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Bloque de la calle Templarios, en la esquina con Puente la Reina, en el que residía la víctima.
El resultado del ADN permite incinerar el cuerpo del vecino de Pilarica que murió en 2010

El resultado del ADN permite incinerar el cuerpo del vecino de Pilarica que murió en 2010

El cadáver fue hallado en junio por unos okupas y permanecía en el Anatómico de Valladolid ante la imposibilidad de confirmar su identidad

J. Sanz

Miércoles, 5 de noviembre 2014, 09:37

El cuerpo del jubilado que fue hallado momificado en el interior de su vivienda de la calle Templarios (Pilarica) el 15 de junio pudo ser incinerado por fin el pasado lunes una vez confirmada su identidad a través de la muestras de ADNque los forenses remitieron a Madrid hace más de cuatro meses y medio. Los resultados, que llegaron la semana pasada, permitieron ratificar que el cadáver pertenecía al inquilino de la vivienda, Ángel Oñate Hermosilla, un hombre natural de Miranda de Ebro (Burgos) y cuya familia llevaba treinta años buscándole desde que se marchó voluntariamente de casa en febrero de 1984.

Cuatro meses y 19 días exactos ha tenido que esperar su hija, que se hizo cargo del cuerpo nada más producirse el hallazgo, para poder incinerar los restos de su padre. La ceremonia tuvo lugar el lunes en el Tanatorio El Salvador, según informaron fuentes cercanas a la familia.

El cuerpo del inquilino de la calle Templarios llevaba desde el 15 de junio en las cámaras del antiguo Anatómico Forense (Instituto de Medicina Legal) de la Real de Burgos ante la imposibilidad de los forenses que lo examinaron de dictaminar su identidad por los medios ordinarios (huellas, dentadura...) dado su avanzado estado de descomposición.No en vano, la autopsia dictaminó que el vecino de Pilarica llevaba muerto en su domicilio de alquiler desde diciembre de 2010.

Los recibos y la pensión, al día

Lo singular de este caso es que el cuerpo se encontraba tendido en el salón junto a una estufa encendida también la luz lo estaba desde su fallecimiento por causas naturales al seguir al corriente de los pagos de las facturas eléctricas al tener domiciliados tanto su pensión estaba jubilado por un accidente laboral como las facturas de la luz. La casualidad quiso que una familia se fijara en su vivienda y decidiera ocuparla a las bravas en la madrugada del 15 de junio. Los okupas, una madre y sus dos hijos, se encontraron el cadáver al acceder al domicilio.

Los calendarios aún marcaban en la pared el mes de diciembre de 2010, fecha en la que los forenses sitúan su muerte. Ángel Oñate contaba entonces con 61 años. Pero su vida, más aún que su solitaria muerte, también estaba rodeada de misterios. Su hermano y su hija llevaban más de treinta años buscándole y hace ocho, ante la imposibilidad de localizarle, un juzgado de Miranda de Ebro llegó a tramitar su declaración de ausencia (2006) y de fallecimiento (2013) al entender que se encontraba en paradero desconocido desde 1984.

El hombre, en realidad, abandonó voluntariamente a su familia en aquella época y desde entonces trabajaba en la capital vallisoletana hasta que se jubiló por un siniestro laboral. Así que estaba cobrando una pensión, incluso después de muerto, cuando el juzgado burgalés inició los trámites de su fallecimiento el expediente se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) sin indagar demasiado sobre su paradero.

Su hija, pese a todo, reclamó el cadáver de su padre entonces sin identificar al día siguiente del hallazgo y el lunes, cuatro meses y 19 días después, se hizo cargo de la incineración de sus restos mortales. Los resultados de ADN llegaron por fin a comienzos de la semana pasada.

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