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La viuda e hija de Pérez Solano en el homenaje al exdiputado socialista. HENAR SASTRE
La política limpia

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El homenaje póstumo al exdiputado del PSOE Pérez Solano se convierte en un acto a favor de la «gobernanza pública honesta»

Jorge Moreno

Viernes, 13 de marzo 2015, 12:49

«Compañero del alma, compañero. Siento más tu muerte que mi vida». Con las estrofas que cantara Joan Manuel Serrat al comienzo de la Transición, amigos y compañeros de partido del que fuera diputado socialista por Valladolid, durante cinco legislaturas, Antonio Pérez Solano, le rindieron ayer un homenaje en el que la clase política de los 80 y 90 reivindicó la honestidad de muchos de los veteranos dirigentes.

Un acto en el Aula Mergelina de la Universidad, que tuvo como amparo el Ateneo de Valladolid, y que gestó el también socialista Juan Ramón Lagunilla, «su pareja de apartamento en Madrid durante 14 años» en los que ambos coincidieron en el Congreso de los Diputados.

Las palabras del presidente del Ateneo, Celso Almuiña, sobre lo que se pretendía con el acto, reivindicar «una gobernanza pública y honesta» en estos tiempos de corrupción, «en los que los políticos se encuentran en horas de muy baja estima», anticipaban ya cuál iba a ser el desglose de la figura de Pérez Solano, el que fuera abogado de obreros de Fasa Renault, limpiadoras, tapiceros y militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).

Se sumaron amigos, pero también adversarios. Como Roberto Fernández de la Reguera, con el que compartió oficina laboralista en 1972 en el barrio de Delicias, antes de que éste último recalase en la UCD. El que fuera delegado Territorial de la Junta resaltó que en esos años 70 a «Antonio lo que menos le importaba era el dinero para sostener el despacho. Él estaba al servicio de las personas, de la gente», junto a Juan Colino o Marcos Sacristán. Eran años de clandestinidad, donde un recién elegido secretario general del PSOE en el congreso de Suresnes, Felipe González, visitaba Valladolid.

Adversario en contiendas electorales con el PCE, Jesús Anta, exconcejal por IU, destacó de Pérez Solano, fallecido el pasado 23 de enero, su tolerancia y compromiso socialista, incluso cuando los sindicatos promovieron dos huelgas generales y una tercera por la reforma de las pensiones. «Pero no escondió la cabeza entonces como secretario provincial de los socialistas» en esas críticas al felipismo, dijo Anta, para quien Toñín huía siempre «de esos tres minutos de gloria» que buscan «algunos diariamente. Fue una persona coherente y discreta».

Lector de poesía

Su entrega como letrado laboralista dejó paso a cerca de 40 años de actividad parlamentaria y en el Consejo Consultivo de Castilla y León.

Lector de poesía, pero también de novelas, su amigo José Luis Lara, exedil socialista en la capital, recordó cómo Pérez Solano era un «lector clandestino» que compraba tantos libros como escondía, incluso debajo de la cama, o en el pajar de su pueblo (Montemayor de Pililla) para que su mujer, Pilar, no se los requisara. «Era como un agujero blanco, al que le contabas un problema, y era fácil que salieras del despacho con un libro, un manual o una invitación para tomar un vino».

«Antonio fue un buen lector», insistió en el acto el escritor Gustavo Martín Garzo, con el que «hablaba bien de la literatura, y eso no es fácil hoy. Buscaba en los libros locas fantasías y sueños imposibles». Garzo coincidía con Pérez Solano en que el mundo nunca ha estado más necesitado de la política en mayúsculas que en los tiempos que corren.

Demetrio Madrid, que fuera primer presidente de la Junta de Castilla y León (1983-1986), dijo que Solano no hubiera querido un homenaje como el tributado ayer a su persona, pero sí que se hubiera sumado a cualquier iniciativa que «evitase la resignación ciudadana».

Los que glosaron su trayectoria en el acto, sus virtudes alejadas de lo vano, destacaron también su compromiso con la socialdemocracia. «Ha sido un ejemplo de la clase política que hizo posible la Transición española», señaló Mario Amilivia, presidente del Consejo Consultivo de Castilla y León. «Fue un referente del servicio público y de la buena política en nuestra comunidad, que, con su moderación, huía de lo falso, de lo artificial», dijo.

«Nunca utilizó los cargos para medro personal, y sacrificó su carrera profesional como abogado por el bien de los ciudadanos», insistió Demetrio Madrid en el Aula.

Su hija, Marta, lo confirmó antes de recoger la placa que se entregó a la familia. «Mi padre nos enseñó que el jefe no era más importante que la empleada. Cuando una vez le pregunté, con ingenuidad, qué cobraba esos años por llevar un caso, me respondió: Cómo les iba a cobrar algo, si les habían despedido».

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