«Creen que es conveniente que por estabilidad marche a Brasil»

Dos meses después de que se produjera una gran alarma en Valladolid, por la posibilidad de que se detectase un caso de contagio por ébola, René González, el agustino de Olmedo, mira para atrás huyendo del aquel revuelo sanitario que se organizó, con carácter preventivo para poder atenderle. Reconoce que todavía se sonroja incluso por el despliegue mediático.

Las pruebas, después de 21 días de aislamiento, determinaron el último día del 2014, que no estaba contagiado del virus mortal, y que se trató de un simple resfriado con un aumento de la temperatura. Había regresado de Sierra Leona, donde estuvo muy cerca de decenas de pacientes contagiados, e inmediatamente ayudó a sus padres en el campo, pudo facilitar la fiebre.

Después de este paréntesis de descanso, «y sin controles médicos», su nuevo horizonte está ahora en Brasil, tras obtener esta semana del Gobierno Federal brasileño el visado, que le permitirá trabajar con continuidad en ese país.

«Será en Manaos, la capital del estado de Amazonas. He cambiado de destino, después de estar tres años en Sierra Leona. Allí, la orden dispone de colegios y otros centros con los que tratamos de ayudar a la población infantil», explica.

El centro La Esperanza, que los agustinos tiene en esa ciudad, que alcanza ya los dos millones de habitantes, se esfuerza en convencer a las familias víctimas de la exclusión social, para que escolaricen a sus hijos, una de las premisas para salir luego de la miseria.

«También se intenta sacarles de la calle, para que no se dediquen a la prostitución, o caigan en el consumo de las drogas», explica, muy ilusionado con su nuevo destino. Tras lograr el visado oficial, dentro de unos días, René González partirá rumbo a Brasil, desde su Olmedo natal.

El misionero vallisoletano reconoce que le hubiera gustado volver otra vez al continente africano, pero sus superiores religiosos han considerado que sería mejor cambiar de destino.

«Se ha decidido que por estabilidad emocional y descanso psicológico me vaya a Brasil, aunque tenía muchísimas ganas de irme otra vez a África. Han pensado que después de lo que he vivido en África, en los últimos años, debía de cambiar. Y estaré, en principio, tres años en Manaos», dice, mientras reitera que «mi ilusión es volver a África».

Cuando René, de 40 años, regresó a finales del pasado año de ese continente, llovía sobre mojado por las alertas sanitarias de contagios del virus del ébola en suelo europeo. En septiembre del 2014, Manuel García Viejo, un misionero leonés de 69 años, de la Orden San Juan de Dios, quedó contagiado de ébola y fallecía en Madrid. Un mes antes, en pleno agosto, otro religioso, Miguel Pajares, de 75 años, fue el primero en morir por este virus tras ser repatriado desde Liberia por el Ministerio de Defensa.

Después se infectó la auxiliar de enfermería, Teresa Romero, que finalmente logró recuperarse. La llegada en este ambiente de psicosis de René González alteró a la opinión pública vallisoletana. El hospital Río Hortega respondió, sin simulacro, con medios y personal.

«Ahora muy pocos recuerdan que la enfermedad todavía está allí, en África. Me cuentan los compañeros, que trabajan en Sierra Leona, que el número de víctimas había bajado, pero otra vez los contagios han vuelto a subir, porque se han abierto los controles militares. También quieren reabrir las escuelas, lo que con los escasos medios sanitarios que hay es un riesgo. Los casos de infectados por ébola confirmados están creciendo cada día», explica René.

El misionero agustino recuerda que su compañero José Luis Garayoa, médico muy vinculado con Valladolid, con el que regresó de Sierra Leona, también cambiará en unos días el destino africano por la ciudad del Paso (Texas).

«Nos vamos cada uno para un lado de América, después tanta movida», ironiza.