Víctor Vela
Jueves, 11 de diciembre 2014, 11:27
«La Navidad y la Semana Santa son las dos partes del calendario religioso y festivo que más se han salvado de las pérdidas de repertorio», explica Luis Delgado, todavía con los dedos marcados por la cuerda pulsada y el eco de un villancico que resuena en el paraninfo de la Universidad. Delgado y César Carazo (los músicos de Urueña) pusieron la melodía a la lección histórica del etnógrafo Joaquín Díaz, quien dibujó contexto y desgranó curiosidades durante el Auto de Navidad, el acto con el que la hermandad universitaria del Santísimo Cristo de la Luz celebra el inicio de las celebraciones navideñas. Y ayer lo hizo explorando los orígenes de los villancicos, rescatando cancioneros típicos de la Navidad, dando de nuevo vida a las cantigas, poniéndole picardía a las rondas de aguinaldo, esas tonadas que se cantaban de casa en casa para reclamar dulces y viandas en esta época del año.
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«La palabra villancico dijo Joaquín Díaz para marcar el compás y ponerle armadura de clave a la velada es un vocablo que, a nivel popular, se interpreta en el sentido de canción navideña. Pero no siempre fue así». La curiosidad se ha despertado ya en el primer compás. ¿Qué es, entonces, un villancico?«Desde el siglo XV, un tipo de composición con temática amorosa o devota que era generalmente inventada por poetas y músicos cortesanos, aunque imitando o buscando un matiz rústico». Seguramente el origen se encuentre en Italia, en la corte de Alfonso V de Nápoles, donde había gusto por las canciones populares (que entonaban los villanos). «Pasaría pronto a Castilla. Aquí es donde se consagrada, en una fecha que no podemos precisar», recuerda Díaz al evocar las palabras de Sánchez Romeralo. Y sí, al final se ha vinculado con el ciclo navideño.
Fueron por lo tanto villancicos, en su más amplio sentido, los que sonaron ayer en el Auto de Navidad, con la voz clara de César Carazo (sus manos ocupadas en las cuerdas y el arco de su viola) y los ágiles dedos de Luis Delgado, que se pasearon por un museo de instrumentos que abandonaron por minutos su quieta mudez. Así la trompa marina, que pese a su nombre no es viento sino cuerda, y que se usaba en conventos y monasterios para el canto gregoriano. Así el laúd medieval. O la resucitada zanfona. Oel guitarro. Oel arrabel, un instrumento pastoril hecho con huesos de cordero y con forma de collar.
Todos ellos sonaron para acompañar unas canciones navideñas exhumadas del romancero tradicional, de las cantigas de Alfonso XEl Sabio o de manuscritos medievales, y que aludían a diversos motivos asociados a lo largo del tiempo con la Navidad, como el pesebre, la estrella de Belén, la figura de los Reyes Magos... e incluso la misa del gallo, que se celebra a las doce de la noche, «momento en el que las narraciones y leyendas apócrifas dicen que el mundo quedó paralizado durante el nacimiento de Cristo». El gallo se presentaría, frente a la oscuridad, como«verdadero precursor de la luz, del día, de la vida». «Cuentos y leyendas de diferentes culturas abundan sobre la idea de que los demonios siempre trataban de ennegrecer la luna para que las tinieblas se apoderasen de la Tierra. Los paganos, con sus gritos, imitaban el canto del gallo, cuyos cacareos tenían la virtud de ahuyentar diariamente a los monstruos y fantasmas nocturnos», añadió el etnógrafo, tendiendo puentes entre las historias paganas y las escrituras sagradas.
Tradición navideña
«La tradición oral juega un papel muy importante en la transmisión del patrimonio religioso de tipo legendario», reconoció Joaquín Díaz, el relator del Auto de Navidad de este año, una ceremonia que Lázaro Carreter emparenta con el teatro medieval y que «pretende ofrecer recuerdos de la vida de Cristo a través de la música y de la representación, tanto en Navidad como en Semana Santa».Precisamente estas son las dos fechas elegidas por la hermandad del Santísimo Cristo de la Luz para celebrar sus autos, una forma de extender a través de la cultura la fe, como explicaron ayer desde la directiva de la cofradía universitaria. Su máxima responsable, María Ángeles Martín Bravo, destacó la importancia de esta celebración para ofrecer, año tras año, un «recorrido a través de la historia y de la tradición de la música navideña».
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Así que, con ese objetivo, la intervención de Joaquín Díaz y los músicos de Urueña ha sido este año una auténtica lección que asumieron con una puesta en escena novedosa para este tipo de actos, pues se prefirió intercalar las explicaciones con la música, y los recursos históricos, con las letras tradicionales:«Niño pequeño y gracioso, todos debemos quererle, todos se afanan corriendo, sus regalos a ofrecerle».
Por cierto, «¿quiénes eran los Reyes Magos?», se pregunta Joaquín Díaz. Yla interrogación se cierra con decenas de miradas fijas en el conferenciante, listas para conocer el origen de uno de los grandes azucarillos de la infancia. «En el Evangelio de San Mateo solo se dice que unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén». Fue la tradición cristiana la que fue incorporando nuevos elementos a la historia. «Estos magos, ya desde los primeros siglos, reciben los nombres de Melkón, Baltasar y Gaspar. Solo a partir de Cesáreo de Arlés (ca. 470-542) comenzaron a ser considerados como reyes».«Los primeros padres de la Iglesia, siguiendo a San Mateo, hablan de los tres presentes que llevan esos magos a Belén (oro, incienso y mirra), por lo cual se pensaba que eran tres los personajes, aunque hay otras tradiciones que hablan de hasta doce», explicó Díaz.«San Bernardo dice que los magos ofrendaron a Cristo oro para socorrer la pobreza de la Virgen Santísima, incienso para contrarrestar el mal olor que había en el establo y mirra para ungir con ella al niño, fortalecer sus miembros e impedir que se acercaran parásitos e insectos».
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