El termómetro que mide la solidaridad

Es una cartulina naranja las cifras a rotulador que dicen quinientos, tres mil quinientos, nueve mil colgada sobre la pila del agua bendita. Es un termómetro de pintura roja que marca la temperatura solidaria de los feligreses, el dinero que se ha recaudado hasta el momento para contribuir a la conservación y adecuación del templo. El mercurio de tinta ha subido hasta los 1.300 euros, muy lejos aún de los 15.000 que los cálculos dicen que costará la intervención prevista en la iglesia del Dulce Nombre de María, templo de la calle Canterac que está a punto de cumplir los 50 años y que quiere celebrar su medio siglo en las mejores condiciones. La primera fase de los trabajos ya está rematada. Se intervino entonces en la cubierta, se retiró el nido de cigüeñas de la torre.

La mirada se dirige ahora hacia la capilla, el pequeño espacio (diez bancos de madera, cuatro sillas de tijera) que a diario, a las 10:00 horas, acoge las celebraciones religiosas. La intención es remozar este puñado de metros cuadrados, hacerlo más acogedor para recibir a los fieles. Ypara eso hace falta dinero, calentar ese termómetro situado junto a la entrada principal de la iglesia. Toda ayuda es poca.Hace dos años, la parroquia recibió parte de la herencia de una mujer de la parroquia, una asidua a las celebraciones religiosas que al morir dejó un mordisco de su patrimonio para el arreglo de su iglesia. Pero hace falta más. Una de las colectas mensuales se destina para el mantenimiento del templo, pero no es suficiente. «Quizá serían más necesarias las aportaciones particulares», apunta Eugenio López, vicario de una parroquia encabezada por Luis Miguel Rojo y que conforma unidad diocesana con la parroquia María Milagrosa, en la vecina calle Algeciras.

Cuenta Eugenio, en esta capilla en la que acaba de terminar de decir m

isa, que llegó a Valladolid hace cuatro años, cuando su comunidad, la de los Paúles, le envió procedente de Málaga. Allí trabajaba en la parroquia de San Miguel de Miramar, en el barrio del Limonar, «lo más chic, el de los ricos». Cambió el agradable clima malagueño («ni mucho calor ni nunca frío») por los extremos pucelanos. Sustituyó la clase media alta andaluza por la comunidad obrera castellana, por el barrio más poblado de Valladolid, por una zona que se ha visto duramente golpeada por la crisis y que precisa compañía.

Comedores sociales

En este punto habría que evocar la figura de Alfredo Velasco, párroco de este templo hasta hace seis años. En 2007, decidió calentar pucheros para quienes lo pasaban mal, alimentar la solidaridad de aquellos que no podían comer a diario. «Los comedores sociales del Ayuntamiento cerraban los domingos y había muchas personas que no tenían dónde ir a comer». Subrayamos:había vallisoletanos que ese día no comían. Eran 130. Así que Alfredo, con la ayuda de varios fieles y de sus aportaciones en forma de colecta, habilitó varias salas de esta iglesia para crear un comedor que todavía presta servicio, aunque ahora desde la vecina iglesia de María Inmaculada. El Ayuntamiento, tiempo después, incrementó el servicio del comedor social también a los domingos, pero aún hoy cerca de 80 personas acuden a las comidas solidarias de Delicias, con la colaboración de Cáritas.