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Antonio G. Encinas
Viernes, 6 de noviembre 2015, 22:13
Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) son dos personas. Una viajó hasta el Amazonas para comprobar cómo vivían en el Perú más escondido. La otra regresó del Amazonas. «Volví de allí con un nivel de conciencia que uno no tiene cuando vive aquí».
Y se trajo un ahijado.
Un váter.
«En el Campus Aquae en Valladolid hablaré de váteres», decía por teléfono, en serio a pesar del tono burlón. Porque un váter comunitario, una letrina, en un lugar sin agua corriente en las casas y con riesgo de infecciones, es un elemento que merece una fiesta de inauguración como la que él vivió.
«Voy a apadrinar una letrina. La comunidad de Puerto Bethel [...] se prepara para la gran inauguración», contaba en un reportaje publicado en El País a su vuelta. ¿Cambio climático? ¿Problemas con el agua? Santiago Roncagliolo lo tiene muy claro. Lo ha vivido. «Una botella que tiras al sitio que no corresponde significa un niño enfermo, en la medida en que la comida sale directamente del río. Implica que tu hijo enferme, que se muera. En el Amazonas el efecto del cambio climático es evidente porque enferman más. Los cambios de temperatura afectan más, las temperaturas bajan a 18 grados y la gente no está preparada y enferma», cuenta.
Aquae, organizadora del foro en el que intervino Roncagliolo en Valladolid, trabaja allí, en una zona del Perú de la que el propio Estado peruano apenas ha oído hablar, junto a Unicef y la oenegé Alianza Arkana para instalar sistemas de agua potable.
«El agua no es potable o no hay sistemas sanitarios. Uno de los mayores descubrimientos de ese reportaje fue ver que para que haya agua, no basta que haya agua. De hecho puede no haber agua y hay agua. En Israel, en un desierto, han conseguido irrigar. Una parte importante del acceso al agua tiene que ver con la educación y con las infraestructuras», explica el periodista peruano.
Para concienciar mejor a quienes le escuchen, Roncagliolo prefiere el mensaje positivo. Huir de la imagen de que todo lo que no es Europa o Estados Unidos es miseria, tercer mundo. «La prensa europea tiende a pensar que el resto del mundo vive en una miseria espantosa. Suelo destacar más bien la gente que vive bien, cómo otras maneras de vivir también nos enseñan sobre nuestra propia vida y personas que viven en entornos diferentes tienen otras cosas que un europeo querría», comenta. «Eso ayuda a que la gente se identifique con ello y se den cuenta de que son parecidos. Y eso ayuda mucho más a que las personas entiendan la problemática de otros sitios y apliquen esas cosas a sus vidas, que sepan que es posible vivir de otras maneras». Aunque esas otras maneras, sin las infraestructuras adecuadas, se compliquen extraordinariamente.
La experiencia de Roncagliolo en Perú tuvo lugar en algunas de esas comunidades que parecen olvidadas por el mundo. Lo describe de una manera tan cruda como elocuente cuando narra lo que le respondió la autoridad local cuando le preguntó por qué presidentes peruanos habían sido mejores para su pueblo. «Respondió muy diplomáticamente que todos habían hecho algo. En los setenta nos dieron el registro, pusieron en un papel que el pueblo existía, en los ochenta nos dieron picos y palas y en los noventa se pacificó y hoy tenemos el primer váter, dijo. Cuarenta años de historia y él tenía la sensación de que progresaban. Es difícil ver desde Europa una sociedad tan alejada del Estado».
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