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fidela mañoso
Martes, 2 de junio 2015, 20:44
'Kiara' es una más en el colegio La Salle de Valladolid. Con apenas ocho meses, esta labrador retriever se ha ganado el cariño y el respeto de toda la comunidad educativa. Es el alma del proyecto piloto Teacher dog, desarrollado a lo largo de este curso, con el objetivo de implantarse el próximo ya de forma oficial, y concebido como una colaboración en la intervención que hace el Departamento de Orientación del centro con algunos de sus alumnos.
Está demostrado que el perro es algo más que una mascota o un animal de compañía. Tiene unas capacidades y cualidades inimaginables. Y es que al margen de la tarea que realizan los perros policía o servir de guías para la convivencia de muchas personas con algún tipo de discapacidad, tienen una faceta en el campo de la terapia asistida con unos resultados absolutamente extraordinarios. Con animales seleccionados especialmente por su carácter, los especialistas diseñan programas para potenciar las áreas que necesitan estimular en determinadas personas, en este caso alumnos.
En La Salle, el proyecto se gestó de una forma casual, casi anecdótica. Diego Fernández, el director del centro, recurrió a los servicios de AdiestCan.com, una empresa especializada en el sector canino que ofrece servicios de adiestramiento y modificación de conducta a domicilio, y que ayuda a resolver cualquier problema de comportamiento de la mascota. La de Diego es Cleo, una cocker mestiza con la que tenía algún que otro problema de convivencia: «Me fui a comprar unos pantalones y volví con la perrita», recuerda el director, que no sabía cómo resolver la nueva situación a la que se enfrentaba. Así entró en contacto con Anika y Pablo, los expertos caninos que le ayudaron a encauzar la relación con su mascota. Comprobó que lo que estaba viviendo en primera persona podría tener alguna aplicación desde el punto de vista pedagógico. «Aprendes a sobrellevar frustraciones, nuevos lenguajes, a generar dinámicas, a comunicarte mejor y a desarrollar la inteligencia emocional, ecología, higiene... y sube la autoestima».
De esta primera impresión nació la actividad extraescolar con perros, que se desarrolla desde septiembre del 2014 en el colegio, y que se mantiene con una decena de alumnos.
Pero la cosa no quedó ahí. Un dolor de espalda le mantuvo a Diego en reposo en su casa. Empezó a bucear en el tema y descubrió el programa de Lectura con Perros, que realizan algunos colegios en Madrid. El éxito de esta iniciativa, importada de Estados Unidos, radica en la conexión emocional que se establece entre el animal y el pequeño que lee para el perro. Dicen los expertos que son los acompañantes ideales para la lectura, «porque escuchan atentamente, ayudan a relajarse, disminuyen la ansiedad, no juzgan, no se burlan, no critican, son menos intimidantes que los compañeros de clase o que los adultos, dejan que el niño vaya a su propio ritmo, resulta muy agradable (los niños pueden acariciar al perro, tumbarse sobre él...), y leer se convierte en un juego».
Con la cabeza llena de ideas, y con las posibilidades y descubrimientos que le brindó Cleo, propuso al Departamento de Orientación del centro embarcarse en un proyecto con la participación de perros adecuadamente seleccionados y adiestrados para el refuerzo de su labor de orientación y en la gestión de diferentes áreas de apoyo. Y se tiraron a la piscina, a pesar de que una de las profesoras implicadas fuera alérgica y otra tuviera miedo.
Así nació el proyecto piloto Teacher dog, una apuesta por la terapia asistida con animales para el día a día de la escuela fue presentado por el equipo del colegio en el foro sobre las nuevas tendencias de orientación en la Universidad Europea Miguel de Cervantes en el que AdiestCan.com se encarga de la parte técnica con el animal.
Anika, como adiestradora, eligió la raza, el criadero y el cachorro, al que preparó para el cometido, dando las pautas correspondientes también a las profesoras y orientadoras con las que tenía que trabajar el animal. La elegida fue Kiara. Es la nueva profe que se ha incorporado a la plantilla de La Salle, de cuyo cuidado se encarga el director del centro.
Aprender a compartir
En el aula, bajo la supervisión de la profesora Isabel Cocinero y la observación de Anika, se encuentra Bruno, un niño de cuatro años, cuyo aprendizaje ha sorprendido a sus padres. Entre otras muchas cosas, ha aprendido a compartir. Ese día trabaja con el número 6, cuenta manzanas y peras en el iPod... Correcto. Tiene que dar seis premios a la perrita. Con ellos está también Guille, un alumno un poco más mayor, y al fondo de la clase, detrás de un gran espejo, siguen atentamente la escena la orientadora del centro, Cristina Misas, junto a Miriam, otra estudiante de 16 años que padece fobia a los perros. Incluso cuando se abre la puerta del aula donde está Kiara sufre taquicardias, se le dispara el corazón. Es un miedo irracional, aunque está tratando de superarlo.
Luego llegan Iker y Miguel, otros dos pequeños que tienen que trabajar la psicomotricidad. Isabel coloca un peto rosa a Kiara, que les permite abrir y cerrar una cremallera; o hacer una lazada gracias a las cintas que lleva cosidas. Cuesta..., pero lo logran.Y con sus menudos dedos recorren de arriba abajo el cuerpo del animal, a distintos ritmos, como hormigas, como elefantes...
Así van pasando los alumnos que necesitan algún tipo de apoyo por el aula, donde reciben una atención prácticamente individualizada.
Y Kiara responde como una auténtica profesional.
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