José María Fidel, José Carlos Rodríguez Cabello, el vicerrector de Investigación, José Ramón López, y Ángel Gato. En primer término, Lucrecia y Luis Prieto, directora y fundador de Priasa y mecenas del proyecto.

Un mecenas privado permitirá a la UVA investigar en implantación de embriones

La empresa que patrocinará el proyecto, Priasa, es una constructora familiar afincada en Tordesillas con medio centenar de empleados fijos

Antonio G. Encinas

Martes, 16 de febrero 2016, 17:01

Los vetustos despachos de la Facultad de Medicina ahora Ciencias de la Salud esconden proyectos de investigación que podrían derivar en grandes avances médicos. A veces, esos proyectos se ven condenados a perecer en un cajón porque con la llegada de la crisis y los recortes de fondos públicos para investigación no hay financiación para ellos.

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Y a ese cajón iba encaminado el plan de Ángel Gato y José María Fidel Fernández.

Una tarde de peregrinaje en busca de fondos públicos acabó en frustración y en el posterior desahogo en una conversación informal con un amigo.

¿Y cuánto dinero haría falta? preguntó entonces el amigo, constructor de profesión y ajeno por completo al mundo universitario, salvo por la licenciatura que luce en su currículum.

José María Fidel respondió con una cifra.

Ese dinero te lo pongo yo fue la contestación del amigo.

No era una bravata ni una promesa en vano. Costó más articular el modo de realizar la donación, porque este mecenazgo es tan inusual que no existe una fórmula al uso en la Universidad, que recibir la transferencia que permitió comenzar con el trabajo. «Lo hemos definido como un proyecto de investigación aplicada en el campo del desarrollo embrionario, en concreto en la implantación del embrión, que se lleva a cabo con una colaboración multidisciplinar entre la UVA y Sacyl y que está financiado mediante un sistema de mecenazgo», resume Ángel Gato.

Acaso, puede pensarse, la investigación financiada por la empresa constructora Priasa sirva para algún avance que la firma pueda utilizar. Pues tampoco. Nada más alejado de las actividades profesionales de esta constructora familiar que ahora cuenta con obras en Marruecos. El proyecto auspiciado por Ángel Gato y José María Fidel trata de mejorar la tasa de implantación de embriones en técnicas de reproducción asistida. Una tasa que ahora mismo ronda el 50% en la unidad del Hospital Clínico, de cuyo laboratorio es responsable Fidel. «Llevamos 18 años con esta unidad y somos la segunda unidad pública de España en número de casos que atendemos tras La Fe de Valencia. Somos la unidad que más técnicas diferentes realiza en España y con una tasa de gestación de las más altas». Son 250 niños al año. Una media de unos veinte al mes. Y a pesar de que Castilla y León cuenta con quince unidades de reproducción asistida certificadas por el Ministerio de Sanidad cinco en Valladolid sigue habiendo listas de espera y el procedimiento es costoso.

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«Los laboratorios realizan todas las técnicas, pero en ciertas de esas técnicas se ha llegado a un límite. Por ejemplo, se consigue una tasa de implantación de un embrión en estadío blastocisto que llega al 50%. La mitad de los embriones en ese estadío se implanta. Pero solo la mitad. Y eso es sorpresivo. ¿Por qué si el endometrio es bueno y está bien preparado, y el embrión está en buenas condiciones, no se implanta? Ahí hay un cuello de botella que hay que superar», explica José María Fidel.

Y eso que las cifras son muy buenas para un observador ajeno. «La tasa fisiológica [de implantación del embrión fecundado] está en algo más del 30%, y aquí llegamos al 55% en estadío blastocisto, que consiste en cultivar los embriones durante un periodo muy largo, cinco días después de la fecundación. Esos embriones tienen una tasa de implantación muy alta. Pero queremos más». Mejorar la tasa, lograr que sea más sencilla la implantación del embrión en el endometrio, es la clave de todo el proyecto. «Nuestro grupo tiene ciertas capacidades desarrolladas, técnicas, que nos pueden llevar a plantearnos cómo mejorar ese sistema generando un modelo in vitro. Distintos laboratorios utilizan distintos medios de implantación. Queremos generar un modelo experimental que nos permita valorar si individualmente o en conjunto, sumados unos sistemas con otros, se obtiene alguna mejoría. Y hablamos con Bioforge para que ellos nos puedan generar un biopolímero con unas capacidades de adhesividad y de mejora de las propiedades de implantación del embrión que podría ser muy beneficioso», explica Ángel Gato.

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Aquí entra en juego otra de las peculiaridades del proyecto. La colaboración entre grupos de la propia Universidad de Valladolid. Algo que desgraciadamente se da en contadas ocasiones. «En nuestro esquema de trabajo es habitual, pero es verdad que somos un caso peculiar dentro de la propia universidad. Normalmente no se da tanto», comenta el director de Bioforge, José Carlos Rodríguez Cabello.

El papel de este segundo grupo cuya actividad investigadora propició la creación de una empresa será muy relevante. «Intentaremos crear un polímero que procure una mejor adhesión a la mucosa. Nosotros tenemos experiencia en este tipo de materiales, que hemos utilizado para aplicaciones diferentes, sobre todo para adherencia en mucosa intestinal, y puede ser una buena plataforma para esto», explica Rodríguez Cabello.

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¿Qué se conseguiría si se mejora la tasa de implantación de los embriones? Pues dos ventajas importantísimas. La primera, aunque suene prosaico, económica. «Cada ciclo de reproducción asistida es muy costoso económicamente. Si consigues que el mayor número de mujeres se queden gestantes con el menor número de intentos, es un ahorro importante», señala Fidel. La segunda tiene implicaciones más importantes aun. «Las listas de espera. Aunque son más reducidas que hace un tiempo, un año para una mujer que quiere quedarse embarazada, psicológicamente, es muchísimo tiempo», admite.

El proyecto está comenzando a andar. De hecho, resulta imposible hablar de plazos, de previsión de resultados, de aplicación en humanos... «Esperamos mejorar, primero in vitro, el proceso de implantación. Y después extrapolarlo. Estas cosas tienen unos lapsos de tiempo largos», confiesa Gato.

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Pero ya está en marcha.

Que es mucho más de lo que José María Fidel podía esperar aquella tarde que desahogó con un amigo su frustración por no conseguir financiación. «Ya tenemos embriones cultivándose», anuncia Ángel Gato. Se comienza con ratones. «Cogemos esa zona y la cultivamos en frascos. Depositamos las células, además de otras aisladas de forma independiente, en la superficie. Reproducimos una mucosa uterina. Ahí colocamos el medio que queremos probar un biopolímero, ácido hialurónico u otras sustancias y metemos el embrión. Y estudiamos cómo ese embrión es capaz de generar cambios e introducirse en la mucosa». La última pata la aportará Bioforge. «Estudiarán las características del biopolímero en función de las necesidades que puede tener el embrión».

Gracias a la aportación de un mecenas, la investigación en este campo puede avanzar. Una vía que la UVA busca explotar ahora que los fondos de investigación se han reducido tanto que solo las iniciativas europeas permiten subsistir a los grupos. Quizá sea la fórmula para evitar que otras ideas surgidas en los viejos despachos de la Facultad de Medicina, o en los sótanos del desvencijado edificio de Mergelina, o en el moderno edificio de Ciencias, acaben confinadas en un cajón.

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