Borrar
Esther Vaca, en su frutería de la calle Manuel Azaña.

Manuel Azaña, el lugar donde el comercio se anima a la tarde

El ritmo cotidiano de Parquesol provoca que muchos comercios reciban más flujo de clientes por en las horas vespertinas

Víctor Vela

Miércoles, 11 de mayo 2016, 17:17

Los portales de la calle Manuel Azaña tienen nombre: como las personas, las ciudades, las mascotas. Esto en otros barrios no pasa. Aquí los bloques se llaman Habana, Cuzco, Monterrey, Ambassador, Atenea. También Alcántara, Washington, residencial Britannia. Y entre estos bloques, muchas oficinas bancarias, tope de pizzerías, bares, supermercados, vitaldent. Y otros negocios a pie de calle, como esta Librería Menta que acaba de empezar la jornada vespertina.

«Los emprendedores no existen», sentencia Juan Roldán detrás de su mostrador de periódicos, chuches y revistas. «No hay emprendedores, hay supervivientes. Emprendedor es el chaval al que el padre rico pone un negocio para que no destruya la empresa familiar. El resto somos supervivientes». Lo dice alguien que tuvo que reinventarse cuando hace cuatro años intentaron dejarlo tirado en la cuneta. «Yo soy una víctima del éxito de la economía española», dice con el sarcasmo colándose en el discurso. Trabajó durante años en un almacén de ferretería del polígono de San Cristóbal que hizo números, pensó que no ganaba lo suficiente, y decidió dejar Valladolid. Un Lauki de tornillos y picaportes.

¿Y después?

No hay otra: o te montas algo o te buscas la vida. ¿Qué vas a hacer?

Juan abrió un quiosco que también es librería, papelería, «un mix». «Y resulta que ahora nos llaman emprendedores», comenta el responsable de un negocio que bautizó como Menta en un momento de inspiración Auvasa. El nombre se le ocurrió en un viaje en el bus con su mujer. Habla Juan Roldán con cariño de sus vecinos de calle, de aquellos negocios con los que comparte acera. Como Cárnicas Parquesol. «Baja, baja a visitarles, que son muy majos», invita Juan. Y los primeros segundos en la carnicería demuestran que Juan tiene razón. Alfonso Simón y Carolina Jambrina reciben al cliente con unas sonrisas que se despliegan entre jamones y bandejas de croquetas.

¡Cuántas croquetas!

Sí. Es una de nuestras especialidades.

Las hay de ventresca, de cecina, de boletus y chipirones, de morcilla, bacalao. Croquetas de huevo. De jamón.

¿Y cómo tantas?

Cuentan en Cárnicas Parquesol que el barrio se presta a ello. Gente joven más acostumbrada a este tipo de productos preparados. Hogares en los que casi todos sus integrantes trabajan y que echan mano de productos ya elaborados para confeccionar sus menús. Por eso, junto a las croquetas, relucen las hamburguesas en las vitrinas. Hay incluso unas bandejas con ocho pequeñas hamburguesitas de diversos sabores que vienen acompañadas por sus panecillos para una comida de fácil preparación.

Hay que adaptarse a los tiempos del barrio, dice Alfonso. Y a continuación se explica.

Otros ritmos

Hace más de veinte años abrió una carnicería en Adolfo Miaja de la Muela, para seguir la tradición cárnica de Carolina y su familia. Ocho años después, montó un nuevo despacho de carne aquí arriba, en Manuel Azaña. «Esta parte del barrio es más nueva, tiene vecinos más jóvenes. Y eso se nota. Allí abajo se vende más por la mañana». Hay más jubilados. Más amas de casa. Más movimiento antes de comer. Sin embargo, por esta zona de Parquesol abundan parejas jóvenes, con chavales adolescentes, que suelen hacer la compra por la tarde, al volver del trabajo. «Cuando abrimos en Manuel Azaña hace doce años tal vez fue demasiado pronto. Entonces no había tanto jaleo, tantos clientes». Ahora la cosa pinta mejor. Después de un paréntesis, Alfonso ha dejado la gestión de Adolfo Miaja para apostar definitivamente por este local de Manuel Azaña. Y los ritmos son distintos.

Lo confirma Esther Vaca, unos pasitos más allá, donde hace tan solo dos meses abrió su frutería. Frutas Esther. «¡Claro que se nota que por las tardes hay algo más de jaleo!», dice esta recién llegada al barrio. Ha desembarcado aquí procedente de Delicias. Durante 20 años atendió un bazar en la calle Embajadores. Un todo a cien, como se llamaban los negocios antes de la conquista oriental. La competencia y la crisis terminaron por asfixiar aquella forma de vida. Encontró después contrato en un supermercado. Seis meses. Sin renovación. Así que Esther (Juan diría que tampoco es emprendedora, sino superviviente) decidió montar su propio negocio en Parquesol. Y apostó por la fruta. «Estoy empezando, llevo solo dos meses y todavía me estoy dando a conocer. No es fácil que la gente venga a tu casa cuando puede ir a otros sitios, pero yo les invito con lo mejor que tengo: buenos productos y precios. Y buena atención». Lo dice además con una simpatía contagiosa, una amabilidad estupenda que derrocha mientras coloca género en una mesita decorada del local. Los carteles que anuncian mangos, peras, naranjas, el melón están escritos con una caligrafía que compite con la letra con la que Carolina escribe las ofertas de sus productos en Cárnicas Parquesol. Cualquier experto independiente tendría problemas para decir cuál de las dos escrituras es más bonita.

El paseo por esta calle de bloques con nombre continúa por Pilates Center. Carmen Ferrero estudió Educación Física y descubrió el mundo pilates durante un curso en Madrid.«Era uno de tantos talleres que haces para tu formación... y me enganchó, supe en el momento que aquello sería lo mío». Una técnica para la correción postural, para afrontar, sobre todo, las dolencias de espalda. «¿A quién no le duele la espalda hoy en día?», pregunta Carmen, quien abrió su primer estudio de pilates en Paulina Harriet, para luego mudarse al pasaje de la Marquesina. Allí continúa, junto a otro local en la calle Bao. Desde hace año y medio decidió expandir su trabajo y acercarse a Parquesol, con una cartera de usuarios más rejuvenecida. Y sí, aquí también se nota más movimiento por las tardes. Mavi Mascías («sí, el apellido tiene ese», dice con su acento andaluz) es monitora de este centro de Parquesol y desgrana las ventajas de practicar una disciplina que con constancia permite consignar importantes mejoras ya en la décima sesión. «Se nota mucha mejoría», dice Mavi, para recordar que en el centro también trabajan abdominales hipopresivas, «una actividad muy eficaz después del parto, para favorecer el suelo pélvico y afrontar también las pérdidas de orina».

Cata vinícola

La última visita en la calle es para Valsanzo, la tienda de vinos que el enólogo Javier Rodríguez abrió el 19 de diciembre de 2014 para ofrecer un espacio de venta directa de los productos de Rodríguez Sanzo.Un cartel a la entrada del local presume de la visita que les hizo Bertín Osborne. Participó en una cata y de aquella degustación nació una colaboración para que local hostelero que el cantante y presentador tiene en Valladolid (en la calle Paraíso) sirva los vinos de Rodríguez Sanzo, con presencia en varias denominaciones de origen. «Nuestros vinos tienen importantes cifras de exportación (a Rusia, Japón), han obtenido varios premios, han sido elegido por los sumilleres de Parados Nacionales... pero tal vez no eran tan conocidos en Valladolid». De ahí que naciera la oportunidad de crear esta tienda escaparate que ofrece las mejores creaciones del enólogo Javier Rodríguez desde la calle Manel Azaña de Parquesol.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Manuel Azaña, el lugar donde el comercio se anima a la tarde

Manuel Azaña, el lugar donde el comercio se anima a la tarde