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Víctor Vela
Sábado, 14 de mayo 2016, 09:43
Hay dos riesgos, baby, cari, sweetie, a la hora de asistir a un concierto show de Abraham Mateo. El primero, first, es que vayas resentido de la garganta. Mal rollo que no haya depósito en las cuerdas vocales para regalarle decibelios al cantante singer, antes incluso de que emerja entre bambalinas. La consigna es gritar cada vez que se mueva algo ahí arriba. ¿Que sale un técnico de sonido a colocar cables? Gritas. ¿Que se mueve un telar negro del fondo del escenario? Gritas. ¿Que se asoma el batería del grupo a ver cómo está la plaza? Gritas. ¿Que se encienden los focos con su amago de morados...? Pues eso.
El caso es gritar, demostrar que llevas ahí tus buenas horas esperando (hay chicas en las primeras filas que dicen haber madrugado a los pies del conde Ansúrez) para entregarle al ídolo (to the idol) lo mejor de tu voz, tus gritos de fan, el ultimo estertor de tu garganta. Y ya mañana, nos entregamos a la lizipaína.
«Abraham, pibón, saluda a la afición», corea la concurrencia a las 21:05 horas mientras, a las puertas del camerino, el cantante hace piña con los bailarines, lanza consignas de ánimo, se prepara para el primer concierto español de su nueva gira, la rueda de actuaciones que le llevará por el país para presentar su último disco, #Are you ready?, así, con la almohadilla hashtag delante porque aquí también importan las redes sociales, honey. Poca broma. Abraham Mateo tiene (tenía anoche) 5.303.231 seguidores en Facebook. Son 1.574.860 más que Pablo Alborán, 4.108.501 por encima de los de Miguel Ángel Silvestre y 4.719.754 por delante de Pablo Iglesias, por nombrar a otros ídolos de masas.
El segundo riesgo (second risk) es acercarse al concierto (to the concert) con el 87% de batería en el móvil o menos, porque lo que se lleva right now es sacar el teléfono para grabarse la sesión enterita. Para qué mirarlo en vivo si lo habitual es seguirlo a través de la pantalla, pellizcar el cristal a ver si así el artista está más cerca. El móvil (la foto de Abraham en el fondo de escritorio es la carpeta adolescente de los 90) es herramienta imprescindible para un concierto que comienza con Are you ready?, el cantante, guitarra al cuello y la camiseta con la sobredosis de tallas que le faltan al pantalón.
Desfilan entonces los estribillos con palmas, los cañones de humo, las fans que lloran, los bailarines que acompañan, arropan, a un cantante que se come kilómetros en el escenario (walking is good) mientras salta, baila, canta sin perder el resuello, presume de falsete y de adornos churriguerescos al final de las frases, demuestra flow en el baile, maestría para el show. Abraham Mateo encadena canciones mientras a pie de plaza los padres aúpan a sus niñas al hombro para que vean y las (pre)adolescentes levantan cartulinas traídas de casa que dicen Se alquila mi corazón, que ponen Hazme tuya, papi.
Va y suenan Old school, Im feeling so good o Its U, con esas combinaciones spanglish que resuelven cualquier problema con la rima. Por ejemplo: Baby, no hay nadie like you. Un poner:Tonight yo te quiero conquistar. Qué se yo:Let me shake tu corazón. O esta otra: Es tan urgente estar together. Muy top. Entonces, then, suddenly, cuando no te lo esperas, suena Lánzalo, canción que Abraham compuso «pensando en Siria, en colaboración con Unicef» y donde, después de decir en otra pieza Youre my Cenicienta, canta, casi rapea: «Quiero un mundo sin fronteras, sin banderas, sin soldados disparando en las trincheras a otros hombres asustados bajo leyes de gobiernos pacifistas disfrazados con oscuras ambiciones y sus cuentos tan baratos». Toma ya.
Sigue la velada con una fan a la que sube al escenario para sentarla en su regazo, con un sofá de skai negro en el que canta When you love somebody, con unos taburetes en los que se sienta con sus músicos para las canciones más íntimas, esas que escribió, dice, pensando en los amores destrozados. «Porque a todos nos han roto el corazón, ¿verdad?», pregunta.
Ydecenas de niñas de ocho, diez, doce años o así gritan a coro:Síííí.
Está pasando.
Siguen pues las canciones y el cantante baila, salta, sing again, para encandilar a miles de fans que en esta noche de San Pedro Regalado desgastan gargantas y batería de móvil al ritmo de Abraham Mateo. Un crack.
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