Desplante de Juan José Padilla.

La afición se vuelca en La Flecha con un exitoso festival taurino benéfico

La plaza casi se llenó en un festejo donde todos los diestros, salvo Ventura, lograron trofeo

l. sancho

Lunes, 7 de marzo 2016, 11:21

Ni con sol, ni con moscas. Invierno, con termómetros tiritando casi en los cero grados, fuera de temporada y en un municipio limítrofe con Valladolid, pero aún municipio. Y pese a que las condiciones climatológicas y ambientales no eran las más propensas, la afición secundó la llamada lanzada por la empresa Por Naturales para echar un órdago a la solidaridad y recaudar fondos para el Banco de Alimentos, la Asociación de Celíacos y la de Diabéticos. Rozaron las gradas del coso cubierto de La Flecha el lleno, con largas colas en las taquillas cuando las integrantes del grupo de flamenco de Boecillo ya habían pisado el albero para introducir con baile y la afamada pieza del Orobroi el primer festejo de plaza de cuantos se han programado esta temporada en Valladolid.

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Había así expectación entre una afición cuestionada en los últimos días con los pros y contras de la subvención que el Ayuntamiento de Valladolid ha retirado de la feria de San Pedro Regalado. Tendidos casi llenos y ovación tributada a los cuatro matadores, un rejoneador y un novillero que cerca de las seis menos cuarto de la tarde pisaban el albero del coso cubierto para realizar el paseíllo. Ellos, en la jornada marcada en las redes sociales por el hashtag #doylacaraporeltoro, hicieron lo propio, pero también por la causa.

Abrió plaza Diego Ventura, el caballero rejoneador que levanta admiración entre los aficionados al mundo ecuestre tanto o más como los del ámbito taurino. El primero de Castillejo de Huebra, el más chico de todo el encierro en cuanto kilos y cara (gacho), ofreció un juego exquisito en el toreo a caballo con el que el portugués deleitó a la afición. Banderillas al quiebro, baile del equipo en banderillas cortas y ovación en el tradicional saludo en el que puso las manos en el estribo. La plaza ovacionaba a Ventura tras una faena que olía a triunfo. Pero falló con el rejón de muerte. Hasta cinco veces. Y los trofeos se cambiaron por una ovación con saludos.

Finito de Córdoba se intentó estirar con el capote de saludo, pero el de Castillejo de Huebra pronto dejó constancia de su falta de fuerza dentro de una excelsa nobleza. Tras un buen tercio de banderillas y el posterior brindis a Diego Ventura, Finito fue sacando del animal algunas tandas de exquisita belleza, con ayudados y trincherazos jaleados al final de la faena, en la que consiguió cortar una oreja.

Como un ciclón

Lo del Pirata Padilla es cosa de fanatismos. Clavó las rodillas en tierra en un saludo capotero por verónicas y numerosos aficionados se partieron las palmas en aplausos batidos en pie. Como un ciclón, como homenaje al Ciclón de Jerez, se arrancó el de Castillejo desde los tercios al centro del ruedo para embestir en la muleta de un Padilla que toreó de rodillas. Ya tenía a los aficionados en el bolsillo. Los tuvo desde el inicio. Y, a los más dubitativos, los conquistó con un tercio de banderillas brutal, especialmente el segundo par, al encuentro, y el tercero, al quite. Cuando la calidad del novillo, especialmente por el pitón derecho, se fue agotando, Padilla tiró de raza y se pegó un arrimón, con su espalda a escasos milímetros del hocico. La plaza entonces entró en ebullición, y el de Jerez paseó las dos orejas con una bandera de un pirata.

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Tanto Miguel Abellán como César Jiménez, este último integrante de la empresa organizadora, intentaron sacar agua de sendos pozos sin fondo. Abellán intentó ligar sin éxito, con trincherazos sublimes y unos buenos derechazos por los que asomó la clase del madrileño. Tampoco Jiménez lo tuvo fácil con su oponente, el más flojo del encierro, sin apenas recorrido, soso y sin fondo. Y aun así, el público premió con las dos orejas la labor y esfuerzos que ofrecieron en el albero los dos matadores.

Directo desde Olivenza y con gran expectación aterrizaba Joaquín Galdós. Tras un buen saludo con capote, deslucido al final por la pérdida de manos del animal, ofreció un recital de verónicas en un quite de muy buenas maneras. Brindó a Padilla y fue acompañado en la faena de muleta por las palmas de un público entusiasmado con el pasodoble de El Chocolatero. El animal, protestón y molesto en la muleta, no llegó a emplearse, con la cara arriba. Le costó sacarle lo poco que tenía en una labor premiada con una oreja.

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Todos los matadores abandonaron el coso a pie. El triunfo, que se conocerá en unos días con cifras económicas concretas, irá a parar a las tres asociaciones.

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