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e. berzal
Miércoles, 13 de enero 2016, 20:06
Su nombre estuvo durante varios años ligado a ese Fachadolid que aún muchos emplean para identificar, erróneamente, a la ciudad con una extrema derecha pujante. Luis Alfonso Cid Alonso, fallecido el pasado sábado, fue el último jefe provincial de Fuerza Nueva en Valladolid, y como tal pudo comprobar que pese a las impactantes asonadas callejeras protagonizadas por destacados miembros de la ultraderecha, ésta en realidad contaba con muy poco peso político.
Licenciado en Ciencias Empresariales, empleado de Banca y experto en cuestiones agrícolas, Luis Alfonso Cid accedió a la presidencia provincial de la formación ultraderechista en abril de 1979, un mes después de las elecciones generales a las que el partido de Blas Piñar concurrió dentro de la coalición Unión Nacional junto a FE-JONS, Círculos José Antonio, Confederación de Excombatientes y Agrupación de Juventudes Tradicionalistas. Cid iba el segundo en la lista tras el notario y yerno de Blas Piñar, Pedro de la Herrán Matorras. Aunque la formación duplicó el número de votos respecto de los comicios de junio de 1977 (8.961), el resultado no colmó en absoluto las expectativas de sus militantes, lo que, unido a diferencias internas entre los dirigentes, provocó la salida de la presidencia de Javier Hernández de la Rosa.
Le sucedió en el cargo Luis Alfonso Cid, mientras José María Vázquez de Prada repetía como vicepresidente y Antonio Torres actuaba como secretario; el líder de Fuerza Joven seguía siendo Santiago Milans del Bosch. Ese mismo mes, Fuerza Nueva había decidido no concurrir a las elecciones municipales, si bien en Valladolid apoyó la candidatura del antiguo alcalde Manuel Vidal, que se presentaba como independiente y obtuvo un meritorio cuarto puesto, por delante de Coalición Democrática.
Con Cid en la presidencia de Fuerza Nueva se sucedieron los actos violentos protagonizados por destacados militantes del partido, como la explosión, en diciembre de 1979, de un artefacto explosivo en la sede del Movimiento Comunista, en la Calle Matías Sangrador, que provocó la muerte de dos ancianos, un atentado similar contra el Ayuntamiento en julio de 1980, que destruyó parte de la sala de lectura del Archivo Municipal, el atentado en el café Largo Adiós, ocurrido el 6 de enero de 1981 y del que resultó herido por dos disparos el estudiante de Derecho Jorge Simón, o la explosión de un artefacto en la sede del PSOE, en la calle General Ruiz, el 20 de enero de 1981. Fue entonces cuando saltó a la fama el calificativo de Fachadolid.
Mano dura contra militantes
Aparte de desvincular a la organización que presidía de tales actos, Cid respondió a las múltiples acusaciones periodísticas denunciando una amplia serie de acciones violentas contra Fuerza Nueva, como los tres atentados que terminaron por destrozar su vehículo particular, el incendio de la sede del partido en la Plaza de España en enero de 1980, o los destrozos que en junio de ese mismo año había sufrido la caseta de Fuerza Nueva en la Feria del Libro.
La llegada a Valladolid, en septiembre de 1980, del nuevo inspector de policía Carlos Enrique Gómez de Ramón abrió un periodo de mano dura contra militantes de extrema derecha, lo que se tradujo en múltiples detenciones y en un progresivo debilitamiento de lo que determinados historiadores denominan «la estrategia de la tensión». El fracaso del golpe de Estado del 23-F y de las intentonas golpistas posteriores, así como el desastre en las elecciones generales de octubre de 1982 provocaron la disolución del partido al mes siguiente. En dichos comicios, Luis Alfonso Cid había encabezado la lista electoral de Fuerza Nueva en Valladolid, que obtuvo poco más de 1.000 votos en la capital y 2.229 en el conjunto de la provincia.
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