Entre tes y vinos por la calle Platerías
El catálogo comercial de la calle de la Platería incluye un muestrario de tentaciones de la repostería, las infusiones o la mejor música
Víctor Vela
Miércoles, 21 de octubre 2015, 17:10
Hay palabras que parecen escondidas en las tripas de papel del diccionario y que de vez en cuando asoman la patita (una letra, una tilde, el rabillo de una o) para recordar que existen, que aún conservan su significado aunque ya casi nadie las pronuncie, aunque no haya manos que las escriban ni ojos que las lean.Maribel de Castro ha quedado prendada de una de estas palabras:cosario.
¿Cosario?
Sí, sí. Cosario. Como corsario, pero sin la r.
¿Yqué significa corsario?
La definición del diccionario dice: «Hombre que conduce personas o cosas de un pueblo a otro». Maribel, además, conoce el ejemplo de una de esas personas.Era el marido de La Colchona, una vecina de Estepa que en el siglo XIXañadió canela a los ya típicos polvorones, ideó un sistema (calentando la harina) para que no se quedaran duros con rapidez y le dio así forma a los mantecados estepeños. ¿Qué pinta su marido, el cosario, en toda esta historia?«Entre las muchas mercancías que transportaba, estaban los polvorones de su mujer, que comenzó a repartir entre la nobleza de Córdoba. Fue así como se hicieron famosos sus mantecados», explica Maribel, quien despacha los polvorones La Colchona la casa con más solera de Estepa en su negocio de la calle Platería. ¡Ydurante todo el año!
Lo hace en esta tienda que se llama Casa Brígida (en honor a su suegra)y que es un edén de tentaciones. «Me equivoqué. Tendría que haber montado una ferretería. Sería la única garantía de que no pruebo el género», apunta Maribel, mientras enumera los deliciosos pecados que ofrece desde hace ya 19 años: «Chocolate belga, panetones italianos, quesos suizos, galletas artesanas, pasteles rusos...».
Y sí, los pasteles rusos, como la mayor parte de los productos de Maribel, tienen su propia historia. Cuentan que Eugenia de Montijo le ofreció este praliné de almendra y avellana al zar Alejandro IIdurante la exposición universal de París, en el año 1890. Y el zar quedó prendado del sabor de este dulce. La fama de su afición fue tal que se le comenzó a llamar el pastel ruso. Con ese nombre se ha quedado y así, entre mermeladas y pastas delicatessen, se sirve en este negocio de la calle Platería, que también ofrece canapés y servicios de cátering.
No es el único capricho que pueden llevarse a la boca por la calle «más bonita de Valladolid». La monumental etiqueta la pone Laura Pollo Urdiales, de Lauras Bakery, una repostería de diseño que hornea galletas y tartas personalizadas con el fondant como dulce ingrediente para el modelado. «Se puede hacer de todo», apunta Laura, quien ingresó en este mundo por pura curiosidad. «Me gustaba la repostería y estaba en el paro. Aburrida, buscaba por Internet información sobre mis aficiones y empecé a investigar sobre este tipo de dulces, que tienen su origen en Inglaterra y Estados Unidos». Esa afición se convirtió poco a poco en una profesión que ha encontrado nido en esta calle que ha recuperado en los últimos años el pulso comercial, con la apertura de nuevos negocios muchos de ellos únicos en Valladolid que le otorgan un especial encanto.
Pareja perfecta
Es el caso de Vinyl &wine, un perfecto maridaje entre los vinos y la música. La mezcla viene servida por la enóloga Verónica Pareja y por Francisco Javier Grande. Él aterrizó en la calle de la Platería procedente de La Rubia. Allí, durante seis años, trabajó en una tienda de fotos, hasta que el flashazo de la crisis veló toda fotografía de futuro. El paro fue una oportunidad para buscar alternativas de negocio. Y de su pasión musical (es parte del grupo Friedas still in love) y los conocimientos vinícolas de Verónica nace esta iniciativa, una tienda que ofrece vinos (sobre todo de Castilla y León, aunque también procedentes de Galicia) con la mejor música. Para ello, organizan catas con bandas sonoras. Rock clásico si es un reserva. Beach Boys para acompañar los vinos más frescos. «La relación entre la música y el alcohol siempre ha estado presente, y más en el caso del vino», explica Fran, sentado frente al mural de Jorge Peligro que ilustra el frontal de la tienda. Y en la alargada superficie del local, cajas de madera (de esas que podrían contener melocotones o manzanas) que están llenos de vinilos.«Muchos son de la tienda Charly Blues», el templo musical del paseo de San Isidro. Y Fran pasea la mirada por alguno de los discos de sus bandas preferidas, como Sigur Rós o The secret society. Y para completar el menú comercial, exposiciones, como la que ahora en octubre presenta Touch the idols, una colección de carteles cinematográficos que encontrarán su lugar en las blancas paredes de esta tienda que ensambla vino y vinilo.
Pero hay más propuestas líquidas en la calle. Como la que desde hace 21 años promueven Ana Sánchez y Cissi Petterson. Amigas. Ana quería montar una papelería. Cissi tenía la intención de abrir una tienda de productos naturales en Simancas. Al final, apostaron por La Tetera. «Cuando empezábamos teníamos 24 variedades. Hoy ya son más de 140», indica Ana desde un coqueto rincón de la tienda lleno de latas con multitud de infusiones. El negocio comenzó en López Gómez. Hace 14 años aterrirazon en Platerías, cuando todo eran andamios y dificultades. «Nuestro sueño era tener la tienda en el Pasaje Gutiérrez. No se nos logró. Pero estamos contentas porque a lo mejor la tienda allí habría sido nuestro entierro», comenta Ana, quien explica que además de infusiones, venden todo tipo de productos (desde teteras a bandejas) para hacer más placentero el acto de tomar un té. Porque es casi un ritual.«Lo de la manzanilla que te daba la abuela cuando te dolía la barriga ya ha pasado a la historia», explican mientras preparan un paquete, pesado en una báscula antigua. Tomar el té es un placer. Ana apuesta por el rojo. Sissi se reconoce una adicta desde que tenía nueve años. «Es lo único que bebo. No tomo agua». Y sí, cada vez hay más afición.
Afición tetera
«Quizá cuando abrimos la tienda no tanto, pero ahora los españoles viajamos más, salimos fuera, y eso ayuda a conocer otros gustos». El té se ha abierto así camino en las preferencias de los vallisoletanos. «Lo más común al empezar es apostar por las infusiones más aromatizadas», apuntan Cissi y Ana, que en la tienda preparan, a diario, dos variedades (té y otra infusión) para que los clientes que lo deseen ingresen en su tienda, se sienten tranquilamente y prueben diversos sabores de una forma pausada, sin prisa, en esta calle llena de tentaciones.
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