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Pablo Santana improvisa un pasacalles con unos niños.
Y mañana llegan 10.000 más

Y mañana llegan 10.000 más

He pasado el día en otro campo de refugiados, coordinado por una ONG italiana que atiende a refugiados yazidíes

pablo santana martín

Miércoles, 9 de septiembre 2015, 18:24

Impactado y conmovido. Esas son las dos palabras que describen mi interior hoy. He pasado el día en otro campo de refugiados, coordinado por una ONG italiana que atiende a refugiados yazidíes. En estos momentos están en pleno proceso de reformas: la llegada masiva de refugiados ha obligado a construir contra reloj uno nuevo. Se espera que mañana mismo hoy para el lector lleguen ¡10.000 personas! Esto es un auténtico despropósito

Días atrás, fruto del caos, algunas familias desesperadas cruzaron las vallas del nuevo campo para instalarse por su cuenta, lo que ha obligado a cambiar los planes: aquí de poco sirven los planos, los cronogramas, las planificaciones europeas. La gente grita y llora. Necesitan de dónde beber, donde cobijarse del sol que arde (casi 50º), y sobre todo añoran la dignidad que todo humano busca para proteger a su familia

Los niños, de alguna forma, se mantienen al margen. Juegan con lo que pillan, con las piedras, con cualquier plástico. Cualquier cosa es divertida. ¡Hasta hemos disfrutado con un pasacalles! La escena que más me ha impactado hoy es la de una niña cubierta de moscas. Me he acercado a arreglar una manguera que perdía agua. Al mover un bidón me he encontrado a la criatura detrás. Parecía jugar con un trozo de pan. Al ver que las moscas le cubrían la cara me he angustiado. La he cogido, le he lavado la cara y, gracias a Dios, su madre ha venido pronto a por ella: no sabía cómo reaccionar. Su mirada me penetraba.

Gracias a la intérprete que nos acompaña he podido pasar largos ratos visitando a las familias en sus tiendas. El sentir generalizado es similar al de las familias de otros campos de refugiados en zonas más seguras de Irak: quien volver cuanto antes a sus casas. Allí tenían su vida, sus sueños, sus fotos, sus recuerdos. Aquí nada tienen, pero esa nada también la comparten. Todas me han ofrecido una taza de té. Probablemente quitándosela de su próxima comida.

La diáspora de refugiados sirios e iraquíes que vivían en los territorios hoy ocupados por el ISIS no cesa. Aumenta día tras día. Quiero agradecer a los ayuntamientos y otras instituciones que estos días están mostrando su apoyo y compromiso para acoger a refugiados. Verdaderamente no podemos mirar para otro lado. Si bien todo Occidente, al unísono, debería de trabajar desde ya mismo en resolver el problema que origina todos los demás. Y es que el ISIS no retrocede ni un metro en los territorios en los que impone su terror. Ahí es donde urge dar una respuesta a las preguntas de los sirios e iraquíes que buscan una solución fuera de sus casas. De alguna forma algunos gobiernos occidentales son responsables de la preeminencia del ISIS. E imagino que, con la que está cayendo, duele reconocerlo y más aún corregirlo.

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