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Jorge Moreno
Sábado, 19 de septiembre 2015, 17:12
El hallazgo el pasado sábado, día 12, de una anciana muerta en su vivienda de Villagómez la Nueva, una localidad situada a 90 kilómetros al norte de la provincia, ha vuelto a alarmar a los servicios sociales de las administraciones públicas, que no disponen de medios suficientes para supervisar la atención de centenares de ancianos que residen solos, en pisos de la capital y en el medio rural. En lo que va de año han sido más de media docena las muertes con estas características, cuya coincidencia principal es la edad y que llevan meses, e incluso años, fallecidos sin que nadie se diera cuenta.
El cadáver de Primitiva Pérez Gago, de 90 años de edad, fue descubierto por la Guardia Civil y sus familiares después de que estos alertaran de que no sabían nada de ella desde hacía meses. La mujer, viuda de un coronel del Ejército, residía en Madrid, y coincidiendo con las vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano tenía por costumbre viajar hasta el pueblo, de donde era natural. El buzón de su piso en la capital de España, repleto de cartas y publicidad, dio las primeras alertas a la familia.
En los dos años que han pasado hasta el hallazgo de este cadáver nadie la echó en falta en el pueblo, puesto que no se relacionaba mucho con los vecinos. Su casa de dos plantas dispone de una huerta con higuera y nogal. El panadero pasa todos los días y a quien sale le vende pan. Al igual que hacen periódicamente los camiones de fruta y otros alimentos de primera necesidad.
Según el alcalde de Villagómez, «la mujer vivía en Madrid todos los inviernos. Cuando venía al pueblo, lo hacía en un taxi. Su marido falleció hace unos 15 años y está enterrado aquí, mejor dicho, trajo las cenizas. Ella seguía haciendo vida como siempre», dice Joaquín Vega, que preside un Consistorio con tan solo tres concejales. A 11 kilómetros de Villalón de Campos, la cabecera comarcal, Villagómez la Nueva ha visto cómo desde el año 1978 hasta hoy sus habitantes han pasado de unas 500 personas a las 58 que hay censadas. Bilbao, Barcelona y Madrid han sido los destinos de las maletas de los que emigraron, y las llaves cerraron puertas hasta el verano.
El alcalde recuerda que pese a ser tan pequeño el pueblo «ninguno reparó en qué podría estar muerta dentro de la casa. ¡Pero dos años!..». Y así fue. Vega apostilla incluso que el pasado mes de mayo él mismo se encargó de recoger los ladrillos del muro de Primitiva, que habían caído a la calle y entorpecían el tránsito de los coches. «Y la cosa es que ella estaba muerta en la cama, cuya ventana da aquí fuera», ironiza.
Muerte natural
Cuando los agentes de la Guardia Civil, destinados en el cuartel de Villalón, recibieron la denuncia de los sobrinos de la anciana, lo primero que hicieron fue obtener una orden del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Medina de Rioseco.
Al entrar en la vivienda, sobre las doce del mediodía, acompañados por el juez de paz, observaron cómo la puerta trasera que da al patio interior estaba abierta. Y en la habitación de la planta baja yacía el cuerpo de Primitiva en camisón y tapada. No había nada revuelto en la vivienda, por lo que todo indica que fue una muerte natural, baraja la Guardia Civil.
La autopsia practicada por personal de la Clínica Forense de Valladolid ha avanzado que la mujer habría fallecido en octubre del 2013. Para determinar ese mes, los investigadores han recogido datos sobre la presencia de la anciana en el médico en esas fechas.
La mujer estaba en tratamiento y habría acudido al Hospital Clínico al sentirse mal. «Pero ella no quiso ingresar y se marchó de nuevo al pueblo», explican.
Albano Moncada, un emigrante que ha trabajado 40 años en Barcelona, califica de huraño el carácter de Primitiva, ya que no se hablaba con nadie. «Incluso si aparcabas con el coche en su puerta salía y te manchaba el coche de orines. Ha tenido varias denuncias, pero no se presentaba. Sí pagaba las multas, o se lo quitarían del banco. Hasta su aparición, pensábamos que estaba en una residencia en Madrid».
Aunque después de tanto tiempo no es posible obtener sus huellas dactilares, por la descomposición del cuerpo, los forenses no parecen tener dudas de que se trata de Primitiva Pérez, por lo que no se haría necesario enviar muestras de ADN a Madrid. De ser así, en menos de un mes se tendría una confirmación definitiva.
El cadáver se encuentra todavía en una cámara de Valladolid hasta que la juez de Toro, que sustituye a la de Medina de Rioseco, autorice el enterramiento y la inscripción de la defunción en el Registro Civil. A partir de ese momento, son sus parientes los que actúan, puesto que Primitiva no tenía hijos. «Los sobrinos han dicho que su funeral será aquí en el pueblo», dice un vecino.
La aparición del cuerpo de la anciana el pasado sábado es objeto de comentarios en este pequeño municipio de Tierra de Campos. El alcalde afirma que alrededor de seis de sus habitantes tienen menos de 50 años. «¿Y el resto? Pues ha cumplido años para arriba», dice Vega.
En el interior de la casa, según dice uno de los paisanos, se han encontrado en un bolso unos 3.000 euros en efectivo y joyas. «Se ve que ella traía dinero suficiente para pasar meses en el pueblo. No tenía relación con nadie y se encerraba en la casa. Si tenía que ir a Villalón, llamaba al taxi», apunta el alcalde.
Medidas antiengaños
Cinco días después de la aparición del cuerpo de Primitiva, en el pueblo se comenta que la mujer no tenía problemas económicos y que poseía dos pisos en Madrid.
Aunque el ingreso de su pensión en la cuenta se hacía periódicamente, está ahora por determinar si la Seguridad Social reclamará los importes percibidos mientras se encontraba ya fallecida.
Para controlar estas situaciones, la institución remite cartas a los pensionistas con el objetivo de que acrediten que están vivos. Además, los directores de bancos tienen la obligación de comunicar cualquier incidencia sobre el fallecimiento de los jubilados para evitar, como ya ha sucedido, que familiares o personas de su entorno sigan cobrando la pensión.
Pero todos estos trámites con la Agencia Tributaria quedarán para sus herederos, los hijos de sus dos hermanos ya fallecidos. En el Consistorio, la anciana de 90 años nada dejó a deber, ya que al tener los impuestos domiciliados en el banco, tanto el recibo del IBI como los del agua y basuras se cargaban periódicamente de modo que ni el fisco tampoco la echó en falta.
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