JESÚS BURRIEZA
Martes, 1 de septiembre 2015, 18:30
El Centro de Restauración y Conservación de Simancas, dependiente de la Junta de Castilla y León, cuenta con suficiente experiencia en materia de patronas de nuestros pueblos y ciudades. Según explicaban en la presentación oficial de ayer, uno de los principales problemas que presentaba la imagen de Nuestra Señora de San Lorenzo había sido la remodelación que se realizó en 1956. En aquella ocasión se completó la pieza original de finales del siglo XIV, entonces vestida y con un punto de vista frontal, para convertirla en una escultura de bulto redondo, con los modos de hacer de la época, en materia de restauraciones.
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En aquellos años cincuenta, la Junta Directiva de la Hermandad de Nuestra Señora de San Lorenzo advirtió al entonces párroco, el recordado sacerdote David Sánchez del Caño, que el estado de conservación de la patrona de Valladolid era muy «deficiente». Solicitaron que la talla recobrase el estado original del momento en que había sido esculpida. Para ello, era menester despojarla de vestiduras y mantos, contemplados como elementos que impedían admirar la belleza del gótico. Entonces, muy pocos sabían cómo era la imagen. Solo el grupo de las camareras tenía acceso a ella. Existía una tradición que sancionaba a los curiosos afirmando, que todos aquellos que la contemplasen sin los mantos, quedarían ciegos. Mentalidades que consideraban la acción como una auténtica profanación.
Llegó el permiso del arzobispo Antonio García y el mencionado párroco procedió a eliminar por orden las múltiples vestiduras: «y apareció por fin la imagen narra David, limpia de tanto estorbo, viendo los allí presentes el lamentable estado en que se hallaba». El nuevo arzobispo, José García Goldáraz, tres años después, retomó el proyecto. La Comisión Diocesana de Arte Sacro encomendó la restauración que en realidad iba a transformar la talla al escultor, restaurador y profesor de imaginería en la Escuela de Artes y Oficios, Antonio Vaquero, distinguido con el Premio Nacional de Escultura. El coste del proceso fue abordado por la Hermandad. La imagen salió de su iglesia el 3 de abril de 1956.
En su estudio de la Avenida Ramón y Cajal, el maestro Vaquero se comprometió a mantener vigilancia las veinticuatro horas del día. Comprobó don Antonio los efectos de la carcoma, reforzó la estructura de la misma y propuso que, partiendo de los modelos góticos del siglo XIII, se procediese a la talla de la parte posterior de la imagen, quizás privada de su espalda para adaptar los vestidos en el XVII. También había que considerar que esta parte nunca hubiese sido elaborada porque no la necesitaba. Eran objeto de estudio los elementos que la Virgen sujetaba en sus manos y la adaptación de las coronas. La propia talla contaba con una en madera aunque se añadían, en metales preciosos, las procedentes de la devoción popular. Se hablaba de la eliminación de los repintes del siglo XVIII para llegar a la policromía original en los lugares donde todavía existiese. En la restauración culminada hoy se ha comprobado que ésta ya era residual. Antonio Vaquero también se percató del estado lamentable de la cabeza del Niño Jesús. Trataba de conseguir una unidad en el conjunto del proceso, «con la máxima fidelidad a la época de la imagen», según explicaba cuando firmó su informe.
La patrona fue entregada el 30 de agosto de 1956 para poder celebrar su fiesta. No fueron todas las miradas unánimes, cuando no de sorpresa y a veces de crítica velada, ante el nuevo aspecto. Corrió el bulo, totalmente desmentido incluso hoy cuando se ha tratado a la imagen con los modernos sistemas de radiografía, que la antigua talla había sido sustituida por otra moderna. Se basaban en el reemplazo de la peana pues la primitiva se encontraba atacada por xilófagos.
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Además, para permitir su contemplación completa, Vaquero talló la espalda de la Virgen y el respaldo de su trono: era ese encuentro de maderas de los siglos XIV y XX del que hablábamos al principio. En la mano derecha de la patrona dispuso una manzana y se recompuso la nariz en el rostro de la madre. El presidente de la Comisión Diocesana de Arte Sacro, el entonces vicario general Faustino Herranz, sancionó positivamente la restauración y cuando un cofrade le preguntó sobre la nueva misión que debían tener los mantos, le respondió don Faustino con ironía: «no creo que vayáis ahora a tapar de nuevo con telas lo que os ha costado no poca tela restaurar».
Esa restauración de 1956 ha condicionado los trabajos que han culminado hoy, mucho más conservadora y sanadora de los cambios que se efectuaron entonces, teniendo siempre en cuenta que la imagen no es de museo, sino devocional; que dispondrá de un habitual movimiento y de un contacto con los fieles que se acercan, aunque sea una vez al año pero en miles de ocasiones repetidas, a venerar su pie, que se volverá a desgastar. Una patrona condicionada, en su modo de envejecer, al contacto con los vallisoletanos.
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La Virgen de San Lorenzo vuelve a casa a tiempo para las fiestas en su honor
La consejera de Turismo y Cultura, Josefa García Cirac, hizo entrega ayer de la talla de la Virgen de San Lorenzo a la parroquia de la patrona, tras la rehabilitación de la imagen en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Simancas. La pieza medieval policromada, de finales del siglo XIV, tan querida por los vallisoletanos, presentaba un deterioro importante debido a su uso procesional. El desperfecto más acusado era una grieta en la zona posterior de la talla, y por ello, ha sido tratada por especialistas durante alrededor de seis meses.
Hoy llegará a Valladolid al Monasterio de San Joaquín y Santa Ana a las 11:00 horas. Leopoldo Adiego, hermano mayor de la cofradía, quiso dar las gracias por la intervención, dado que considera que se ha dado a la imagen de la patrona «un excelente trato». El encargado de la rehabilitación de la pieza, Juan Carlos Martín, explicó el proceso de restauración ha consistido en una labor de conservación, en la que no se han realizado retoques para mantener su aspecto original. Se realizaron estudios radiográficos para tener una visión más completa del estado de la obra, y mantener al máximo el aspecto estético y la función devocional. La cofradía agradeció la restauración al centro de Simancas con la entrega de un grabado. El párroco, Jesús Mateo Fernández, señaló que están «muy felices de que la Virgen vuelva a su casa».
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