![El Rey que viajó por Castilla](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201605/12/media/cortadas/1_xoptimizadax--575x323.jpg)
![El Rey que viajó por Castilla](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201605/12/media/cortadas/1_xoptimizadax--575x323.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Enrique Berzal
Sábado, 21 de mayo 2016, 12:52
«Al ver al Rey tan cerca de sí, quizás en el alma de nuestras gentes rústicas e ignorantes se hayan desvanecido muchas supersticiones, muchas quimeras, muchas ideas () Sobre el trono hay un hombre que no desdeña descender hasta sus súbditos y que busca conocer sus necesidades». Era septiembre de 1904 y Salamanca acababa de conocer a su Rey, al Rey de España. Lo curioso del texto anterior, repleto de alabanzas hacia Alfonso XIII, es que apareció en portada de un periódico de inspiración republicana, El Castellano, para el que lo más llamativo de la visita real a la capital charra era, sin duda, la cercanía del monarca a la gente y su proverbial campechanía.
«Es un hombre, un joven, una persona de carne y hueso que no está fuera del pueblo ni por encima de él», se alegraba el periódico, repitiendo una vez más lo que otros muchos rotativos venían destacando no solo del carácter alfonsino, sino de la propia monarquía española contemporánea. Una campechanía tan propia de los Borbones y a la vez tan intencionada. Es lo que demuestra Juan Antonio Cano García, profesor de la Universidad de Valladolid, en un sugestivo trabajo sobre los viajes de Alfonso XIII a tierras castellanas dentro del libro colectivo Alfonso XIII visita España. Monarquía y nación, publicado por la editorial Comares bajo la dirección de Margarita Barral Martínez.
Y es que a la voluntad nacionalizadora de las visitas del monarca se sumaba, en el caso castellano, un claro intento de identificar Castilla con España y encumbrar la importancia histórica de estas tierras en orden a conformar la nación y sostener la monarquía.
«Alfonso XIII intensificó la actividad viajera iniciada por sus antecesores con la finalidad de reforzar la institución monárquica haciéndola visible fuera del ámbito palatino y promoviendo el conocimiento directo de la realidad nacional», sostiene Cano; y, claro está, a esa voluntad de fortalecer la imagen de la monarquía respondía también la campechanía del monarca, consciente de la necesidad de hacerse presente entre el pueblo y escuchar sus demandas.
En el caso castellano, estas pasaban por combatir el centralismo y atender las cuitas del maltrecho agricultor, al tiempo que los líderes políticos más relevantes pugnaban por conseguir el favor real en forma de visita multitudinaria. Una empresa en la que sin duda destacó el gran prohombre político del momento, Santiago Alba Bonifaz, propietario de El Norte de Castilla.
Como relata Juan Antonio Cano, ya desde el verano de 1902, a los pocos meses de ser proclamado Alfonso Rey de España, Castilla pugnó por ser objetivo prioritario de sus primeros viajes, no en vano, señalaba la prensa, Castilla constituía el corazón de la nación y solo desde tierras castellanas era posible emprender una eficaz tarea de patriótica regeneración. Fue entonces, curiosamente, cuando Alfonso XIII, con 16 años recién cumplidos, decepcionó a los vallisoletanos.
Como recogía El Norte de Castilla en su edición del 15 de julio, el monarca viajaba en tren hacia San Sebastián y hacía parada obligada en la estación vallisoletana, la cual, como era de esperar, enseguida se abarrotó de gente. Sin embargo, cuando el diputado José María Zorita se acercó al vagón, le dijeron que el Rey estaba dormido. Sus súplicas no fueron suficientes para que los funcionarios le despertaran y pudiera saludar a la multitud congregada. El fiasco fue tremendo; El Norte de Castilla dio cumplida cuenta de la decepción sufrida y culpó de la misma al personal que acompañaba al monarca. Ya no volvería a suceder.
Triunfo de Alba
En septiembre del año siguiente, gracias en buena medida a las gestiones de Santiago Alba, que entonces era subsecretario de presidencia en el gobierno de Fernández Villaverde, Alfonso XIII visitó la ciudad y protagonizó un intenso programa que duró cinco días: procesión por la ciudad, misa solemne en la Catedral, recepción oficial en Capitanía, concierto de los orfeones Pinciano y Castilla, visitas a la Academia de Caballería y cuarteles, a edificios públicos y monumentos, función de gala en el Teatro Calderón, corrida de toros, fuegos artificiales, inauguración de la Granja Agrícola
Los seguidores políticos de Alba no dudaron en transmitir el mensaje que su líder les había encomendado: además de identificar Castilla con España, insistieron en la necesidad de renovar y modernizar la agricultura e impulsar la educación como principal factor de regeneración patriótica. Víctima de la mala suerte, un accidente privó al propio Alba de estar presente en la jornada, en la que Alfonso XIII pudo disfrutar de carruaje privado cedido por el diputado Zorita.
La visita cumplió con creces la triple funcionalidad perseguida por los albistas, señala Cano: reforzar el papel de Valladolid como capital de Castilla, reafirmar el protagonismo político de Santiago Alba y, de paso, encumbrar al alcalde de la ciudad, Alfredo Queipo de Llano, hombre en ascenso dentro del círculo albista. Claro está, el primer cometido no tardó en generar roces provinciales: los representantes políticos de Palencia, capital que fue objeto de una breve visita del Rey durante su estancia en Valladolid, expresaron sin ambages su rechazo al «papel de comparsa» que, a su entender, se le había atribuido a su ciudad.
Pero no solo Valladolid. En su primer verano tras alcanzar la mayoría de edad, Alfonso XIII ya había visitado León, Soria, Palencia y Valladolid; y en 1905 ya había recorrido todas las capitales de provincia castellanas al menos en una ocasión. En todos esos viajes, insiste Cano, cuidó con campechanía esa voluntad de reforzar la monarquía acercándola en persona a los ciudadanos, al tiempo que resaltaba los símbolos históricos y patrióticos más relevantes de la vieja Castilla: en Soria, la gesta de Numancia como arquetipo del nacionalismo español, en Burgos hizo otro tanto con el monumento al Cid, en Segovia con el de Daoiz y Velarde, en Valladolid con la estatua de Cristóbal Colón
También tuvo tiempo e interés para atender las principales demandas de estas tierras, ya fuera la construcción del ferrocarril Palencia-Villalón, las quejas de los obreros leoneses de la Papelera Española por la competencia desleal que suponían las labores realizadas por soldados rebajados de servicio y reclusos del penal, las peticiones sorianas de mejorar el nivel de vida de los maestros y crear un complejo agrícola en el onte de Valonsadero, o las protestas por la discriminación de la agricultura y el campo castellanos. Ante esto último, por ejemplo, Alfonso XIII no dudó en reconocer que, además de primer jefe del Estado, «ahora aspiro a ser el primer agricultor de España».
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.