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pablo santana martín
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 18:24
Pablo Santana Martín es un vallisoletanao que un buen día, ante la crisis de refugiados que asola Europa, decidió coger sus maletas y marcharse como voluntario, junto con otros diez españoles, a Solimanía, una ciudad de mayoría kurda al noreste de Irak, casi en la frontera con Irán. Allí comenzó a trabajar en un campo de refugiados gestionado por un grupo de monjes católicos, en el que atienden a una multitud de vidas humanas, en su mayoría sirios, que han decidido salir de su país huyendo de la guerra en busca de un futuro más prometedor que el que les ofrecía su tierra natal. No solo es el único vallisoletano del grupo, sino que también es el único castellano y leonés de los once españoles que han ido.
No quieren emigrar a occidente. Ese es el sentir generalizado de los refugiados sirios e irquíes con los que estoy conviviendo estos días. Ayudo en un campo de refugiados en el este de Irak, en Solimanía. Está regentado por la iglesia caldea y malviven unas 200 familias. Cada día me topo con una historia más dramática: familia cuyo padre fue capturado por el ISIS, Ámhar, que perdió una pierna y, a duras penas, consigue circular con su silla de ruedas. Ayer, por ejemplo, cené con la familia de Yosef, que poseían tres zapaterías en un pueblo cercano a Mosul.
Hay un común denominador en las demandas de todas las familias. Agradecen profundamente nuestra ayuda humanitaria y que ¡por fin! Europa comience a sensibilizarse abriendo fronteras. Sin embargo, su petición principal se centra en pedir a la comunidad internacional que se involucre en resolver el problema raíz: acabar con el ISIS, este grupo terrorista que tiene sometidos a media Siria y a buena parte de Irak. Francamente, aquí es donde menos conformes los veo. Piensan que occidente mira a otro lado porque, entre otras cosas, los gobiernos de las grandes potencias tienen gran responsabilidad en sus orígenes. Mi vida aquí transcurre como uno más. Les ayudo en todo lo que puedo.
Ayer compré unos ordenadores y he instalado una pequeña red para que se conecten a Internet. Entre los jóvenes es casi tan necesario como el comer. Esta noche, si no hay ningún sobresalto (acabo de escuchar algunos disparos), veremos una película infantil en árabe.
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