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Eloy de la Pisa
Sábado, 16 de enero 2016, 09:36
Acabó la Navidad, llegó el Año Nuevo. Finalizaron las vacaciones, regresó la actividad. El tráfico denso volvió a personarse por el centro, llegaron las lluvias y se fueron para dejar paso a las heladas. Valladolid recupera el pulso. Y lo hace dejando atrás a Turismoto, que terminó por mostrar a la ciudad sus costuras, desmadejas por la lucha interna y las fobias; siete días en los que el alcalde continuó con su paulatina demolición de lo que no le gusta de lo que se hizo anteriormente; una semana en la que el río reclamó su cuota de protagonismo.
1.- El caso Samaniego. Óscar Puente es abogado. Y se le nota. Bastante. Sobre todo cuando ha de exponer situaciones complejas ante la prensa. Hay que reconocérselo: sabe explicarse, sabe escoger las palabras adecuadas para decir lo que quiere sin que se puede asegurar que lo ha dicho. Pronuncia bien entre líneas. Y con la exposición que hizo de los nuevos descubrimientos del llamado caso Samaniego lo demostró de nuevo. ¿Alguien tiene dudas de lo que quiso decir sin decir? ¿Ha quedado claro lo que piensa sin que lo verbalizara? ¿Hay alguien que no sabe cuál va a ser su línea de actuación en todo esto? ¿Piensa algún mortal a quién responsabiliza de todo sin que llegara a nombrarlo? Hay que tener talento para logarlo. A cada uno, lo suyo.
2. Antivandalismo. Que a Puente y Saravia lo de la ordenanza antivandalismo nunca les gustó es evidente. No caso mucho con planteamientos ideológicos de esos que se denominan progresistas, aunque pueda casar bien con los planteamientos vitales de muchos ciudadanos. Es la eterna dialéctica. Gobernar pensando en la gente provoca que haya que tomar decisiones que fastidian a la gente. Es lo que tiene actuar sobre la generalidad. Decidir de qué gente hay más cantidad es lo que conocemos por gobernar. Con todo ¿era necesario calificar de antisocial una norma con la que muchos vallisoletanos están de acuerdo? Y si la norma es antisocial ¿antisociales son los que la aprueban? Es cierto que multar a un mendigo no parece un idea brillante, pero tampoco lo es permitir que se pasee en traje de baño o con el torso desnudo. Ahí se admite una cierta falta de respeto hacia quienes visten de manera adecuada pese al calor.
3. Turismoto. Parellada se fue antes de que le censuraran. Y quienes le han sustituido al frente del otrora reconocido y cohesionado club motociclista apenas tardaron 24 horas en cobrarse agravios y viejas pendencias. Triste espectáculo que, para más inri, ha dividido en dos facciones a gran parte del mundo de la moto pucelano. Es difícil que todo vuelva a ser como era. El Ayuntamiento lo va a intentar, pero lo tiene en sánscrito. Pingüinos nació del corazón de los moteros, y una institución pública, aunque solo tutele y apoye, nunca podrá llegar al sentimiento y la pasión. ¿Por qué en Valladolid nos empecinamos en destrozar todo lo que funciona bien? ¿Será el alma cainita hispana que anda más arraigada en nosotros? ¿Será la envidia? O, quizá, simplemente, es que somos bobos.
4.- Y el río. El Pisuerga amenazó, amagó a mitad de semana con darse una vuelta más allá de sus orillas. Al final no lo hizo, y es de agradecer. Siempre es un problema que el agua se vaya de madre. La CHD, tan criticada en otros lugares, funcionó bien en esta ocasión. No solo por la información que facilitó, también porque supo controlar la crecida con las herramientas de que dispone. Es cierto que cuando la naturaleza se pone burra, nada hay que hacer. Pero el Pisuerga tuvo piedad esta vez.
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