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e. berzal
Domingo, 10 de abril 2016, 14:02
Era el buque insignia de las chuches de los años 60, del Balsamín, caramelo pectoral, como rezaba la publicidad de El Norte de Castilla, pero sobre todo de aquel binomio formado por el Masky y el Barrilete, caramelos masticables que revolucionaron el mercado del momento y que hicieron las delicias de los más pequeños. Todo ello se fabricaba en Dulciora, empresa familiar que durante muchos años lideró el sector de la confitería de azúcar y que, en manos hoy de la compañía multinacional Mondelez, sucesora de Kraft Foods, ha anunciado la venta de la marca y el cierre para finales de 2017.
Otra triste noticia económica que se suma a la clausura de Lauki y que, como en el caso de esta, supone el punto final de una emblemática empresa vallisoletana. Porque la historia de Dulciora va intrínsecamente unida a la trayectoria emprendedora de los Pérez González, familia vallisoletana líder en el sector de la confitería y la fabricación de caramelos. Creadores de la empresa Helios, marca registrada en los años 30 del siglo pasado y cuyo origen más remoto lo encontramos en el obrador que Gaspar Pérez fundó a finales del siglo XIX, a su iniciativa se debió la puesta en marcha de la que sería la gran fábrica de caramelos de España.
Como recuerda Antonio Pérez González, director general de la empresa entre 1963 y 1994, «fue mi hermano Rafael [actual presidente de Helios] quien a principios de los años 60 tuvo la idea de crear Dulciora mediante una sociedad que englobase a todos los fabricantes de caramelos que había en Valladolid, que entonces eran 14. Al final no pudo hacerse con todos, pero se llegó a un acuerdo con Eliseo Parra Antón. Así nació Dulciora».
El acuerdo se firmó el 27 de octubre de 1961 y dio lugar a la creación de Parra y Pérez SA, empresa para «la fabricación y venta de caramelos y dulces» que en un primer momento se conoció como Peypasa. Aunque Eliseo Parra era un fabricante muy reputado en su oficio, no en vano desde 1939 regentaba una fábrica de caramelos en la calle Veinte de Febrero, la sociedad no dio los resultados esperados, por lo que el 26 de noviembre de 1963 se procedió a su disolución. Dulciora, palabra procedente del latín y que significa más dulce, pasó a propiedad plena de los Pérez González, que no tardaron en convertirla en la fábrica de caramelos más potente del país y una de las más importantes de Europa.
«Era una empresa familiar en el más estricto sentido del término», recuerda Antonio Pérez. «De hecho, mi gran apoyo en la gestión era mi hermano pequeño, Alfonso, que se encargaba de la marcha interna de la fábrica. De esos años, mediados de los sesenta, procede también el famoso logotipo del soldadito inglés, que creamos inicialmente para un envase de caramelos». Ubicada entonces en el número 19 de la calle Esquila (paseo de San Isidro), Dulciora arrancó con algo más de 15 trabajadores y a mediados de la década de los sesenta popularizó productos como los caramelos pectorales Balsamín y, sobre todo, los Masky.
El pelotazo de los caramelos
A través de diversos viajes comerciales por Europa y de la compra de maquinaria, la empresa fue creciendo hasta dar el pelotazo con la fabricación de los caramelos de goma: «Ya se fabricaban a mediados de los sesenta en la calle Esquila, en una máquina pequeña en la que se hacían con forma de osito, zarzamora y manzana. Dulciora fue la primera en fabricar a nivel nacional las zarzamoras, que luego han copiado los demás fabricantes», recuerda Alfonso Colino, director comercial de Dulciora entre 1972 y 2002, quien también reconoce que «el gran salto» llegó cuando se trasladaron al polígono de San Cristóbal.
Dicho traslado se produjo a finales de 1979: la nueva fábrica, de más de 25.000 metros cuadrados, era una clara demostración de la potencia alcanzada por Dulciora, que si a principios de la década de los 70 ya daba trabajo a cerca de 50 empleados, en pocos años rebasaría el centenar. Como señalaba El Norte de Castilla cuando en 1978 el Ayuntamiento concedió la licencia pertinente para dicho traslado, se trataba «de una de las factorías más importantes de Europa en la fabricación de dulces».
Desde Valladolid, en efecto, se vendían caramelos y dulces de Dulciora en toda España y en Portugal, pero también a países de la Comunidad Económica Europea. El siguiente gran salto adelante vino con la comercialización de los caramelos de goma marca Gummy, los famosos Gummy Jelly, que además de contener un porcentaje de fruta triturada eran los primeros caramelos de goma que venían envueltos. Luego vendrían los famosos Pikota. En 1993, la empresa vallisoletana adquirió el 70 % de las acciones de la sociedad alicantina Dulces Hispania, si bien ya anteriormente comercializaba sus productos a través de su extensa red. Además, estaba presente en Francia, a través de Dulciora Internacional; en Portugal, con Iberlis internacional Productos Alimentares, y poseía clientes importantes en otros países como Alemania, Italia, Inglaterra y Austria.
«En mi etapa como director comercial, que suma 29 años, siempre hubo beneficios apunta Colino; de hecho, los crecimientos anuales de Dulciora eran de dos dígitos. El único bache que recuerdo, que consistió simplemente en una reducción de beneficios, se produjo en 1998-1999, cuando los ingleses decidieron implantar el sistema informático SAP, muy complejo. Lo hicimos en menos de un año. Además, en Dulciora siempre hemos innovado y nos hemos adaptado a los tiempos: por ejemplo, aprovechando el éxito de la serie de televisión V, sacamos al mercado caramelos de goma en forma de araña, gusanos, etc., como los que se comían los extraterrestres que salían en esa serie. Y se vendieron muy bien».
Diversos galardones acreditaron en su día ese buen hacer empresarial, como el Premio al Ahorro y a la Diversificación Energética, otorgado por la Junta de Castilla y León en 1989, o el Premio al Desarrollo Tecnológico concedido en 1994 por esa misma institución por la fabricación del caramelo Gummy-Sin y la estrategia global desarrollada por la empresa en el campo de la innovación tecnolóica e industrial. Además, su director general, Antonio Pérez, galardonado con el premio Empresario del Año 1984, presidió entre 1992 y 1994 la organización Cobisco, la mayor de la industria del dulce en Europa.
Venta al grupo británico
En 1995, cuando Dulciora facturaba 4.500 millones de pesetas y daba empleo a cerca de 300 personas, los propietarios acordaron su venta al grupo británico Cadbury Schweppes, si bien «con el compromiso del mantenimiento de los puestos de trabajo y la instalación en Valladolid de la fábrica central de caramelos y dulces de Cadbury en España», declararon entonces a El Norte de Castilla. En ese momento, como recuerda Antonio Pérez, Dulciora producía 50.000 kilos diarios. Seis años antes, el potente grupo de confitería británico había adquirido la empresa zaragozana, radicada en Ateca, Chocolates Hueso.
En los años siguientes Cadbury compró la factoría francesa Adams, mientras la fábrica vallisoletana se afianzaba en la producción de caramelo de goma, duro, masticable y grajeado, llegando a ser líder nacional con 50.000 toneladas anuales, casi un tercio del total fabricado en España, y alcanzando, en 2008, una cifra de negocio de 221 millones de euros. Fue en 2010 cuando el grupo británico se integró en la multinacional norteamericana Kraft Foods, que dos años después escindió su negocio europeo y creó Mondelez, dueña de Dulciora (Valladolid), y El Caserío y Philadelphia (Hospital de Órbigo). El viernes pasado, la compañía Mondelez anunció a sus más de 230 trabajadores de Valladolid el cierre de la planta para finales de 2017. Una decisión que Antonio Pérez lamenta profundamente: «Para mí Dulciora es parte de mi vida, de nuestra familia, por eso me produce una gran pena. Entiendo que obedece a una política propia de una multinacional, pero me parece lamentable, pues Dulciora siempre ha sido calificada como una fábrica excelente. Pero así actúan estos grandes grupos multinacionales, buscan fábricas más fuertes y para ellos empresas como Dulciora, lamentablemente, no tienen peso suficiente».
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