Enrique Berzal
Sábado, 16 de abril 2016, 09:02
La fecha escogida no podía ser más oportuna: a las puertas del tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, Valladolid afianzaba su protagonismo cervantino con una nueva conquista estatal. En efecto, si ya en diciembre de 1915 había logrado que Alfonso XIII donase al Estado la actual Casa de Cervantes, una vez salvada de la ruina por el propio monarca, ahora le tocaba el turno a la Biblioteca. La Orden, firmada el 16 de marzo de 1916, hace justamente 100 años, disponía el traslado de la «Biblioteca Popular y del Museo del Turismo desde el lugar que ocupa en esta Corte a la llamada Casa de Cervantes, de Valladolid, y a cualquiera otro local o dependencia de dicha ciudad que resultare necesario, dependiente de la entidad Cervantina, donada al Estado por S. M. el Rey, donde quedará definitivamente instalada con el nombre de Biblioteca Cervantina Popular».
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Ni que decir tiene que detrás de tan trascendental decisión, que El Norte de Castilla destacaba en portada el día 20, se encontraba la influyente y atinada mano del marqués de la Vega Inclán, comisario regio de Turismo y artífice, cuatro años antes, de la salvación del histórico inmueble. Vallisoletano de nacimiento, Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer llevaba algo más de cuatro años al frente de la Comisaría Regia, y su labor ya se había hecho notar: impulsor de la Red de Paradores Nacionales, antes de recuperar la Casa de Cervantes había hecho otro tanto con la del Greco en Toledo, con los jardines del Alcázar de Sevilla y con el barrio de Santa Cruz de esta misma ciudad. Y aún haría mucho más.
Pero por el momento, su máxima aspiración consistía en convertir la Casa de Cervantes, en la calle de Miguel Íscar, no solo en un lugar emblemático para visitar, por haber sido residencia del insigne escritor entre 1604 y 1606, sino también en convertirla en sede de una biblioteca «cervantina y popular», abierta a toda clase de público y repleta de obras para todos los gustos. La Orden mencionada así lo disponía, al detallar las dos secciones en las que habría de dividirse: «Una, la Cervantina, integrada por los ejemplares repetidos que de tal naturaleza existan en la Biblioteca Nacional, y que, a juicio del Director de ésta, puedan remitirse a la mencionada Biblioteca Cervantina Popular, facultándose al último para que haga la oportuna selección, sin perjuicio de dotarla de nuevos fondos bibliográficos cuando sea posible, y otra, la Popular, integrada, como todas las de su clase, por obras de naturaleza diversa».
Así dispuesta, la Biblioteca solo dependería de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos y del propio Ministerio de Fomento. La primera publicación sobre las gestiones realizadas para recuperar la Casa de Cervantes, fechada en 1916, aclaraba que «en la Biblioteca podrán atesorarse, con el tiempo, los mejores y los más raros ejemplares de la obra cervantina, así como de la literaria anterior a Cervantes y la de toda la décimo séptima centuria, hasta el presente». Era su intención, por tanto, que la Casa de Cervantes acogiera, como la misma Orden ministerial señalaba, «dos bibliotecas, una dedicada exclusivamente a las clases populares, que deben mirar como suya y encontrar un hogar en la Casa de Cervantes y otra donde puedan atesorarse, con el tiempo, los mejores y los más raros ejemplares de la obra cervantina».
Para acometer el arduo trabajo de recopilación de obras, el mismo don Benigno llamaba a través de la prensa a «enriquecer la biblioteca cervantina (); pueden dirigirse los envíos de libros, manuscritos, autógrafos, etc., etc., al marqués de la Vega Inclán, a la Casa de Cervantes en Valladolid o a la Comisaria Regia de turismo, en Madrid, calle del Sacramentó, núm. 5, donde provisionalmente se inscribirán en registro, expidiéndose los correspondientes recibos». El marqués, en definitiva, apelaba al concurso generoso de los ciudadanos, al «optimismo, la iniciativa y el esfuerzo personal de las asociaciones y hombres de buena voluntad () para enriquecer la Biblioteca Cervantina, y si valiosos serán los donativos de libros raros, lo mismo hemos de agradecer el folleto y la edición modesta del que acuda con su ofrenda literaria a la Casa de Cervantes; ofrenda valorizada con la devoción de los que sólo por su entusiasmo serán grandes donadores por modestos que sean sus donativos».
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Dirigida por el estimado escritor, académico y profesor vallisoletano Narciso Alonso Cortés, la biblioteca cervantina recibió de inmediato importantes donaciones, entre ellas la del propio comisario regio de Turismo, que en tiempo récord fue capaz de reunir más de 4.000 libros.
Sobria inauguración
El acto oficial de inauguración, verificado, como no podía ser de otra forma, el 23 de abril de 1916, Día Internacional del Libro y tercer aniversario de la muerte del autor del Quijote, «se redujo a izar la bandera y abrir la puerta», señalaba El Norte de Castilla. Aquella mañana acudieron más de 200 lectores, pero por la tarde visitaron la Casa cerca de 2.000 personas: «A los primeros se les obsequió con ejemplares de los dos primeros tomos editados por la Comisaría Regia del Turismo en la Casa do Cervantes: El celoso extremeño, contiene el uno; El juez de los divorcios y El vizcaíno fingido el otro. La edición es primorosa: un dechado de buen gusto artístico. Los ejemplares están numerados y no se venden; se reparten gratuitamente». El horario era de diez a una de la tarde y de tres a cinco los días laborales, y de diez a una los festivos.
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Más de 82.000 lectores pasaron por la biblioteca a lo largo de 1917, lo que hacía una media de 227 diarios, «obreros en su mayor parte, que, independiente de los consejos que constantemente procura dárseles sobre los libros que deben elegir, frecuentemente se ofrece el interesante espectáculo de jóvenes obreros, casi niños, que en cuanto abandonan su trabajo acuden a la biblioteca solicitando libros de mecánica o de sus diferentes especialidades profesionales», señalaba el marqués de la Vega Inclán. Junto a las obras de literatura, que eran mayoría y las más solicitadas, los asistentes a la biblioteca podían consultar libros de Derecho y Sociología, Ciencias, Religiosidad y Teología, Medicina, Música y Artes y Oficios.
Entre las obras literarias de la sección popular destacaban, en aquellos primeros momentos,dos volúmenes de las Novelas Ejemplares, varias descripciones de la ciudad y una ampliación de Cervantes en Valladolid, de Narciso Alonso Cortés, «deleitosísimo cuadro de costumbres de la corte de Felipe III, en donde pinta con tanta discreción como amenidad, la vida del autor del Quijote y su familia durante su estancia en la Corte vallisoletana», puede leerse en una publicación sobre la Casa de Cervantes publicada en 1918.
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Más adelante, en carta fechada en septiembre de 1924, Narciso Alonso Cortés informaba al comisario regio de los libros y autores más demandados. Destacaban, en la sección literaria, Ricardo León, Blasco Ibáñez y Pío Baroja, en la histórica Menéndez Pelayo y en la jurídica, La Gaceta de Madrid.
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