Ochenta solicitudes consolidan el programa intergeneracional de la UVA
La institución contabiliza 322 convivencias entre mayores y universitarios desde 1997
esther baruque
Viernes, 7 de agosto 2015, 11:41
Verano es la época en la que muchos universitarios, tanto futuros como veteranos, deciden iniciar la búsqueda de una vivienda donde pasar el próximo curso. Las opciones más comunes son las residencias universitarias y el alquiler de una habitación en un piso compartido. Sin embargo, existen otras alternativas que no son tan conocidas, como el Programa de Alojamiento Intergeneracional que ofrece la Universidad de Valladolid desde la Gerencia de Servicios Sociales de Castilla y León.
Esta iniciativa, que comenzó en 1997 y a la que se adhirieron en 2006 los campus de Palencia, Segovia y Soria, ofrece la posibilidad de que un alumno permanezca en el domicilio de una persona mayor, sin la necesidad de pagar ninguna renta, a cambio de la prestación de ayuda y compañía.
Los requisitos mínimos para el estudiante son tener 18 años o más, y menos de 30, y ser alumno de la Universidad de Valladolid (todos los campus incluidos). Para la persona mayor se requiere que esté jubilado, que tenga más de 60 años y que sea titular o usufructuario de la vivienda (la cual tiene que ofrecer las garantías básicas de habitabilidad, higiene y espacio).
Puede que en un principio la idea de no solo compartir piso, sino además con una persona mayor que requiera de alguna atención, no resulte muy alentadora para los jóvenes. No obstante, el número de solicitudes en estos últimos años ha aumentado hasta el punto de consolidarse en unas 80 peticiones, entre estudiantes y personas mayores. Es más, los universitarios que han sido partícipes de este programa solo tienen buenas palabras respecto a él. «Me he sentido tan bien que no me cambiaría a otro piso o a una resiencia por nada del mundo» cuenta Claudia Colino, estudiante de Arquitectura. El año pasado convivió con una mujer de 78 años por primera vez y el próximo curso repetirá la experiencia. «Nada me convencía al principio. Miré pisos, residencias... Un familiar me habló acerca del programa, así que busqué información, mandé una encuesta y a la semana aproximadamente me dijeron que habían encontrado a alguien compatible conmigo.» Una de de las principales características de esta iniciativa es que el procedimiento de selección es bastante fácil.
Lo primero es la entrega de un cuestionario, indicando entre otras cosas los datos personales y preferencias. Lo segundo es la realización de una entrevista en profundidad con cada una de las partes involucradas. Para el alumno, tanto la primera fase como la segunda se pueden realizar mediante Internet. Las entrevistas de las personas mayores se llevan a cabo en sus propios domicilios. De este modo se evita su desplazamiento y al mismo tiempo es posible determinar si son óptimas las condiciones de vida. La tercera y última fase es el proceso de emparejamiento, la primera vez que las personas designadas complementarias se presentan cara a cara.
«Cuando te encuentras por primera vez es un poco brusco y extraño, pero el programa facilita mucho a las dos partes el inicio de la convivencia» afirma otro integrante del proyecto, M. S., que prefiere no revelar sus datos.
Una vez se decide iniciar la convivencia se establece un periodo de prueba. Alo largo de un mes, cuyo inicio puede coincidir o no con el inicio del curso académico, se llevarán a la práctica los acuerdos establecidos por ambos. Mientras tanto, la universidad se encarga de realizar evaluaciones periódicas para comprobar si realmente la pareja seleccionada es compatible. Cuando se han cumplido todos los pasos se inicia la convivencia definitiva. Es el momento en el que los acuerdos se individualizan y se imponen una serie de normas básicas.
El estudiante debe abonar el 50% de la factura que corresponde al gasto de electricidad, agua y gas. Además, también es su obligación responsabilizarse de la limpieza y cuidado de su habitación y colaborar con los lugares comunes. Pero sobre todo, hacer compañía a la persona. «Intenté ayudarla en todo» comenta Claudia. «Me encargaba de hacer siempre mi comida, además de responsabilizarme de tareas como poner lavadoras, el lavavajillas o tender la ropa». Sin embargo, no todo se reduce a tareas domésticas. «A veces tienes que acompañarles al médico o llevar el control de las recetas», aclara M. S.
Pero no solo el universitario tiene obligaciones. La otra parte del acuerdo debe permitir al joven utilizar todas las habitaciones y equipamientos comunes, además de facilitarle una habitación con lo necesario para el desarrollo de sus estudios y respetar su intimidad. «Algún problema hemos tenido, pero es lo normal en una convivencia. Es muy difícil estar de acuerdo en todo, pero en general hemos intentado llevarnos lo mejor posible», explica la estudiante de Arquitectura. «Estoy muy contenta con ella y yo creo que ella conmigo también».
A pesar de que lo más normal sería imaginar que son los estudiantes los que más dudan si entrar a participar al programa o no, son más sus solicitudes (50 peticiones de estudiantes por 40 de personas mayores). Además, también existen diferencias dentro de los dos sexos. Se reciben más solicitudes por parte de universitarias que por parte de universitarios (una proporción de 60% chicas y 40% chicos). En cuanto a las personas mayores, la diferencia es mucho más grande (90% solicitudes de mujeres y 10% solicitudes de hombres).
Desde que se inició el programa se han llevado a cabo 332 convivencias, una media de aproximadamente 19 acuerdos de alojamiento al año. Este número se consolida cada vez más, a la par que la opinión de los estudiantes. «Obviamente la principal ventaja está relacionada con el asunto económico, pero es más que eso» afirma Claudia. «Otra de las principales ventajas es la comodidad. No solo estás en un piso, sino que además estás acompañado». Una opinión que está respaldada por otros participantes del programa: «Las ventajas están claras para ambos», dice M. S., «las personas mayores no van a estar solas y recibirán ayuda , y los estudiantes van a vivir una experiencia nueva».
Según los jóvenes «apenas se puede mencionar alguna desventaja. Quizás cuando tienes que ausentarte del piso o la capacidad de adaptación que necesitas en un primer momento».
A pesar de que este último año han finalizado las 17 convivencias formalizadas, cabe la posibilidad de que se interrumpan, ya sea por abandono de los estudios por parte del universitario o por el fallecimiento de la persona mayor. En el segundo caso la universidad cuenta con un seguro que cubre todo tipo de contingencias, por lo que el alumno sería realojado de forma inmediata en otra convivencia o en una residencia universitaria.
El plazo de inscripción lleva abierto desde el 19 de agosto, aprovechando estas fechas para adaptarse a la lógica universitaria, ya que el 95% de las convivencias se establecen durante el verano. Sin embargo, cualquier estudiante tiene la posibilidad de presentar una solicitud a lo largo del curso, ya que las peticiones de personas mayores no se realizan en un periodo concreto, sino que las solicitan a medida que les surge la necesidad. Es por eso que la temporada en la que más abundan sus solicitudes es invierno, donde la época de soledad se acentúa aún mas.
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