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«Dios quiera que el ébola no llegue a Burkina Faso porque sería una catástrofe»

«Dios quiera que el ébola no llegue a Burkina Faso porque sería una catástrofe»

Inés Fonseca, misionera vallisoletana

Lorena Sancho Yuste

Martes, 28 de octubre 2014, 11:43

Se siente como una gota de agua en el mar. Pero necesaria, mucho, para que los más pobres y necesitados consigan salir adelante. La vida de Inés Fonseca Merino, religiosa de la Asunción, está grapada a las misiones. Primero en Burkina Faso, después en la República Democrática del Congo y Camerún y ahora, de nuevo, en Burkina Faso. 38 años en África para una mujer que nació hace 71 años en la pequeña población terracampina de Villagómez la Nueva. «Ser misionera es una vocación que se recibe de Dios para el servicio de los más pobres y necesitados», comenta con contundencia.

En septiembre, y con el ébola causando estragos en África, esta terracampina no dudó ni un momento en regresar al continente que le ha acogido durante media vida. «Lógicamente hubiera sido más fácil si me hubiera quedado en España ¿verdad?», responde al ser preguntada sobre su regreso. El ébola, con brote en España a través de uno de los misioneros contagiados, no le preocupa. La vuelta ciclista del Faso, que estaba prevista entre el 23 de octubre y el 2 de noviembre, ha quedado suspendida por miedo al virus. Pero asegura que en Burkina Faso la enfermedad se vive «como si tal cosa no existiera, pues la gente vive sin preocupación alguna». De hecho, añade que ningún hospital goza de infraestructura alguna para ello. «Dios quiera que no llegue a este país, porque sería una verdadera catástrofe, como ya lo es bastante con la malaria y el SIDA», advierte.

«Aquí sobre la enfermedad nos han contado como un cuento. Que unos científicos vinieron a inyectar a África productos químicos a las ratas grandes para que no se comiera su carne, pero que un niño cazó una y se la comió, y que se contagió él y después sus padres, y así sucesivamente», señala.

Vocación educadora

La mayor preocupación de esta religiosa de la Asunción es así el proyecto educativo de su orden, brindar una formación integral a niños, jóvenes y adultos que posteriormente les ayude a encontrar un puesto en la sociedad. «Nuestra obra aquí es una residencia de estudiantes, acompañamos a 42 jóvenes en su formación, pues la mayoría procede de familias muy desestructuradas y con muchos problemas».

Pese a las dificultades del país y su ubicación a 3.000 kilómetros de su pueblo natal, Inés Fonseca se define «feliz» de sentirse acogida en este país, donde asegura recibir mucho de su cultura, de su gente y de su manera de ser. «No deja de sorprenderme la alegría con la que llevan la pobreza, la falta de recursos, el sufrimiento y hasta la muerte. La voluntad que tienen de salir adelante de un sinfín de dificultades, y hasta el ingenio para sobrevivir».

Un cúmulo de satisfacciones que el pasado mes de septiembre le empujó a regresar al país que, asegura, tanto la necesita. Sus paisanos de Villagómez le despidieron con una misa y un sinfín de abrazos con los que quisieron, a su vez, agradecer su labor en África.

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