celia arranz rojo
Martes, 25 de agosto 2015, 19:49
Pastoreo: ¿un oficio en vías de extinción? Esta profesión de 6.500 años de antigüedad se encuentra actualmente en la cuerda floja. Son pocos los que eligen este sacrificado trabajo por varias razones. Principalmente, porque en medio siglo se ha evidenciado un considerable cambio en la mentalidad tanto de los jóvenes como del resto de la sociedad. Hoy en día los trabajos que despiertan el interés de la población son muy distintos a los que lo hacían hace 50 años. La ocupación más contratada, según el Servicio Público de Empleo de la Junta de Castilla y León, es la de camarero, seguida de peón de industria, personal de limpieza y dependiente en tiendas o almacenes, entre otras.
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Sin embargo, aunque la figura del pastor es complicada de encontrar, lejos de desaparecer, se ha incrementado levemente en los últimos años. En 2007, 2008 y 2009 esta profesión aparecía catalogada por el Instituto Nacional de Empleo como de difícil cobertura en la mayoría de provincias de Castilla y Léon, incluyendo entre ellas Valladolid. No obstante, en estos momentos ya no es así y únicamente se encuentran en el catálogo del tercer trimestre de 2015 los oficios de deportista profesional y entrenador deportivo.
Un factor que está frenando la desaparición del pastoreo es el creciente interés de algunos sectores de la población por productos alimenticios artesanos. Otro elemento es la preocupación por el medio ambiente y por las prácticas (como el pastoreo) que contribuyen a su conservación. Por estas razones se pueden encontrar iniciativas que ayudan a ralentizar la desaparición de esta figura, como la escuela de pastores en el Parque Nacional de Picos de Europa, dirigida por Fernando García Dory. No es el único caso, también hay otros ejemplos en Teruel y en Guipúzcoa. En estas escuelas se enseñan las labores propias de la profesión además de otras asociadas al oficio, como la elaboración de queso.
De vuelta al campo
La crisis económica que comenzó en 2008 también ha influido en el resurgimiento de este antiguo oficio. Cuando no hay otra opción, a veces se recurre a trabajos, como en este caso, que han quedado prácticamente olvidados en la memoria de una sociedad cada vez más avanzada en todos los sentidos y que ha dado la espalda a los núcleos rurales, lugares a los que la recesión económica ha dado de nuevo relevancia como una de las alternativas para trabajar y residir.
Aunque se aprecie un sutil incremento en el desempeño del pastoreo, a su vez se observa un descenso considerable en el censo ovino de Castilla y León. Entre 2003 y 2014 se ha pasado de casi cinco millones de ejemplares a tres. En Valladolid ocurre algo similar, con un notable declive de la cabaña ovina, de aproximadamente 500.000 en 2003 a 350.000 animales en 2013.
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El pastoreo, un oficio sacrificado y de contrastes. No levanta pasiones en la sociedad de hoy en día, pero puede llegar a enamorar al que tiene vocación. Por ello aún no se habla de desaparición y quién sabe hasta cuándo perdurará. Y es que hasta el fantasioso Don Quijote, tras finalizar su loca aventura de caballero andante, tuvo la idea de «hacerse pastor y entretenerse en la soledad de los campos».
«Este trabajo tiene que gustar. He sido muy feliz»
Pastor y ganadero de vocación. A José Bautista, ahora jubilado, siempre le ha gustado su trabajo. Desde que tiene uso de razón le ha entusiasmado ir al campo y rodearse de ovejas, quienes en un futuro le proporcionarían su principal sustento. «Nada más salir del colegio me iba con los pastores», recuerda divertido.
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Comenzó en la profesión con 22 años, echó al pastor que trabajaba para su padre y se ocupó de las pocas ovejas que había en su casa. Terminó comprándolas y, desde entonces, se ha dedicado en cuerpo y alma a su querido oficio incrementando el número de ovejas hasta reunir 1.200.
Los inicios de Bautista fueron como pastor, dedicándose luego a la venta de lana, leche y carne. Su día a día consistía en dirigir a sus ovejas por las laderas «perdidas» que rodean su pueblo natal, Rábano (Valladolid). Siempre acompañado de una figura fundamental, el perro. «Si está bien enseñado, hace todo lo que tú le mandes», afirma con rotundidad.
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Sin embargo, no siempre ha encarnado la bucólica figura del pastor, hace 20 años dejó de alimentar a sus ovejas en libertad. «En el campo unas veces las das de comer y otros días vienen con hambre». Como decidió centrarse en la producción de leche comprendió que resultaba más rentable estabularlas, debido a que «el ganado produce más si está cerrado». Se convirtió en ganadero y entendió que se había adentrado en un oficio sacrificado y muy duro porque «tiene 365 días de trabajo al año». Pero a la vez le encantaba y le continúa fascinando. «Ha sido la ilusión más grande de mi vida y he sido muy feliz», sostiene con una gran sonrisa.
Asegura que tanto la profesión de pastor como la de ganadero no están suficientemente valoradas por la sociedad actual. Hoy en día en el gremio hay carencia de vocación y «este oficio tiene que gustarte, tienes que estar a ello». Aún después de jubilarse continúa visitando las naves que un día fueron suyas y que ahora pertenecen a sus hijos. «Sigo viniendo aquí porque me gusta».
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Ahora mira atrás y relata con ilusión y orgullo su vida entre lanas, una vida enteramente dedicada a sus dos pasiones:su familia y sus ovejas.
«Para ir con el palo tienes que haberlo vivido desde pequeño»
Oficio heredado. Carlos Jesús Sanz continuó con la profesión de ganadero que inició su padre y rescató la de su abuelo, que fue pastor. Natural de Vivar de Fuentidueña (Segovia), actualmente pastorea en las tierras de Rábano, alejado del casco urbano. Su rebaño cuenta con 400 animales, entre ovejas y cabras, que alberga en un corral situado en el páramo que rodea el pueblo. Su ganado ovino es de raza churra y merina, le interesa cruzar ambas porque así «la oveja aguanta más y es más alegre», aparte de que «se hace antes el cordero y tiene más alegría».
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Aunque en sus inicios se dedicaba a la venta de lana, leche y carne, finalmente decidió decantarse únicamente por la cría de cordero y chivo porque «poner ordeñadora no sale rentable» y la leche de oveja ahora tiene un precio alto, pero «hace 10 años no valía nada». Como su principal objetivo era la carne, creyó más oportuno dejar a su rebaño pastar en libertad porque «el sabor lo hace el campo».
Por realizar la actividad de ganadero recibe una subvención procedente de la Unión Europea, la Política Agraria Común (PAC). Sin embargo, Carlos Jesús Sanz ve insuficiente esta ayuda debido a los elevados precios del pienso. Por ello cree que es más rentable, cuando el tiempo lo permite, dejar al rebaño comer en el campo, ya que los pastos son más baratos que el pienso. Además, cree que existen demasiadas restricciones para ser beneficiario de esta paga, como las 3.000 hectáreas que se necesitan poseer como mínimo.
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Por otro lado, también considera que la burocracia que se exige para poder desarrollar su trabajo es excesiva y afirma que «antes era un oficio de pobres; ahora tienes que hacer hasta de secretario». Cada operación que realiza con el ganado tiene que estar perfectamente reflejada en un libro: altas, bajas, medicamentos, pienso, etcétera.
En cuanto a la evolución de la profesión de pastor, Sanz afirma que «es la misma más o menos pero no había tanto requisito como ahora». Por otra parte,las nuevas generaciones tienen otra mentalidad y «hoy en día ya nadie quiere ir al campo, es la cultura que tenemos».
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No es lo mismo tener al ganado estabulado que en libertad, porque si se tienen fuera hay que estar con ellas y encerradas «no dan guerra». A su vez, el consumo del cordero también ha caído; Sanz sostiene que la gente compra otras carnes porque son más baratas y esto, con la crisis, se ha notado.
Para ejercer este oficio la vocación es imprescindible y es necesario «haberlo mamado para ir con el palo». Desde que empezó a trabajar ha ido guiando a su rebaño por los campos castellanos, provisto de una cachava y acompañado de sus fieles amigos, los perros.
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