Víctor Vela
Sábado, 13 de diciembre 2014, 13:07
Dice la leyenda que recién estrenado el siglo XX, dos vallisoletanos lanzaron una moneda al aire para jugarse la propiedad de El Norte de Castilla. Una leyenda falsa, como se volvió a dejar claro ayer en el salón Simancas del hotel Felipe IV, pero que durante años circuló por los mentideros del Pisuerga. En realidad, en aquel 1901 se produjo el divorcio profesional de dos personas que escribieron con oro su nombre en las páginas del periódico, pero también en las de la ciudad. Sus figuras, la de César Silió y la de Santiago Alba, recuperaron ayer titulares en el club de opinión que lleva el nombre del segundo y que reunió a los historiadores Celso Almuiña y Enrique Berzal, y a descendientes de los protagonistas de la leyenda, en un encuentro que recordó los años en los que Valladolid dejó de ser un pueblo castellano para convertirse en ciudad.
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Y El Norte de Castilla estuvo allí para contarlo.
En realidad, El Norte estaba desde mucho antes. La empresa se fundó en 1854 (se cumple ahora su 160 aniversario) y el periódico nació con una línea ideológica progresista (centro izquierda), como garante de los intereses cerealistas castellanos y una clara defensa de la unidad de España. Así lo catalogó ayer Celso Almuiña, quien recordó que a principios del decenio de 1890, el periódico se había convertido casi en un boletín de los precios harineros. El Norte necesitaba savia nueva. Una generación renovadora que liderara no solo la publicación, quizá también la ciudad. Así, a finales de 1893, dos «jovenzuelos» decidieron comprar el periódico. Por 50.000 pesetas. César Silió (tenía 28 años)sería su director. Santiago Alba (no había cumplido aún los 21, menor de edad en la época, su abuela tuvo que avalarlo) figuraría como gerente y administrador. Con su impulso y sus letras «El Norte daría un giro». Se convirtió en un periódico moderno, interesado por la política, atento a las cuestiones culturales de la época, interesado por Valladolid, esa localidad que ya superaba los 60.000 habitantes, que era el tercer foco financiero de España (por detrás tan solo de Madrid y de Barcelona)y que se abría a una realidad urbanita.Y El Norte mudó de piel para contar también cómo cambiaba la ciudad.
«Alba y Silió fueron dos figuras imprescindibles para El Norte de Castilla», explicó en la presentación del acto Carlos Aganzo, actual director del diario decano de la prensa española, quien reclamó «un impulso»y un recuerdo especial para el papel que jugó Silió en la transformación del periódico. Enrique Berzal lo definió como un hombre de «amplia cultura, dotes de oratoria, muy vinculado a la intelectualidad». Riosecano de nacimiento, hijo de Luis Silió, uno de los grandes representantes de la burguesía harinera, César sería un reconocido abogado (su brillante defensa de una mujer en un caso de violencia conyugal inspiró un personaje de Emilia Pardo Bazán) y muy pronto enlazó su pasión periodística y sus intereses políticos.
Fue precisamente el apasionamiento político de Alba y Silió lo que condujo a la ruptura de relaciones. Alba tenía posiciones más progresistas. Silió se vinculaba con el partido conservador y en 1901 decidió vender sus acciones en El Norte (revalorizó su inversión el 132%) y compró el periódico La Libertad, más afín a sus ideas. Lo usaría como«instrumento para impulsar su carrera política», explicó Berzal.A los dos años la publicación era una ruina que El Norte fagocitó.
Mientras duró su alianza, El Norte se afianzó como el principal diario de Castilla, se mudó en 1896 al número 12 de la Acera de Recoletos (años después pasaría a Duque de la Victoria, ahora en Argales) y se definió como «un periódico político de un liberalismo exigente y renovador». Santiago Alba marcó una era en el periodismo desde El Norte, periódico al que estaría vinculado durante decenios. Los dos jóvenes que modernizaron El Norte a finales del siglo XIX ocuparían un lugar destacado en la política durante el primer tercio de la centuria siguiente. Alba fue ministro de Marina, Gobernación, Hacienda y Estado durante el reinado de Alfonso XIII(a quien le dijo no cuando le propuso ser jefe de Gobierno) y exiliado durante los primeros años del franquismo. Silió también sería ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes con Maura ySánchez Guerra. Sus perfiles, tan importantes para El Norte, tan vitales para Valladolid, volvieron ayer a ponerse de frente.
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