Secciones
Servicios
Destacamos
nacho cavia
Jueves, 21 de julio 2016, 21:09
Viejas fotos en sepia, planos a escala, arqueólogos de prestigio, célebres turistas, mayordomos, mucamas y, por supuesto, un cazador de tesoros empeñado en refrescar la memoria común son los protagonistas principales de una historia embutida en una vieja maleta, una historia que transcurrió a principios del siglo XX, cuando lo más granado de la sociedad española disfrutaba tanto como presumía de reponer su maltrecha salud gracias a los baños termales de Puente Viesgo, en Cantabria.
Una pequeña maleta rescatada en un rastro de la capital vallisoletana ha permitido desvelar imágenes y documentos de un tiempo en el que turistas de la alta alcurnia nacional lucían en la localidad cántabra sus llamativos vehículos, sus ropas elegantes, sus muchas maletas de toda forma y tamaño, todo impreso a través de sus grandes máquinas de retratar, cámaras que han permitido, tras abrir esa caja de pandora en forma de maleta, regresar a una época en la que la localidad pasiega eclosionaba como uno de los destinos turísticos de élite en toda España.
La historia de este viaje en el tiempo comienza, como no puede ser de otra forma, con esa vieja maleta, llena de documentos que se confabulan en torno al Puente Viesgo de los glamurosos años 20. De sus famosas aguas curativas emergieron grandes negocios, especialmente el Gran Hotel erigido sobre las propias caldas, u hoteles de alto copete como el Vallisoletano, actor principal de esas fotografías, planos, cartas y recortes de periódico.
No hace mucho tiempo Luis Posadas, que se reconoce como cazador de tesoros desde niño, tuvo conocimiento de una pareja de ancianos que ponía a la venta en el rastro vallisoletano una vieja maleta llena de fotografías antiguas, planos, recortes de periódicos y documentos de las primeras décadas del siglo pasado. Como ha hecho en innumerables ocasiones, entabló contacto con los vendedores y negoció (con más dificultad de la esperada) hasta quedarse con la maleta y su preciado contenido.
No mucho pudo saber sobre la pareja de ancianos, reacios a dar información sobre sus vidas. Lo que sacó en conclusión es que estaban despejando de trastos viejos su casa y que antes de tirar por la borda aquellos recuerdos habían decidido darles una segunda oportunidad, previo pago, eso sí, de «algo menos de mil euros», como reconoce (sin entrar en más detalles) el propio Posadas.
Como coleccionista impenitente de todo tipo de material impreso en papel no tardó en ponerse manos a la obra e investigar sobre el casi centenar de elementos incluidos en el lote, la gran mayoría fotografías de una vida relajada, reflejo en buena medida de la alta sociedad de una España que miraba al norte para disfrutar de las entonces prestigiosas vacaciones medicinales.
Reputados arqueólogos
Con las fotografías, datadas entre 1914 y 1921, había cartas y documentos más que interesantes, entre ellos una misiva de Juan Martín, el empresario que regentaba el Hotel Vallisoletano, publicitando un negocio que estaba a la altura del otro gran reclamo turístico por aquel entonces de Puente Viesgo, el Gran Hotel del Balneario.
Rivalizaban y se complementaban en calidad y visitantes de postín. Si el Gran Hotel presumía de huéspedes como Benito Pérez Galdós o Marcelino Menéndez Pelayo, el Vallisoletano daba cobijo a Hugo Obermaier y Henri Breuil, reconocidos arqueólogos que dirigieron la excavación de la cueva de El Castillo (una de las grutas incluidas en el Patrimonio de la Humanidad) entre 1910 y 1914, primera misión del Institut de Paléontologie Humaine de París, fundado por el príncipe Alberto I de Mónaco. Una estancia en el Vallisoletano que reflejan los tesoros de la maleta rescatada en el rastro de la capital castellana, tres instantáneas «inéditas» de la presencia de los profesores alemanes en Puente Viesgo. Los grandes coches que entonces empezaban a poblar las carreteras españolas, señoritos y mucamas prestos a posar para la inmortalidad (en algunos casos junto al hotel de Juan Martín), momentos históricos, postales y reclamos publicitarios se entremezclan en el tesoro que Posadas quiere traspasar a alguna entidad pública o educativa que permita consultar esos trazos de historia a cualquier persona. Pero como en todo tesoro, también surgen algunas incógnitas. ¿Qué relación tenían los ancianos con el Hotel Vallisoletano?, ¿son sucesores de quienes abrieron ese negocio?, ¿qué esconden algunas de las fotografías que guardaban con celo y prefirieron traspasar a eliminar?
Dudas que será difícil aclarar, aunque queda en el aire el interés de la pareja por no destruir nada, demostración, quizá, de un vínculo especial con la historia que reflejan.
Un experto en la historia de Puente Viesgo, Pedro de la Vega, poeedor de la mayor colección de fotografías antiguas de la localidad cántabra, reconoce que hay dudas sobre si los empresarios del Vallisoletano procedían («puede ser que sí») de esta capital, pero sí sabe que las últimas noticias sobre sus sucesores les situaban en Oviedo, no en Castilla. También recuerda que el Vallisoletano tenía ventajas sobre el Gran Hotel: permanecía abierto todo el año, no solo en temporada, y poseía capilla, que aprovechaban Obermaier o Breuil (sacerdotes) para oficiar misas. ¿De dónde podrían proceder entonces las fotografías de la maleta? Quién sabe. El viejo hotel fue derruido hace unos años para construir el nuevo puente que salva el río Pas al norte de Puente Viesgo y quizá algunas pertenencias cayeron en el proceso previo a la demolición en distintas manos, familiares o no de los gestores del negocio. Desaparecido el Vallisoletano, el Gran Hotel del Balneario continúa manteniendo el espíritu de aquellos inicios, garante del tirón turístico que la villa ha vuelto a recuperar, ahora con más oferta que nunca para todos los bolsillos y condiciones. Manteniendo, como hace décadas, el gusto por el buen chocolate a la taza, algo que también se puede ver en algunos de los recortes de anuncios aparecidos en la vieja maleta, «exquisitos chocolates» de los que ya presumía el Vallisoletano.
Profesión, cazador de tesoros
Luis Posadas, funcionario de Correos en excedencia, es un rastreador, un buscador de papeles históricos en cualquiera de sus facetas, viajero sin cortapisas si de un tesoro se trata, coleccionista insaciable que en muchas ocasiones ha visto su pasión recompensada con el hallazgo de auténticas joyas, carteles originales de la República, cartas manuscritas de Alberti (recuperadas en Cuba), misivas de Neruda dirigidas a García Márquez y Cortázar o la mayor colección europea de carteles de la revolución cubana. «Pero un tesoro también es un coche de Scalextric con el que uno jugó, el Madelman que siempre quiso, porque la historia no es solo la que se cuenta en los libros, la historia es la que, de una forma u otra, te toca muy cerca, la que evoca personas, momentos, lugares de tu propia vida».
La afición le viene de cuando leyó La isla del tesoro, de sus años mozos, allá cuando en los años 70 buceaba en el rastro de Cantarranillas, en el centro de Valladolid, soñando ya con la «biblia» de los mercados de segunda mano, el rastro de Madrid, que con los años tantas veces ha visitado. «Al final, lo bueno es el tesoro recuperado, pero lo bonito es el camino que uno recorre hasta encontrar ese tesoro».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.