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Víctor Vela
Miércoles, 11 de noviembre 2015, 08:29
Allí, en San Llorente, «empieza el valle del Cuco, valle de gran fantasía, que por algo se le llama, el oasis de Castilla». Félix Aguado (Bocos de Duero, 1926) se adentra en el folio en blanco con el lápiz aferrado como si fuera un machete, dispuesto a abrirse paso por la jungla de ripios y rimas, presto para desbrozar memorias, para domesticar recuerdos y convertirlos en relato. Lo hace en su escritorio (así lo llama él). O en la leonera (como lo ha bautizado Sira Gutiérrez, su mujer). Un cuarto con ordenador portátil en el que Félix vuelca en bits todo aquella que antes escribió a lapicero. Hace ocho años (o sea, con 81) se apuntó a un curso de informática en el centro de mayores de San Juan. Allí aprendió a usar ratón y teclado inalámbrico. Ahora está encantado, «sobre todo porque el corrector automático te quita las faltas de ortografía».Solo eso. Porque la emoción de las palabras de Félix vienen de origen.
Acaba de publicar una nueva remesa de Relatos del valle del Cuco, un libro que editó el año pasado con textos en los que recupera vivencias, tradiciones y curiosidades de los pueblos que componen esta comarca del este de la provincia. Félix presenta sus credenciales. «Nací en Bocos, me bautizaron en Curiel y me casé en Valdearcos». Si se le suman las amistades que conserva en San Llorente, ya tiene el valle al completo. Allí, en aquellos pueblos, Félix pasó los primeros 38 años de su vida. «No he trabajado de herrero porque no tenía fuego. Pero el resto, de todo. Albañil, electricista, carpintero».Dicen en casa que es un manitas. Y es fácil comprobarlo. Basta con fijarse en los armarios fabricados por él mismo. Oen los aparatos de radio por él ensamblados (y sintonizados). Oen los hórreos que en realidad son joyeros.O en unas cajitas que comenzó a tallar en la mili y vendía por diez pesetas. Ay, la mili. En León. Dice que fue allí cuando comenzó a escribir. Misivas a la familia. Cartas de amor que escribía en nombre de sus compañeros. Tenía facilidad de palabras y los amigos le pedían que se hiciera pasar por ellos para conquistar a las novias. Un Cirano de la meseta. Recuerda, por ejemplo, esos textos que le enviaba a la chica de Aurelio, en la Aldea de San Miguel. «Ella estaba encantada porque presumía de novio poeta», rememora Félix con una sonrisa. Ese fue el inicio de su afición por las letras. Una pasión que incluso sorprende a su familia. «En realidad, él habría sido un buen ingeniero».Más de ciencias que de letras. Más de técnica que de teoría. «Se inventó un artilugio para encender la luz de las gallinas sin que tuviera que levantarse y así poder seguir en la cama de madrugada», explica su hija. Ella, como el resto de la familia, ha colaborado en la edición de este libro, con ejemplares repartidos entre los vecinos y ayuntamientos del valle. Sus nietos, Teresa, Ana y Pablo, han colaborado en el diseño de un volumen que dedica relatos a la Virgen de las Nieves de Bocos, a la de la Zarzuela de Valdearcos, a la leyenda de San Antón en Corrales o la fiesta de San Isidro enSan Llorente.
«Hablo de los labradores, de los pintores, de las matanzas, de cómo trabajaban los antiguos albañiles del valle». Su libro es un homenaje en verso a los pueblos de su juventud, a la comarca en la que vivió hasta que con 38 años («para darle estudios a los hijos») se vino a Valladolid como empleado en Sava. Mientras trabajaba, poco tiempo encontraba para su afición. Una vez jubilado, comenzó a alimentar su pasión por la escritura. Y ahora, primero a lápiz, luego en ordenador, bucea en su memoria para rescatar aquellas historias del valle del Cuco que han hallado en Félix, a sus 89 años, un cronista de excepción.
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