J. Asua
Domingo, 10 de enero 2016, 17:23
José Nemesio Gómez, su marido, era jefe de ventas Hispano-Olivetti, reconocida casa de máquinas de escribir, que evolucionó más tarde hacia los productos para el cálculo electrónico. Primero, en Toledo, y, luego, en Valladolid. Puede que ahí resida la clave de esta historia, la razón que convierte a María Antonia Valea, una encantadora madrileña de 84 años (el lunes los cumplió acompañada de su familia), en un reloj biológico perfecto, en una parturienta con maquinaria suiza en su interior y querencia a alumbrar a su prole con las uvas. Quizá la exactitud que distribuía aquel astorgano desde su negocio se trasladó a la genética cuando ambos se amaban en la intimidad de su casa.
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El llamativo caso lo conoció El Norte de Castilla el pasado 1 de enero. Su hijo José Manuel comentaba la noticia publicada en nuestra web sobre el último bebé que vio la luz en 2015 y la primera niña que nació en 2016. La revelación llamó la atención del diario: él y sus dos hermanos vinieron al mundo en fin de año, con dos de diferencia entre hijo e hijo. Clavados. Almudena, la primogénita, el 31 de diciembre de 1958 al borde de las campanadas (23:00 horas); José Manuel, el 31 de diciembre de 1960 a media tarde (17:00) y Francisco Javier, el último día de 1962, a las once y media de la mañana. Los tres, Capricornio, como su madre.
¿Planificación o casualidad? «La verdad es que yo no esperaba a ninguno de los tres para ese día, de hecho con Almudena salía de cuentas el 6 de enero», explica esta resuelta y simpática octogenaria, que trajo al mundo a sus vástagos en casa. «Yo siempre he sido muy menuda «tenía 52 centímetros de cintura», insiste en varias ocasiones, pero muy valiente», se promociona la protagonista de esta historia. Aquel primer nacimiento, que tuvo lugar en Toledo, donde estaba destinado su esposo, inició una tendencia que marcó a esta familia, pero que no ha tenido réplicas posteriores.
La pregunta es obligada, aunque se debe hacer con tiento. ¿Calculaban José Nemesio y María Antonia cuándo quererse con ímpetu para que los niños vinieran el mismo día al mundo? «Noooo», comenta sonriente la madre. Son sus hijos los que acotan, de forma pícara, que es probable que el matrimonio celebrara su aniversario se casaron el 22 de marzo de 1958 de una forma especial y de ahí que los nueve meses de gestación concluyeran de manera tan matemática.
Los partos los recuerda María Antonia con total tranquilidad. Solo con Almudena, que llegó al mundo una hora antes de las doce uvas, no se pudo levantar a cenar, pero con José Manuel y con Javi no prescindió del banquete con el que se da la bienvenida al Año Nuevo, ni tampoco del rito que se marca desde el reloj de la madrileña Puerta del Sol. Cardo y besugo, un menú que los Gómez Valea han repetido durante décadas en la casa familiar del Paseo de Zorrilla, frente a la plaza de toros.
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En aquel edificio residía la comadrona Aurora Pérez Ricart, la profesional que asistió a la milimétrica mamá en los dos partos vallisoletanos. «El día que la llamé para decirle que ya venía el pequeño pensaba que era una broma; no se podía creer que también iba a nacer un 31 de diciembre», rememora. Fue el parto de Javi, el benjamín y el más trasto de los tres, el más complicado. Vino con el cordón umbilical enroscado en el cuello, pero aquella matrona, a la que María Antonia recuerda con un cariño especial, lo solventó sin problema. «He tenido un marido maravilloso y tres hijos estupendos», recalca esta veterana, acostumbrada a que los 31 de diciembre fueran un jolgorio desde primera hora de la mañana. Y es que en el hogar de los Gómez Valea se celebraban tres cumpleaños y la Nochevieja. Todo junto, pero no revuelto. «Por la tarde venían los amigos de cada uno de nosotros y en nuestras habitaciones hacíamos las fiestas, mientras los mayores se juntaban en salón; luego celebrábamos el fin de año», explica Almudena. Hasta cien personas se daban cita en aquel piso al que acudían, además de los pequeños invitados a los cumples, una representación de los tíos ocho por parte de madre y otros seis de José Nemesio, además de los primos, una juerga que llevaba de las velas de la tarta a las uvas. Eso sí que es eficiencia en el festejo.
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