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Eloy de la Pisa
Lunes, 20 de junio 2016, 10:57
Es más que probable que cuando mi admirado Joaquín Araujo lea la información de Javier Asua sobre la decisión municipal de prohibir un pesticidad se alegre infinitamente. Él, como buen naturalista que es, no es nada partidario de este tipo de productos, porque es cierto que no está nada claro cuales son sus efectos secundarios sobre el ser humano y no lo es menos que se utilizan con mucha manga ancha. Y, seamos claros, cuando tu depositas un herbicida sobre la tierra dejas de controlar lo que vaya a pasar con él. Y eso no es bueno, evidentemente.
Pero Joaquín Araujo, tipo de enorme coherencia personal, combate las malas hierbas a base de azada, azadilla, y tronco en paralelo con el suelo. Y golpe a golpe, las controla.
Así que me parece bien que el Ayuntamiento de Valladolid prohíba un pesticida. O todos los pesticidas. Lo que no tengo tan claro es que las medidas que ha puesto en marcha para compensar el trabajo que quita la química vayan a ser eficaces. Lo cierto es que intentar controlar las malas hierbas en un año húmedo a base de desbrozadoras es un trabajo tan ingente como llamado al fracaso. No hay tiempo material ni recursos humanos suficientes para mantener los espacios decentemente.
No digo, empero, que eso sea ni bueno ni malo. Es un hecho. El pesticida, como todo, es malo para algunas cosas y bueno para otros. Es cuestión de opciones, de elegir. Ahora veremos más hierbas malas entre las aceras, en los esquinazos, incluso entre bordillos y calzadas. Y como el verano se meta en frescuras y humedades, que puede ser, más aún.
Habrá al que le guste, y habrá al que no. A mí, por probar, no me parece mal. Esperemos y veamos el resultado
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