- pueblo. Dónde vives importa dentro del juego. Y mucho.

No es lo mismo estar en el centro, que en Delicias. Tampoco vivir en Valladolid o en Almenara de Adaja, por poner un ejemplo. De hecho, algunos núcleos rurales de la provincia carecen de pokeparadas o gimnasios en toda su extensión. En ellos la fauna pokémon es escasa o directamente inexistente. Y está claro que sometido a estas condiciones es imposible jugar.

En el centro de Valladolid, cada 100 metros (siendo generosos) te encuentras una pokeparada o puede que incluso varias. Cuando se habla de barrios, conforme te vas alejando del casco histórico, las distancias se elevan varios cientos de metros. Y ya, en lo que se refiere a pueblos, se habla en kilómetros. Esto afecta a la dificultad del juego, a la consecución de unos objetivos que a primera vista son sencillos. Sin Pokémon y sin pokéballs las cotas de dificultad se balancean entre arduo e imposible. Y casi se podría decir que se inclinan más hacia lo segundo.

¿Quién las distribuyó de esa forma? ¿Por qué? Bueno, la responsabilidad obviamente recae sobre la empresa desarrolladora, Niantic. Sin embargo, contestar al segundo interrogante resulta una cuestión más complicada. La colocación podría responder a criterios de extensión, demografía, historia, una mezcla de todos ellos o, incluso, no responder a ninguno de los anteriores y ser totalmente aleatoria. Esta última posibilidad cobra fuerza cuando observamos casos como el de Mota del Marqués, que con unos apenas 400 habitantes tiene prácticamente el mismo número de paradas que Laguna de Duero, con una población 50 veces mayor. Asimismo explicaría, por ejemplo, que algunas estuvieran emplazadas en lugares tan poco apropiados como el museo del campo de concentración de Auschwitz, cementerios, comisarías o casas de particulares con mal genio.

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Sea como fuere, Niantic no ha dado ninguna pista sobre cuáles fueron sus motivaciones para la colocación inicial, pero entre los enclaves seleccionados se encuentran elementos tan dispares como monumentos históricos, elementos extraños o curiosos del paisaje urbano, grafitis algunos ya extintos de los que solo queda la sombra de un trazo, supermercados, ruinas, museos, edificios oficiales, colegios, establecimientos privados... Y es posible que locales de algunas franquicias tengan su propio espacio en el plano de Pokémon Go dentro de poco, puesto que la compañía ya comunicó que abría la puerta a la posibilidad de pokeparadas patrocinadas.

Teniendo en cuenta el desigual y azaroso reparto de pokeparadas y la obligatoriedad de pasar por ellas si no se quiere pagar con dinero real, es de vital importancia para los jugadores conocer sus localizaciones exactas.

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El ritmo de crecimiento de asiduos a esta aplicación, que ya se convirtió en su primera semana de lanzamiento en el juego más jugado de la historia, y la ingente cantidad de blogs y medios digitales embarcados en la tarea de desvelar hasta el último de los secretos de Pokémon Go han permitido que salga a la luz la forma de conocer la ubicación de las pokeparadas. Es un proceso sencillo y al alcance de todos: solo hay que descargarse el juego Ingress, de la misma Niantic encargada del desarrollo de Pokémon Go, darse de alta y a continuación visitar el enlace correspondiente (www.ingress.com/intel). En el mapa aparecerán constelaciones de puntos verdes, azules y grises, revelando la posible posición de las paradas. La fidelidad de la página es alta, aunque no total.

El mapa, como ya se mencionó, pertenece a un juego de la misma compañía, pero no al propio Pokémon Go, por lo que algunos puntos podrían haber sido eliminados para la realización de esta última aventura de realidad virtual con objeto de hacer el juego más difícil o de estimular el sistema de micropagos a costa de los usuarios más perezosos.

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En barrios y pueblos

Lo que sí ha permitido observar el mapa de Ingress es la alta concentración de paradas en el centro, que va descendiendo de manera gradual conforme te próximas a las afueras. Así es que si vives en un pueblo perdido de la mano de Dios, te has quedado sin provisiones para continuar con la caza Pokémon, quizás sea la hora de plantearse el poketurismo por la capital, término que ya comienza a acuñarse en nuestro país.

El casco histórico de la capital está plagado de pokeparadas. La iglesia de San Pablo, el Palacio Real, el Museo del Patio Herreriano, el Colegio de San Gregorio, la Catedral, la Casa de Cervantes, la estatua de José Zorrilla o el Ayuntamiento son solo algunos ejemplos, puesto que prácticamente todos los edificios relevantes tienen su propia pokeparada.

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Un caso singular es el de Mota del Marqués. El juego ha calado hondo entre los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo, que cada noche realizan pokequedadas para salir a cazar juntos. «Esun juego entretenido. Yo no soy experto, me llego al nivel 7, pero creo que fomenta también las relaciones sociales y ayuda a que hagamos ejercicio, ya que cuanto más recorrido hagamos, más Pokémons cazaremos», explica Diego Alonso, un joven aficionado.

Desde la Corporación municipal valoran este aumento de pokevisitantes. «Es muy habitual ver a gente por la calle con el móvil. Que visiten el pueblo, siempre es algo beneficioso. Es una manera de que también conozcan nuestros recursos artísticos y culturales», explica Gerardo Hernández, alcalde de la localidad. Resulta paradójico que un torreón en ruinas del siglo XI, que ha sido conquistado tantas veces a lo largo de la historia, en pleno siglo XXI siga causando el mismo interés por conquistarlo.

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