Antonio G. Encinas
Sábado, 17 de octubre 2015, 17:02
Durante muchos meses, Forges aliñaba las sonrisas que provocaban sus chistes diarios con un no te olvides de Haití autografiado en una esquina.
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Han pasado cinco años y nueve meses, 2.099 días, desde el terremoto que provocó, según las autoridades haitianas, 316.000 muertos.
María Leal, religiosa carmelita, se encontraba aquel 12 de enero de 2010 en plena etapa de descanso tras haber puesto en marcha un hospital en la República del Congo. Y se embarcó para Haití. «Fui a para ayudar, porque soy médico, además de religiosa carmelita. Había pasado trece años trabajando en África cuando ocurrió el terremoto y me sentí llamada a ayudar en ese momento, no sabía por cuánto tiempo», explica ahora, de regreso en Valladolid, donde participó el día 5 en una cena del Rotary Club, al que quiso agradecer su labor para levantar un hospital en Haití.
Un hospital que hoy es realidad.
Aunque no en Puerto Príncipe, el lugar más devastado por el terremoto, sino en Belle Fontaine, a unos cincuenta kilómetros de la capital haitiana, en las montañas. Tras unas primeras semanas viviendo en el arzobispado junto a otras religiosas de todas partes del mundo, llegó el momento de tomar una decisión aplicando un criterio de necesidad. «Nos dividíamos por equipos, evaluábamos el trabajo de cada día y proyectábamos los días siguientes. Llegó un momento en que nos planteamos que debían ser los religiosos de Haití los que dijeran qué necesidades tenían.Nos reunimos formalmente y les ofrecimos destinar personas adonde ellos lo precisaran.Los Hermanitos de Santa Teresa de Jesús, una congregación autóctona de allí, nos pidieron para ir a la montaña. Y allí me encontré que habían sufrido con el terremoto pero no tanto.De lo que sí tenian una gran necesidad era de una infraestructura sanitaria».
María se lo contó a su padre, Fernando. Él, al resto de los rotarios. Y comenzó el movimiento solidario para lograr construir un hospital contra los elementos.
Porque no solo hace falta dinero.
La dificultad de acceso a Belle Fontaine para transportar los materiales, que hay que comprar en Puerto Príncipe. Los obstáculos de gestión, de coordinación.La falta de una educación sanitaria en la población. Los imprevistos.
«Los primeros días pasamos consulta y venía un montón de gente. Luego se estabilizó a medida que nos organizábamos», explica María Leal. En una congregación de semiclausura, las Siervas de Jesús Sacramentado, se ubicaron en una galería y colocaron una cortina que separaba el consultorio de la farmacia. «Pasando las semanas, los Hermanitos dijeron que sería buenísimo hacer un proyecto para construir un hospital. Se lo conté a mi padre... Bueno, porque es mi padre. Y al ser rotario, él se lo comentó a los demás rotarios y les pareció bien adoptar este proyecto».
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Allí no hay respuesta institucional. Ni del Ministerio de Salud haitiano, ni de ningún otro organismo.
«Las carencias ya existían antes del terremoto», explica la carmelita vallisoletana.
Construir un hospital en esas condiciones significa mucho más que crear una infraestructura sanitaria.El hospital, aunque modesto, permite crear un foco de desarrollo en un entorno muy degradado.
«Es un hospital sencillo, la mínima expresión. Ha costado 300.000 dólares, algo menos de 300.000 euros, si bien es cierto que una vez que la construcción del hospital se ha dado a conocer, ha habido otras oenegés que han ayudado mucho. Manos Unidas, Médicos sin Fronteras,Cáritas de Italia y de Bélgica...», desgrana su padre, presente durante la entrevista.
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Un pequeño hospital que ha conseguido ser incluido en la red general de asistencia de Haití y que sirve a una población de entre 50.000 y 70.000 habitantes.Ni siquiera saber cuántos son es fácil enHaití, donde no cuentan con un registro fiable y es común ver familias numerosas.
«El hospital ha creado mucho trabajo allí, además», interviene María. «Hay muchos elementos que ha desencadenado.Por ejemplo, han abierto una panadería, que antes no había. Empieza a haber un pequeño comercio local, se ha llevado una conducción de agua, hay electricidad gracias a un generador que se llevó... Es un foco de desarrollo, aún incipiente, pero lo es», explica FernandoLeal. Y María sonríe cuando explica que la gente, ahora, «ya tiene teléfonos móviles».
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La plantilla del hospital es corta. Un médico, un enfermero, un recepcionista, un contable. Y de vez en cuando limpiadoras, sobre todo cuando el cólera amenaza con expandirse y la higiene preventiva se convierte en un antídoto eficaz.
María Leal debería esperar ahora un año para conocer su próximo destino. La hermana general decidirá adónde debe ir a prestar sus servicios, pero ella ya le ha dejado clara su predilección:«Me gustaría volver. Cuando acabe este año le voy a proponer volver al mismo sitio, porque no veo ninguna razón para dejarlo ahora.Al revés, le veo pleno sentido».
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Porque no solo se trata de prestar atención médica. En la raíz de todo está la educación.La falta de educación. «Lo mas importante es la salud y la educación. Sin salud no se puede estudiar y mejorar la mentalidad. Tienen mucha ignorancia a todos los niveles. Hace falta educación básica. Hay muchas escuelas, pero de poca calidad», explica la carmelita.
Y cuando habla de ignorancia, se trata de una ignorancia peligrosa.
«Me dan mucha rabia los charlatanes», confiesa con un punto de crispación.
Y no se refiere a tertulianos encendidos en debates rosa de la tele.
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«En el año 2014 tuvimos un gran problema con los charlatanes, disminuyó muchísimo la gente que acudía a consulta. Son gente que no son médicos pero se hacen pasar por ellos. Fabrican jarabes con hierbas y azúcar y se pasean por las montañas con sus maletas de medicamentos y pasan consulta a la gente con ritos, oraciones. Y luego, para los precios de los medicamentos, negocian».Y el colmo. «Hay uno que se pone a trabajar enfrente del hospital». A eso, los sanitarios han respondido yendo a pueblos más alejados para pasar consulta a población que normalmente no puede acudir. Y luego tratan de estar siempre presentes por si se dan urgencias.
Dentro de un año, María Leal podría volver allí. O encontrar un nuevo destino en el que empezar de cero. Como hizo en el Congo.Como hizo en Haití. «Lo miro con esperanza. Los que entienden un poquito más, que vienen de Puerto Príncipe a ver a sus familias, van a consulta y además prestan dinero a sus familiares para que vayan al médico», dice. Dónde trabajará es una incógnita. Lo que es seguro es que, como pedía Forges, ella no se olvidará nunca de Haití.
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