El coronel Vicente Giráldez, durante su discurso en la base de Villanubla.

Aviación recuerda en su fiesta a los cuatro pilotos muertos en Canarias

Entre ellos figuraba el sargento mecánico, Roberto Caramanzana, vinculado a Medina de Rioseco

Jorge Moreno

Jueves, 11 de diciembre 2014, 11:22

La base militar aérea de Villanubla celebró ayer el 75 aniversario desde que tomó tierra el primer avión con un recuerdo a los cuatro militares del Ejército del Aire, que fallecieron en marzo de este año durante unas maniobras de rescate en Canarias. Entre ellos, figuraba el sargento mecánico vallisoletano, Carlos Caramanzana, cuya familia está muy vinculada a Medina de Rioseco.

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Su helicóptero practicaba una misión rutinaria por la noche, entre las islas de Gran Canaria y Fuerteventura. En él iban cinco militares que trataban de simular una evacuación nocturna de personal mediante un izado en grúa, desde un buque de la armada, pero el helicóptero en el que viajaban, un Súper Puma HD-21, tocó el mar por causas desconocidas y se hundió. El mecánico sargento, Carlos Caramanzana Álvarez, vallisoletano de nacimiento, se encontraba entre los fallecidos.

Los actos coincidieron con el día de la patrona de Aviación, la Virgen de Loreto, y tuvieron lugar como es tradicional en la base aérea. En su discurso, el coronel jefe Vicente Giráldez, recordó la importancia que tienen las unidades aéreas en la lucha contraincendios, en las catástrofes humanitarias y naturales, así como en la persecución del contrabando y la vigilancia marítima.

«Pero como misión principal tenemos la defensa del espacio aéreo español, las 24 horas y todos los días del año. Los aviones de caza están en alerta permanente y para ello dispuestos a intervenir», dijo Giráldez, que recordó que el Ejército del Aire ha sido un pilar fundamental de la presencia en el exterior de las Fuerzas Armadas.

Las operaciones en la base de Villanubla comenzaron en marzo de 1938, cuando aterrizó un Breguet XIX. En diciembre de ese año se creó la Escuela de Pilotos de Caza, que disponía de aviones Fiat CR32 y Romeo 41, con supervisión italiana. Tras finalizar la Guerra Civil, se destinó en 1940 al aeródromo vallisoletano el XVI Regimiento. Las pistas fueron abiertas al tráfico civil el 12 de julio de 1946, y todavía hoy su torre de control supervisa los aterrizajes y despegues comerciales.

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Al acto acudieron el general de Brigada, jefe de la IV Suinspección del Ejército de Tierra, Manuel Gorjón, el delegado del Ministerio de Defensa, Tomás Alonso, y jefes de las unidades destinadas en Valladolid. El subdelegado del Gobierno y el presidente de la Diputación, José Antonio Martínez Bermejo y Jesús Julio Carnero, respectivamente, también participaron en los actos celebrados en uno de los hangares. En la ceremonia se entregaron 22 condecoraciones, dos a civiles.

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